El Momento del Colapso
La pregunta más desconcertante que surge de la teoría de la gran explosión o big bang es sencilla: si el big bang es el origen del universo, ¿qué sucedió antes de ese suceso? ¿De dónde surgió? ¿Acaso no todo origen —o como finalmente se le quiera llamar— requiere una causa?
Muchos cosmólogos contestarán a la defensiva tales preguntas empleando otra: «¿Qué tan vivo es el color naranja?», aunque se trate de conceptos diferentes. No obstante, la curiosidad humana triunfa sobra la falta de lógica. Cuando hablamos del origen tenemos un firme deseo por encontrar una respuesta.
Desde luego, la explicación más simple es volver a las versiones de la teoría del estado estacionario de Fred Hoyle, el hombre que por primera vez ridiculizó la idea de un origen al acuñar el término big bang. En un universo estacionario las pruebas de la expansión sencillamente indican que la creación es un proceso continuo: el universo no parece «adelgazarse» debido a que nuevo material se forma constantemente. Desde este punto de vista no se puede emplear el índice de expansión para calcular una fecha retroactiva hasta un principio en particular.
En la década de 1990 Hoyle y sus colegas, Geoffrey Burbidge y J.V. Narlikar, propusieron una teoría actualizada denominada cosmología de estado cuasi estacionario (QSSC, por su sigla en inglés). Este modelo describe la Vía Láctea y nuestra gigantesca aglomeración de galaxias colindantes como el resultado de un «big bang en miniatura» en el contexto de un universo en expansión de mayor tamaño. Se propuso que la radiación del fondo cósmico es el resultado de los elementos químicos creados en las reacciones de fusión de las estrellas. Para quienes proponen esta teoría, la abundancia de elementos y radiación indica que este proceso ha continuado durante eones.
La teoría QSSC describe «un universo oscilante y cíclico que nunca vuelve a un principio», afirmó Burbidge para Visión (lea el resto de nuestra entrevista). La teoría predice un tiempo de ciclo que es todo menos eterno, cercano a los 800 millardos de años. No existe una forma científica de investigar su dinámica, así que seguirá siendo una incógnita; pero para los científicos que aceptan ésta u otra teoría no basada en el big bang, su incapacidad para imaginar un punto de partida no es un problema debido a que la teoría no presupone uno (consulte nuestra entrevista con Eric Lerner, «El Big Bang: Ciencia o Cientificismo»). Lerner respalda la cosmología de los plasmas, otra opción no atada a un punto de partida cosmológico).
LA TEORÍA DEL BIG BANG
Aunque la teoría QSSC y otras cosmologías alternativas se basan en datos observacionales, predicciones comprobables o pruebas experimentales, la gran mayoría de los cosmólogos de la actualidad permanecen firmemente fieles a la teoría del big bang respecto al origen del universo. Luego de suponer la veracidad del big bang (se piensa que ocurrió hace 15 millardos de años), los teóricos pueden entonces especular con libertad acerca de lo que ocurrió antes de ese suceso. Quienes proponen alternativas para la teoría del big bang describen los escenarios con ese punto de partida como fantasías contrarias a la ciencia y no basadas en observaciones ni en pruebas experimentales, además de estar fuera de los parámetros de lo comprobable.
Una sugerencia es que el universo en verdad sea cíclico (aunque con un ciclo mucho más corto que el sugerido por la teoría QSSC) y en expansión, que luego se contrae y después se vuelve a expandir. Quizás el actual movimiento de expansión de las galaxias, como se interpreta a partir del corrimiento al rojo, es un rebote después de un colapso. Los modelos teóricos por computadora realizados el año pasado en la Universidad de Pensilvania intentaron recrear el «otro lado» del big bang. En su conclusión, los investigadores visualizaron un universo que se colapsa cuando en el último momento la fuerza de gravedad da un giro de 180° y deja de atraer para empezar a repeler. El último instante se convierte en el primero y la expansión comienza de nuevo.
En realidad, la posibilidad del colapso ha intrigado a los físicos desde que por primera vez se propuso la expansión. ¿Existe suficiente masa para detener la expansión? ¿Existe suficiente masa y, por lo tanto, suficiente gravedad para reunir de nuevo todo el material del universo? Los astrofísicos se han esforzado mucho en los últimos años para calcular la masa del universo y su índice de expansión. Sorprendentemente, han concluido que la expansión se está acelerando. Esto ha propiciado el restablecimiento de la constante cosmológica de Einstein en la forma de energía obscura: una fuerza misteriosa que parece contrarrestar la gravedad. Otro problema es que las galaxias contienen demasiada poca materia como para mantenerse estables, lo cual ha dado lugar a la invención de materia invisible u «oscura» que, junto con la energía oscura, extrañamente parece ocupar casi el 95% de la masa del universo.
UNIVERSOS-ISLAS
Otra manera de evitar las desconcertantes preguntas de un origen es imaginar los orígenes del universo como sucesos más bien rutinarios e incluso comunes. De acuerdo con el concepto del multiverso, quizás simplemente sea que nuestra vista es demasiado estrecha cuando nos limitamos sólo a un universo. «Después de un largo periodo un universo joven como el nuestro se habría originado de manea natural» insiste el cosmólogo, Sean Carroll, del Instituto Tecnológico de California. «Nuestro universo observable y sus cientos de millardos de galaxias son sólo una de esas cosas que ocurren de vez en cuando, y su flecha del tiempo [y las leyes físicas que funcionan en su interior], sólo una situación especial debido a sus orígenes en medio de un océano de universos» («Time before Time [El tiempo antes del tiempo]», Seed, septiembre de 2006).
Y así, el concepto de las «galaxias-islas» de los días de Hubble se ha convertido en los «universos-islas». La idea de universos burbujeando en una especie de espuma multidimensional más allá de nuestra normalmente limitada comprensión en cuatro dimensiones es algo que podríamos esperar que la Alicia moderna se encontrara en el País de la Cosmología. Sin embargo, cuando esta idea se combina con el espacio-tiempo en expansión descrito por la teoría de la relatividad y un fenómeno llamado efecto túnel, literalmente cualquier cosa puede suceder y en realidad sucede… en teoría.
«Todo el espacio-tiempo [de nuestro universo en expansión] de eterna inflación se originó como un universo minúsculo y cerrado» explica el físico, Alexander Vilenkin, en Many Worlds in One: The Search for Other Universes [Muchos mundos en uno: La búsqueda de otros universos]. «Apareció de la nada de una manera mecánica-cuántica como resultado del efecto túnel y de inmediato se entregó a la incontenible e interminable inflación… El universo es diminuto justo después del efecto túnel, pero se llena de un falso vacío e instantáneamente comienza a inflarse. En una fracción de segundo se expande hasta alcanzar un tamaño gigantesco».
Por lo tanto, de acuerdo con la aseveración anterior, la respuesta final a la pregunta de qué sucedió antes del big bang es muy sencilla: Nada. «Antes del efecto túnel no existía el tiempo ni el espacio», agrega Vilenkin, «así que la pregunta respecto a qué sucedió antes no tiene sentido. Nada —un estado sin materia, espacio o tiempo— parece ser el único punto de partida satisfactorio para la creación».
¿PODREMOS SABERLO?
El físico teórico y sacerdote anglicano, John C. Polkinghome, argumenta que el método científico de investigación, con su amplia variedad de datos observacionales, es útil para confirmar la revelación metafísica. Él describe la teoría de los universos-islas como una teoría simplemente evasiva: un cuento que no sólo pone a prueba los límites de la credibilidad científica, sino que también niega la posibilidad de una conclusión fuera de la explicación material. «En un intento por reducir la sobreabundancia [ocasionada por un universo cuidadosamente ajustado para mantener la vida humana], algunos han propuesto la hipótesis metafísica de que existe un vasto multiverso compuesto por muchos mundos con distintas leyes naturales, y que el nuestro es justo donde, por azar, las circunstancias son las adecuadas para la vida», escribió en un ensayo titulado Physics and Theology Then and Now: How Did the Disciplines Get Split Up? [La Física y la Teología antes y ahora: ¿Cómo se separaron estas disciplinas?]. «Algunos de nosotros la consideramos una propuesta muy pródiga y creemos que una explicación más mesurada es que el universo es así porque no se trata de “cualquier mundo antiguo”, sino de una obra que su Creador dotó de fructíferas posibilidades».
Pese a lo diligentes que podamos ser mientras buscamos una explicación utilizando sólo nuestros recursos, la ciencia, por sí misma, no tiene los medios para responder a nuestras preguntas más profundas. En algún momento debemos llegar a la conclusión de que no podemos conocer el principio. El relato bíblico de Job lo demuestra: «¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?» fue la primera de las preguntas con que Dios bombardeó a Job dejándolo vacilante y por fin consciente de sus propias limitaciones (Job 38:4).
La consciencia humana está impregnada de la sensación y la esperanza de que hay algo más allá de lo material. El creer que la creación tiene un propósito y que nuestra vida trasciende de las funciones meramente biológicas es un anhelo espiritual integrado en nuestro ser. También nosotros, como dijo Job: «de oídas te había oído». En otras palabras, tenemos una fe prudente en cuanto a que nuestra existencia tiene más significado del que la ciencia puede revelar. No obstante, el momento del colapso llega cuando esta creencia se vuelve personal. Cuando Job finalmente pudo declarar «Ahora mis ojos te ven» se le condenó a poner en práctica la revelación y el entendimiento que eso conllevaba (Job 42:5-6).
Si permitimos que la ciencia sea la única medida de nuestro entendimiento siempre terminaremos frustrados en nuestra búsqueda de un propósito en el universo. El Creador revelado en la Biblia afirma que está personalmente interesado en todos los seres humanos. No nada más le interesa el hecho de que existamos, le interesa nuestra disposición para actuar según lo que afirmamos creer. ¿Estamos permitiendo a la ciencia ayudarnos a «ver» o solamente la utilizamos para cerrar nuestros ojos ante una realidad que nos rehusamos a aceptar?