El Guarda de Mi Hermano: De la Violencia entre Hermanos al Amor Fraternal
Tan reciente como en el siglo XIX, las sociedades occidentales vivían en un pacto tácito: lo que pasaba entre familia permanecía en la familia. Escándalos, y aun la violencia no era asunto de nadie, aparte de ser bien escondidos del público de manera que la ilusión de una familia feliz con relaciones sanas y saludables se siguiera manteniendo.
No obstante, gradualmente, comenzaron a aparecer grietas en el enchapado de la sociedad, y la imagen moderna de la floreciente familia dio paso a una semblanza más matizada. En primer lugar, incidentes aparentemente aislados de abuso de menores irrumpieron en la conciencia pública, provocando el establecimiento de una sociedad protectora de menores en los Estados Unidos en 1875, y otra sociedad similar en la Gran Bretaña en 1884. La exposición de la violencia conyugal fue menos abierta a pesar de los esfuerzos hechos por los primeros movimientos feministas. Casi un siglo pasó antes de que el primer refugio para mujeres maltratadas abriera sus puertas en Inglaterra y su fundador, Erin Pizzey, publicara el libro Scream Quietly or the Neighbours Will Hear (Grita Bajito o los Vecinos lo oirán) en 1974, el cual difundiría conciencia sobre la violencia domestica a través de Europa. Al siguiente año, el médico geriatra británico G.R. Burston describe un fenómeno que él nombró «granny battering (zamarreo del anciano)», correspondiente a lo que los médicos estadounidenses han estado nombrando «battered old person sindrome (síndrome del adulto mayor golpeado)».
«Los titulares exponiendo la violencia en las familias aparecen repetidamente en los periódicos y en televisión. Aparecen con tanta frecuencia que casi nos hemos vuelto inmunes a ellos».
No obstante, existía otro secreto a descubrirse en el closet familiar. En 1980 un estudio vanguardista, conocido como la National Family Violence Survey (Encuesta Nacional Sobre Violencia Familiar) que sería publicado en los Estados Unidos bajo el titulo Behind Closed Doors: Violence in the American Family (Tras Puertas Cerradas: Violencia Domestica en la Familia Estadounidense); esta pondría de manifiesto que—toda clase de violencia domestica—la más prevalente es la que ocurre entre hermanos.
Observar este descubrimiento sigue siendo de mucho valor, pues a pesar de la reducción de las tasas de natalidad en gran parte del mundo, la mayoría de niños tienen hermanos y hermanas. Inclusive en China en donde la política de un solo niño por familia no ha sido ampliamente implementada fuera de las zonas urbanas. Y en lugar de ser inmune a la violencia entre hermanos, los niños únicos podrían sufrir los efectos indirectamente, pero significativos, dado que son violentos hacia los hermanos, también tienden a ser violentos hacia las parejas cortejantes y los compañeros.
¿Empero, que es la violencia entre hermanos? ¿A caso no todos los niños riñen y en ocasiones hasta se pelean? ¿No es una reacción exagerada clasificar como violencia el comportamiento agresivo entre hermanos? ¿En dónde está la línea divisoria entre el conflicto «normal» entre hermanos y el comportamiento abusivo, y cómo y cuándo deben intervenir los padres?
Por extraño que parezca, a pesar de la sorprendente conclusión de la Encuesta Nacional Sobre Violencia Familiar, estas preguntas no fueron tomadas en cuenta por mucho tiempo por los investigadores en su comprensible afán por estudiar las formas de la violencia domestica que ya había sido aceptada como problema social. La violencia entre hermanos fue fácilmente ignorada como un poco más que una forma exagerada de rivalidad entre hermanos, concepto que en algunos círculos se considera como el «sentido darwiniano común». La agresión entre hermanos, la intimidación e incluso el asesinato, después de todo, ciertamente no son inusuales en la naturaleza, donde en algunas especies los jóvenes salvajes compiten hasta la muerte por el derecho exclusivo de los recursos proporcionados por sus padres. De esta manera, por décadas los términos «hermanos» y «rivalidad» fueron casi inseparables, particularmente en las culturas occidentales, tal vez formando la base del punto de vista más popular de la relación entre hermanos.
«Es difícil determinar en donde termina el comportamiento normal de desarrollo entre hermanos, y en donde comienza el abuso. La rivalidad y el conflicto normal entre hermanos, es caracterizada frecuentemente por la interacción que guía a una competencia saludable sin que nadie salga dañado».
Es interesante que, el primer crimen descrito en la Biblia es un fratricidio: un Caín celoso mata a su hermano más exitoso, Abel, y cuando se le pregunta por el paradero de su hermano, desdeñosamente Caín respondió, «No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?» Está claro que pensaba que no.
Más tarde, en el mismo libro del Génesis, un hermano más joven (Jacob) engañó a su hermano mayor (Esaú) despojándolo de su herencia, y solo uno cortos capítulos más adelante, los hijos mayores de Jacob echaron en una cisterna al consentido de su padre, José, conspirando en matarle. En un giro que apunta a la posible complejidad de las relaciones entre hermanos, uno de los hermanos, Rubén, trama un plan personal para regresar y salvar a José, pero no pudo intervenir antes de que los otros hermanos vendieran al muchacho en esclavitud. Al final José retribuye a sus hermanos con benevolencia, salvando sus vidas en vista de una sequía e inanición segura. No obstante, esta primera rivalidad entre ellos es la que tiende a ser recordada, lo que refuerza los estereotipos más comunes en cuanto a la naturaleza de las relaciones entre hermanos.
En el otro extremo de la escala, la relación entre los gemelos ha disfrutado de una reputación mucho más benigna. Abundan las historias de gemelos aparentemente con lazos telepáticos —espirituales y físicos—que fueron forjados en la matriz, quienes disfrutan de una mente armoniosamente fusionada, la que se asume será para siempre, más allá del alcance de los hermanos normales no tan afortunados de estar dotados con una imagen real en el espejo.
La realidad, por supuesto, es que los gemelos pueden estar plagados por relaciones competitivas y aun violentas, al igual de la que pueden disfrutar los ejemplares únicos de cálidos lazos de apoyo. Sin embargo, no fue hasta que quizás Stephen P. Bank y Michael D. Kahn publicaron la edición de El Vínculo Fraterno en 1982, una colección de su investigación dentro de las complejidades de la interacción entre hermanos, que estos estereotipos polarizados fueron seriamente cuestionados por los investigadores. A su vez, el argumento de Bank y Kahn de que los padres no son de hecho la única influencia significativa del niño, inspiró más adelante a los investigadores a explorar la rica variedad de las relaciones emocionales, de desarrollo y otras necesidades que los hermanos pueden desempeñar, llevando a muchos a considerar a los hermanos y hermanas de manera potencial importantes attachment figures (personas de apego)—diferente a los padres, aunque no menos influyentes. Como veremos, los resultados de estos estudios en cuanto a la influencia en las relaciones entre hermanos sobre el desarrollo de la personalidad y aun la resiliencia, plantea serias dudas acerca de si y hasta qué punto los padres deben tolerar el conflicto y la agresión entre sus hijos.
El mismo cuerpo de investigación también pone de relieve que no es suficiente para los padres el desalentar interacciones negativas entre los hermanos. El hecho de que los niños no se ataquen abiertamente el uno al otro, no significa que sientan afecto el uno para el otro—y es el grado de afecto en una relación de hermanos más que la mera ausencia de la negatividad lo que predice la adaptación de la conducta emocional y social. Esto no quiere decir que los niños que sienten afecto reciproco jamás experimentaran algún conflicto, claro que sí, el objetivo para los padres es ayudar a los niños a incrementar su capacidad en resolver conflictos de manera razonablemente rápida y restablecer un ambiente de apoyo activo. Lo que puede requerir de los padres un cambio en sus expectativas; en lugar de pasar por alto los golpes, los insultos y los rechazos como comportamientos inofensivos, de forma idónea, sería que los padres dejen en claro que lo que esperan de sus hijos es que se traten con calidez y afecto, además de recompensar ese comportamiento cuando suceda de manera espontanea.
«Cuando los padres carecen de un sistema de valores estables con que resolver los conflictos entre hermanos, o cuando sus principios son caprichosos, extraños o arbitrarios, la relación entre hermanos puede tornarse caótica o incluso hasta mortal».
Obviamente está en el mejor interés de los padres enfocar en esto; algunos padres hasta se complacen en presidir las constantes riñas. Aún más importante, está en el mejor interés de los niños también. La relación entre hermanos es lo más duradero que se puede tener en la vida. Al igual que nuestros padres, los hermanos son parte de nuestras primeras experiencias, sin embargo, excluyendo muerte no natural, es muy posible que estas sigan siendo parte de nuestras vidas por mucho más tiempo, sobreviviendo a nuestros padres por 20 años o más. Así mismo, si los hermanos comparten los mismos padres con nosotros, típicamente tendremos cerca del 50 por ciento de nuestro DNA en común. Eso significa que son genéticamente más como nosotros que cualquier otra persona en la tierra aparte de nuestros padres. Teniendo en cuenta que estas relaciones pueden contribuir tremendamente a la acumulación de resiliencia que nos ayudará a seguir hacia delante a través de los eventos adversos que son una parte inevitable de nuestra vida, tiene sentido asegurarse que estas son tanto de aliento como de apoyo lo más posible. Afortunadamente, la investigación sugiere que a pesar de que siempre habrá algunos elementos fuera de su control, los padres son capaces de ejercer una poderosa influencia sobre sus hijos ya sea que desarrollen relaciones positivas o negativas, cualquiera de las cuales puede tener un efecto duradero afectando la cosmovisión del niño, y su respectiva salud mental persistiendo lo suficiente hasta la edad adulta.
LA SEMILLA DE LA DISCORDIA
¿Por qué es tan común la violencia entre hermanos? En gran parte, este comportamiento se basa en muchos estereotipos dañinos que nublan el entendimiento de los padres sobre los límites entre las relaciones saludables y no saludables entre hermanos. No únicamente muchos padres consideran los altercados entre hermanos sin importancia, sino que hasta algunos los consideran necesarios y beneficiosos en preparación para la «ida real». Sin embargo, cada vez más las investigaciones contradicen esta suposición. Cierto es que los niños pueden aprender en gran manera como resolver conflictos mientras interactúan con sus hermanos y hermanas, solamente que las habilidades necesarias no llegan de manera automática. Cuando los padres no pueden establecer límites claros ni intervenir apropiadamente, los conflictos «ordinarios» pueden desarrollarse en agresiones crónicas, las cuales en su turno pueden escalar en violencia.
La violencia entre hermanos incluye una variedad de conductas abusivas, y aunque no siempre sea fácil para los padres reconocer la diferencia entre los conflictos normales de desarrollo y el abuso, el investigador y psicólogo John Caffaro ofrece una guía útil: «El conflicto violento entre hermanos es un patrón de agresión física o psicológica con la intención de infligir daño, y motivado por la necesidad de poder y control», dice él, señalando que los ataques psicológicos frecuentemente son la base. «Con frecuencia, de las bromas pasan a la violencia física además de poder incluir la ridiculización, insultos, amenazas y amedrentamientos al igual que la destrucción de objetos personales del hermano(a)». A menudo uno de los hermanos (que no siempre es el mayor o el más grande) siempre domina en estos conflictos, y el niño mas pasivo, después de haber fallado en todos sus intentos de hacer frente a la agresión, cesará de resistir, y a esto los investigadores le llaman «indefensión aprendida».
La intimidación perpetrada por hermanos o hermanas, puede ser considerablemente más traumático para el niño que la intimidación entre compañeros, debido a que ocurre dentro del hogar en forma permanente y con frecuencia no existe manera de escapar—además del poco respiro—para el hermano que lo está recibiendo. De acuerdo con el investigador sobre la violencia domestica David Finkelhor, este tipo de situación puede ser tan perjudicial para el bienestar del niño como cualquier otra forma de abuso, elevando los síntomas del trauma y haciendo que los niños sean más susceptibles a victimizaciones futuras, en lugar de prepararlos para relaciones sanas con compañeros como podrían asumir los padres. El hermano acosador también es susceptible a una variedad de consecuencias negativas, posiblemente en relación con la falta de supervisión parental que facilita su comportamiento negativo hacia su hermano o hermana. Se ha encontrado que incluyen, abuso de drogas, dificultad en los estudios, ansiedad, depresión, y continuas relaciones violentas a través de toda su vida. Lamentablemente, la violencia entre hermanos en ocasiones se vuelve mortal. Cuando esto sucede, los padres experimentan la perdida de ambos hijos, no sólo a la víctima.
Como es de esperarse, el mal funcionamiento de la familia está altamente asociado con el conflicto y violencia entre hermanos. Los investigadores aun tienen un largo camino por recorrer para separar todos los factores familiares relevantes, sin embargo, algunos de los más comunes incluyen el conflicto entre los padres, negligencia o abuso de los padres hacia los hijos, y el trato preferencial. Las dos primeras parecen ser las más factibles que la ultima. Ciertamente, parecería obvio que los padres que carecen de las habilidades constructivas para resolver conflictos no van a estar bien preparados para enseñar o ser modelos para sus hijos. También es fácil de entender por qué los niños en hogares abusivos aprenden que dicha agresión y violencia son métodos aceptables para tratar los problemas. Por otro lado, ¿puede en realidad el trato preferencial ser tan dañino? Efectivamente, es una de las influencias más dañinas en las relaciones entre hermanos, y uno de los errores más comunes que los padres cometen (véase «Los Consentidos»).
Desde luego, aun existen otras dinámicas disfuncionales que podrían estar actuando juntas dentro de familias plagadas con conflictos entre hermanos. Robert Sanders, se retiró recientemente de la posición como profesor de ciencias sociales en la Universidad de Swansea, en Gales, tiene una amplia experiencia trabajando con niños y familias. En 2004, en su libro sobre el tema de la relación entre hermanos, resume que los «factores como el temperamento del niño, la negatividad diferencial en la relación que los padres tienen con los hijos, y el nivel de conflicto entre los padres, se combinan para influir en la calidad de la relación entre hermanos, lo que puede resultar muy consistente con el tiempo entre la infancia intermedia y la adolescencia temprana». Aunque todos estos factores podrían teóricamente ser modificados, a menudo no lo son: los patrones de comportamiento en las familias disfuncionales tienden a permanecer estáticos a menos que alguien o algo se convierte en un catalizador para el cambio.
SEMBRANDO BUENAS RELACIONES
Tratar de modular de la discordia a la armonía en las relaciones entre niños pueda que no se la tarea más fácil que los padres puedan emprender, pero puede ser una de las más gratificantes—tanto para los padres como para los hijos. De hecho, Laurie Kramer investigadora de estudios sobre la familia, sugiere que el fortalecimiento de estas relaciones puede ser una estrategia clave para el mejoramiento de la resiliencia para el resto de la familia también. Las relaciones cálidas y afectuosas entre hermanos han sido probadas muy beneficiosas, ya que los hermanos se transmiten uno al otro las habilidades necesarias para la vida cotidiana por medio del ejemplo a través de su interacción social. Las evidencias cada vez mas confirman que dichas relaciones ayudan a los niños a adaptarse a los acontecimientos estresantes, proporcionando un sentidos de identidad, confort y resiliencia, incluso cuando los niños se enfrentan a situaciones críticas, tales como conflictos entre los padres o divorcio, o colocación en hogares de crianza. Y aunque tenemos la tendencia a pensar de las relaciones entre hermanos en relación con nuestra infancia, los beneficios no se terminan cuando dejamos el hogar. Salud y bienestar son también mejorados debido a las cualitativas y continuas relaciones entre hermanos.
¿Qué significa para los padres que esperan que sus hijos enriquezcan sus vidas uno al otro en lugar de que las dañen?
A parte de asegurar que los adultos en la familia están modelando un comportamiento apropiado, existen muchas maneras en que los padres activamente pueden estimular la cooperación y calidez entre los hijos. Entre los más importantes está en facilitar a los niños acceso uno al otro, para permitir un tiempo de recreo, y proporcionar la supervisión adecuada a las necesidades de los niños y las habilidades interpersonales. Los juegos infantiles ofrecen abundantes oportunidades a los hermanos para interactuar en formas de apoyo. «En efecto», escribe Kramer, «la experiencia de divertirse juntos es importante pues fortalece el sentido de cohesión y solidaridad que el niño necesita para formar una relación de apoyo que perdurará con el tiempo». Es también la oportunidad perfecta para el desarrollo de las habilidades sociales y la regulación del comportamiento y las emociones a medida que navegan sus frecuentes escenarios complejos de juego y fantasía. «Esta capacidad de desarrollar tal entendimiento compartido, incluso si es simplemente dentro del mundo del juego-podría ser uno de los rudimentos de apoyo a los hermanos», añade Kramer. Y si bien pueden surgir conflictos con bastante frecuencia en el juego infantil, esto no es necesariamente una indicación de la calidad de relación entre hermanos. Más bien, parece que la calidad de la relación está relacionada con más fuerza a la capacidad del niño para resolver conflictos y manejar las emociones, las habilidades de los padres sin duda pueden (y deben) enseñar.
Desafortunadamente muchos padres no están seguros de cómo enseñar esto, y como resultado con frecuencia cometen cualquiera de los muchos errores comunes: Pueden convertirse en árbitros, plantándose completamente en medio de cada conflicto para determinar a los ganadores y los vencedores—lo que solo hace que los padres repitan el mismo comportamiento continuamente. Pueden rehusarse a escuchar ambos lados y/o castigar a los dos niños creyendo que así aprenderán a manejar la situación por su cuenta. Desgraciadamente estas estrategias solo pueden conducir el comportamiento de los niños de una manera «enterrada», en donde puede manifestarse a través de comportamientos agresivos. Alternativamente, algunos padres hasta pueden fomentar el conflicto, ya sea abiertamente o por falta de seguimiento e intervención cuando uno de los hermanos esta claramente tratando sin miramientos al otro.
En cambio, los padres eficaces utilizan el conflicto para enseñar a sus hijos los principios morales detrás de las resoluciones estratégicas, y así demostrar cómo aplicar estos principios. El trato violento, abusivo o humillante no es tolerado por estos padres, además de establecer consecuencias por el comportamiento que viola esos valores que apoyan la preocupación activa y el respeto por los demás (véase «Hablando en Proverbios»).
PARTICIPACIÓN CONTINUA
Si bien los padres pueden encontrar que su supervisión directa o entrenamiento se necesita con menos frecuencia, al desarrollar con éxito las habilidades interpersonales, un estudio publicado en agosto de 2000 en el Journal of Marriage and the Family (Revista el Matrimonio y la Familia) enfatiza por la necesidad de que los padres continúen pasando tiempo valioso con los hijos, aun hasta la adolescencia. Estos investigadores observan que el tiempo gastado junto como familia podría ser el reflejo de la calidad de la unidad familiar, el cual, no es de sorprender que esté ligado a las relaciones positivas entre hermanos. Así como la supervisión de los padres tiene una influencia positiva en los niños más pequeños y su relación con sus amigos, estos especulan que «en la adolescencia, la presencia de un padre—como compañero, modelo, o supervisor—también podría cambiar la atención de los hermanos fuera de peleas y burlas».
Claro está, que para que su participación sea efectiva, los padres necesitan habilidades parentales básicas positivas, además de practicar lo que predican. El tratar de enseñar lo que es desconocido es luchar una batalla perdida. Si las relaciones entre hermanos parecen caracterizarse por las riñas, el sarcasmo, la rivalidad y la competencia, puede ser que sea tiempo para que los padres se hagan a sí mismos algunas preguntas serias: ¿Es la conducta de mis hijos simplemente una reflexión del comportamiento que ven en mí? ¿Podría yo estar fomentando competencia a través del trato preferencial, o al comparar un hijo con el otro? ¿Estoy ayudando a mis hijos a identificar sus fortalezas únicas, además de notar y reforzar sus esfuerzos por hacer las cosas bien?
Para bien o para mal, es nuestra naturaleza como seres sociales buscar la aprobación de aquellos que son importantes para nosotros. Aprendemos mejor de aquellos a los que amamos, y buscamos la opinión que nos diga que estamos teniendo éxito bajo sus expectativas hacia nosotros. «Todos los niños de sienten heridos y enojados cuando tratan duro por lograr algo que es difícil para ellos, pero no reciben reconocimiento por sus esfuerzos», dice el terapista infantil y familiar Peter Goldenthal. «Con frecuencia el coraje es dirigido a sus hermanos». Esto es especialmente probable si sus hermanos sobresalen con facilidad en un área en donde los otros tienen problemas, y el problema se agrava cuando los padres hacen comparaciones entre sus hijos. Entender las fortalezas únicas, así como sus debilidades, es el primer paso hacia el cumplimiento de sus necesidades individuales además de ayudarles a alcanzar su máximo potencial, al mismo tiempo reduciendo el combustible para los conflictos. Además de existir otro beneficio al hacer esto. Las creencias y valores de los padres son contagiosos. Mientras aprendemos a amar y apreciar a cada niño de manera única, y responder a sus necesidades sin parcialidad, es seguro que encontraremos a nuestros hijos reflejando nuestras perspectivas, apreciando las diferencias entre unos y otros, a la vez que disfrutan las áreas de interés común e identidad. Es probable también que se influencien y apoyen uno al otro en maneras que contribuyan a su desarrollo personal, fortaleciendo su capacidad para afrontar la adversidad, y enriquezcan sus vidas.
Esto, por supuesto, es lo que la mayoría de los padres esperan que sus hijos logren en todas sus relaciones, pero en particular con sus hermanos, si es que los tienen. Sabemos que está dentro de estas relaciones íntimas que nuestros hijos establecerán sus primeros y más cercanos lazos para toda la vida. También esperamos que nuestros hijos mueran después que nosotros, e idealmente nos gustaría que los lazos de apoyo entre ellos nos sobrevivan también.
Los padres no podrán garantizar este resultado. Sin embargo, como lo indica el investigador, estos pueden hacer mucho para incrementar la probabilidad de que las relaciones entre hermanos no se caractericen por la competencia, la agresión, la envidia y la violencia, sino por la cooperación, el altruismo, respeto y amor.
Es muy posible, que cada relación entre hermanos padezca cambios en estilos de relación y la frecuencia de contacto. No obstante, el entendimiento de los niños en cuanto a los valores y expectativas de la familia deben llevarlos a ser capaces de responder la pregunta «¿Soy el guarda de mi hermano?» sin duda alguna dentro de lo afirmativo.