Edwin Hubble: El Rey de la Colina

El Año Nuevo de 1931 en Pasadena, California, muchas personas se reunieron para ver quién ganaría el juego anual de fútbol del Tazón de las Rosas, mientras que otras lo hicieron para determinar el origen del universo.

Entre éstas se encontraba Albert Einstein. Durante las primeras décadas del siglo XX aún no se establecían siquiera los conceptos más simples de la astronomía: ¿cuán grande es el universo y de dónde se originó? Einstein buscaba examinar la aportación de Edwin Hubble a esa respuesta.

Hubble, un astrónomo del Observatorio de Mt. Wilson en Pasadena, ya había contestado la primera pregunta clave: había mucho más en el universo que la Vía Láctea; pero ¿el universo tiene un inicio? En 1917 Einstein había perfeccionado su teoría general de la relatividad a partir de la suposición de que el universo era constante y estático, sin un principio ni un final. A pesar de que sus cálculos originalmente indicaban la necesidad de expansión, Einstein la evadía basado en una «constante cosmológica» para contradecirla.

Después de su reunión en el mes de enero, Hubble llegó a ser conocido como quien logró que el hombre más inteligente del mundo cambiara de opinión acerca de la estructura del universo. La subsiguiente reconfiguración de Einstein de lo que él llamó su «mayor error» llevó las observaciones astronómicas de Hubble de un misterioso «universo en expansión» a la corriente dominante de la aceptación científica y pública.

ESCALANDO LA MONTAÑA

Nacido en 1889, hijo de John Powell Hubble y Virginia Lee James, Edwin fue el tercero de ocho hijos. La familia en crecimiento se mudaba con frecuencia, pero finalmente se estableció en el lugar de nacimiento de Edwin, Marshfield, Missouri.

Como un joven precoz, completó la preparatoria a los 16 años y recibió una beca para la Universidad de Chicago, donde tomó sus primeros cursos de astronomía y destacó en los deportes. Su altura y complexión le llevaron al éxito en el básquetbol y la pista. Naturalmente competitivo, su último premio de la época fue una beca Rhodes en 1910.

Aunque provenía de una familia de profundas raíces sureñas, Hubble comenzó a reinventarse a sí mismo hasta su llegada a la Universidad de Oxford. Al incorporar hábitos excéntricos de vestido y comportamiento (pantalones bombachos, cardigan, sombrero, pipa y anglicismos en su discurso) se deshizo de su pasado para convertirse en una nueva persona.

El transformado Hubble se graduó de Oxford en 1912 como Licenciado en Derecho y regresó a Louisville, Kentucky, donde se reunió con su familia e impartió física y español en secundaria durante un año y fue entrenador del equipo de básquetbol en el torneo estatal. No se sabe con certeza si aprobó el examen profesional para ejercer su profesión.

En 1914 finalmente volvió toda su atención al estudio del firmamento y obtuvo un cargo en el Observatorio Yerkes en Wisconsin. Después de pasar el verano leyendo diversos libros sobre la historia de la astronomía y la medición de las distancias estelares, se unió a la Sociedad Astronómica de Estados Unidos (American Astronomical Society). Terminó una enredada tesis doctoral antes de ir al extranjero a servir en el ejército durante la Primera Guerra Mundial. Su breve servicio durante la guerra lo llevó a un mayor refinamiento de su persona: agregó una tendencia militar a su atuendo con botas altas y un bastón, y asumió el sobrenombre de «el Comandante».

Después de su servicio, Hubble aceptó una oportunidad para seguir estudiando en Cambridge. En 1919, completamente ataviado con el atuendo de «el Comandante», regresó a los Estados Unidos y se fue directamente a Pasadena. Ahí el aspirante a astrónomo se unió a uno de los fundadores de la astrofísica moderna, George Hale, y a su equipo con el recién terminado telescopio reflector de 100 pulgadas (2.54 m) en Mt. Wilson. A Milton «Milt» Humason, quien había llegado al observatorio en 1917 como conserje, se le conoce como quien presentó a Hubble el telescopio más poderoso del mundo en el mes de octubre. Los dos iconoclastas serían colaboradores cercanos durante los siguientes 34 años. Fue la habilidad de Humason para crear las placas espectrográficas y su desplazamiento al rojo lo que permitió a Hubble realizar sus cálculos.

El matrimonio de Hubble en 1924 con Grace Burke-Lieb, la recientemente viuda hija de un millonario muy conocida del sur de California, fue la culminación de la transformación personal que había iniciado 14 años antes en Oxford. A través de sus casi 30 años de matrimonio, Grace registró en su diario la extraordinaria historia de su esposo, no con los ojos de un observador, sino con los de una admiradora. Juntos aprovecharían su imagen, carisma y legítima celebridad científica en una vida social activa en Hollywood y en el mundo.

PUNTO DE VISTA EN EXPANSIÓN

Para 1925 Hubble y Humason habían resuelto uno de los principales problemas de la astronomía: ¿la Vía Láctea es todo el universo? Utilizando una cierta clase de estrellas de conocida brillantez, un tipo de «candela estándar», Hubble calculó la distancia hacia diversas nubes de gas o nebulosas. Aunque se creía que formaban parte de la Vía Láctea, las mediciones de Hubble de la distancia las separaron de nuestro Grupo Local de galaxias, la primera de la que ahora sabemos son millones de galaxias independientes, cada una de ellas (como la Vía Láctea) compuesta de cientos de miles de estrellas.

Durante los años siguientes Hubble utilizaría los datos de corrimiento al rojo de Humason para determinar las distancias a dichos «universos islas», las galaxias más allá de la Vía Láctea.

El nombre de Hubble apareció solo en el memorable artículo de 1929, A Relation Between Distance and Radial Velocity Among Extra-Galactic Nebulae (Una relación entre la distancia y la velocidad radial entre nebulosas extra-galácticas), en donde presentó una correlación entre la velocidad y la distancia para una selección de galaxias. El artículo demostró una notable correspondencia entre la distancia y la velocidad de las galaxias: a mayor distancia, mayor velocidad. La relación significó que se puede crear un tiempo pasado (look-back time) para imaginar cuándo explotaron las galaxias desde un solo punto de origen, un inicio para el universo.

Hubble fue cauteloso con respecto al descubrimiento, observando que «la presente discusión es una primera aproximación que representa un rango restringido en la distancia» y que la nueva información «podría modificar la importancia de esta investigación».

Tal precaución científica hizo poco por mermar el entusiasmo de los medios y de la institución astronómica respecto al concepto de un universo en expansión, el acontecimiento primordial del Génesis; pero para un hombre que parecía disfrutar en todos los demás sentidos de ser el centro de atención, Hubble se mantuvo inusualmente reservado. Aunque reconoció el concepto del universo en expansión, nunca sostuvo su trabajo como comprobación, como otros lo hicieron. Y aunque a partir de ese momento se le asociaría con el descubrimiento del origen del universo, él jamás lo afirmó.

«La relación entre la velocidad y la distancia se considera como la base de la observación para las teorías de un universo en expansión. Dichas teorías son muy comunes», escribió. «Debido a que los recursos telescópicos aún no se han agotado, se puede suspender el juicio hasta que se sepa, a partir de las observaciones, si es verdad o no que los corrimiento al rojo representan en realidad un movimiento».

La relación entre el movimiento y la distancia pronto llegó a ser conocida como la Ley de Hubble, con lo cual llegó el nacimiento de la cosmología moderna, la ciencia tanto del origen como del destino del universo.

INFLUENCIA DECRECIENTE

En 1949, justo cuando se empezaría a usar el nuevo telescopio Hale de 200 pulgadas (5.08 m) aproximadamente a 160 km de Pasadena, en Mt. Palomar, Hubble sufrió un ataque cardiaco mientras se encontraba de vacaciones en Colorado y después otro en el hospital. Aunque sobrevivió, su habilidad para trabajar en los observatorios de la cima de la montaña se vio coartada por más de un año.

Durante ese tiempo la dirección de la ciencia dio un gran giro, pues pasó de basarse estrictamente en la observación hasta convertirse en una empresa manejada cada vez más por la teoría. Hubble siempre insistió en que él fue «ante todo un observador» con énfasis en «el conocimiento positivo que se ha integrado» y agregó que «no me preocupa la teoría».

No sólo el énfasis de la ciencia estaba cambiando, Hubble también se perturbó por la creciente despreocupación del personal y de los astrónomos visitantes respecto al protocolo social de la montaña que él tanto disfrutaba. El hombre que continuaba vistiendo como si fuera a Oxford y mostrando una pipa (aunque ya no la encendía) fue perdiendo literalmente su lugar en Mt. Wilson. Así como la influencia de Einstein había disminuido por sus protestas contra la teoría cuántica, así también la negativa de Hubble a unirse al debate sobre el significado de sus observaciones más importantes le llevaron a alejarse como una de sus nebulosas en el entorno cosmológico.

Para septiembre de 1953 había terminado su exposición número 176 en Palomar. Al final del trayecto llevó a su esposa a un recorrido tranquilo por el enorme domo y la bóveda fotográfica. «En dos años habré determinado el corrimiento al rojo [a partir de las nuevas observaciones]», Grace lo anotó como un dicho. El escrito en su diario continuaba, «Pero no viviré para ver el gran programa cosmológico».

Los Hubble regresaron a Pasadena, ansiosos por el siguiente viaje al «Gran Ojo». Ese viaje nunca llegó. Unos días después, mientras caminaba de la oficina a su casa para comer, Hubble sufrió una trombosis cerebral y murió tranquilamente en su hogar. Grace hizo cremar su cuerpo; no hubo un servicio formal ni conmemoración alguna. Ella guardó las cenizas en una caja y las enterró en un lugar hasta ahora desconocido. Actualmente, una pequeña marca histórica, colocada en una maceta del jardín frontal, señala su antigua residencia.

EN BUSCA DE LO INESPERADO

Mientras tanto, orbitando por todo lo alto, el telescopio con el nombre de Hubble mantiene un ojo vigilante en el cosmos. Desde 1993 el Telescopio Espacial Hubble (TEH) ha reflejado la luz electrónicamente desde las profundidades del espacio. Extendiendo nuestra visión de la inmensidad del universo, el TEH nos ha brindado acceso a lugares más allá de lo que Hubble determinó como el «reconocimiento preliminar» de nuestro litoral celestial.

«Desde nuestro hogar en la Tierra observamos las distancias y nos esforzamos por imaginar la clase de mundo en el que hemos nacido».

Edwin Hubble

«Nos encontramos, por definición, en el mismo centro de la región observable», señaló el astrónomo en su popular obra The Realm of the Nebulae. «Conocemos íntimamente nuestra vecindad inmediata. A medida que aumenta la distancia, nuestro conocimiento se desvanece rápidamente. Al final llegamos hasta el último horizonte difuso, los límites extremos de nuestros telescopios. Allí medimos sombras e investigamos entre los errores fantasmales de la medición en busca de hitos que son escasamente más substanciales».

La imagen del Campo Profundo del espacio «vacío» es un ejemplo notable tanto del potencial del instrumento como de la tenacidad del espíritu humano en su búsqueda del entendimiento. Al revelar una abundancia inimaginable de galaxias, la imagen es solamente una de los cientos de miles que nos han dado nuevas sorpresas; pero como señaló Hubble en uno de sus últimos discursos públicos, nuestro «avance hacia el exterior» en el universo nunca termina. «El deseo es más antiguo que la historia. No está satisfecho y no será reprimido».

Desde su mirador, ubicado a 353 millas (564.8 km) por encima de la atmósfera terrestre, el TEH es una herramienta que alimenta ese deseo. Se están planeando nuevos y más poderosos telescopios; aun así, incluso si pudiera enfocar su ojo atento en sus imágenes, Edwin Hubble probablemente realizaría sus comentarios con la misma precaución característica con la que presentó su propio trabajo. Cuando se le preguntó acerca de la importancia de sus primeras imágenes en Palomar en 1949, observó que «se veían como esperábamos, y los escasos datos podrían ser forzados a ajustarse a cualquiera de las teorías actuales acerca del universo».

En esa ocasión también hizo notar que «las conclusiones definitivas sobre estos temas deben esperar las largas y muy precisas investigaciones de muchas muestras del cielo». Hoy en día probablemente diría que, incluso con las herramientas del siglo XXI, el trabajo del astrónomo está muy distante de haber terminado.

El asignar a Hubble el legado del universo en expansión puede ser conveniente y bien fundado; sin embargo, oscurece su más importante aportación. Hubble comprendió que las apariencias son con frecuencia engañosas y que existe una necesidad de escepticismo, de permitir que se acumulen las pruebas durante largo tiempo antes de saltar a las conclusiones.

Él lo sabía no sólo porque era un científico, sino porque se conocía a sí mismo y sabía cómo había formado su propia imagen. Desde su incorporación de ciertos modales, recato y vestimenta con el fin de crear a un inglés sofisticado a partir de un chico de campo, sabía intuitivamente desde su interior que la apariencia superficial no revela la verdadera naturaleza del hombre ni del universo.