El Valor de la Felicidad
En el libro A Good Childhood: Searching for Values in a Competitive Age [Una buena infancia: Buscando valores en una era competitiva] (2009), la Children’s Society, una organización benéfica en el Reino Unido que busca mejorar la infancia de todos los niños, preguntó el punto de vista de más de 30,000 niños, padres y profesionales acerca de la condición actual de la infancia.
A partir de una encuesta importante realizada en el año 2006, el informe se refiere a un descubrimiento de la UNICEF de 2007, el cual señala que los niños estadounidenses y británicos son menos felices que los niños de casi cualquier otro país desarrollado. Ésta es una declaración triste, especialmente debido a que en una votación realizada para la encuesta, el 58% de los niños, al ser enfrentados a una serie de opciones como «ser adinerado» o «tener un buen empleo», señalaron que su más grande ambición era «ser feliz». A pesar de que fue creada principalmente para su uso interno, muchos de los descubrimientos en el informe y sus recomendaciones se pueden aplicar de manera universal. De hecho, Bob Reitemeier, Presidente de la Children’s Society, comentó: «Este informe, además de ser un hito, es una llamada de atención para todos nosotros».
Algunos de los factores determinantes de las causas de la infelicidad identificados en el informe no serán sorprendentes para muchos (consulte La Vida sin Hijos: El Nuevo Vacío en la Crianza). Entre ellos se encuentran factores tales como la disolución familiar, la sexualización prematura de los anunciantes y la brecha existente entre ricos y pobres. Una correlación observada fue el vínculo entre la felicidad y los valores. Al preguntarle a un niño de 13 años: «¿Cuál es la importancia de la forma de tratar a las personas?», su respuesta fue: «Creo que si tratas a las personas como quieres que te traten, tendrás una vida feliz». Esto refleja el entendimiento de lo que se conoce como la Regla de Oro: trata a los demás como quieres que te traten, un concepto reflejado en las palabras de Jesús registradas en la Biblia (Lucas 6:31). Aunque podríamos considerar esto como una meta loable, relacionarlo con la felicidad personal podría parecer algo que va en contra del razonamiento. Ciertamente, la manera más rápida de alcanzar la felicidad es maximizar nuestros propios niveles de placer.
Arístipo de Cirene (435-356 a.C.), un filósofo seguidor de Sócrates y fundador de la escuela de filosofía cirenaica, enseñaba que el objetivo final de todas las acciones humanas es el placer y él personalmente estaba dispuesto a romper con las convenciones sociales de su época para dedicarse a una conducta llena únicamente de placer a pesar del hecho de que pudiera ser considerado escandaloso e insensible. Si bien la mayoría de las personas probablemente evitaría esta filosofía al ser identificada en términos tan duros, parece que muchos participan sin darse cuenta en una forma moderna de la misma premisa.
La Children’s Society sostiene que una menor creencia en la obligación social, tanto a nivel religioso como secular, provocado una reducción en la confianza en valores tales como la generosidad y la justicia. La sección de valores en la encuesta señala: «Este vacío ha abierto el camino hacia el individualismo excesivo: la creencia de que las cosas funcionarán adecuadamente si cada quien se preocupa por sí mismo».
En efecto, la Children’s Society afirma también que la mayoría de los obstáculos que enfrentan los niños hoy en día están relacionados con la creencia entre adultos de que el deber principal de un individuo es alcanzar sus propios objetivos en lugar de dar prioridad a las necesidades de los demás. Se sugiere que esta creencia a menudo se caracteriza por la búsqueda de adquisiciones materiales y la competencia por encima de la cooperación en una sociedad cada vez más individualizada en la que las intenciones egoístas se consideran aceptables. La búsqueda del placer personal del siglo XXI podría estar representada por el gasto injustificado en la más reciente pantalla de televisión, un aparato de comunicación portátil o el accesorio de moda más reciente; pagar a crédito unas vacaciones costosas; comprar un auto nuevo sólo para estar al mismo nivel de los vecinos o no poder dejar el «estilo de vida de soltero» a pesar de las responsabilidades familiares.
Lord Richard Layard, coautor del informe sobre la infancia, es Profesor Emérito de Economía en la Facultad de Economía de Londres, en donde también dirige el Programa de Bienestar en el Centro de Rendimiento Económico. Durante una entrevista para el Telegraph explicó la cultura británica materialista de la actualidad de la siguiente manera: «Hay una disminución en las creencias religiosas y en lo que podría llamarse socialismo, esa clase de solidaridad social que era muy fuerte en la primera mitad del siglo XX». Podríamos calificar esto como una disminución en los valores tradicionales.
Si se sostiene que un exceso de individualismo podría ser perjudicial para la sociedad en general y para los niños en particular, entonces ¿qué oportunidad tenemos de alcanzar la felicidad? Si rechazamos la filosofía de Arístipo de buscar primero el placer personal, entonces ¿qué es lo que deberíamos estar moldeando en su lugar? ¿Hacía dónde deberíamos estar encaminando a la próxima generación?
La Children’s Society ha pedido un cambio importante en el corazón de la sociedad: uno en el que los adultos defiendan y moldeen los valores sin los que una sociedad no puede florecer.
Un estudio realizado por Michael Steger, director del Laboratorio para el Estudio del Significado y la Calidad de Vida en la Universidad de Louisville, Kentucky, EE.UU., sacó a la luz estas preguntas. Junto con sus colaboradores, pidió a algunos estudiantes que anotaran en un diario si habían participado en actividades que fortalecieran las virtudes (tales como ofrecerse como voluntarios) o en actividades placenteras (como consumir alcohol). También se les pidió que respondieran cuestionarios diarios diseñados para indicar cuán felices se sentían. Uno de los descubrimientos de Steger obtenidos a partir de este estudio fue que si participaban en más actividades para fortalecer las virtudes, más felices decían haberse sentido durante ése y los días siguientes. No encontró ninguna relación entre la búsqueda de placer y la felicidad.
Cuando vivimos una vida enfocada en los demás y no en uno mismo, cuando ayudamos a desarrollar un sentido de comunidad y bienestar entre las personas con quienes vivimos y trabajamos, cuando defendemos y moldeamos valores tradicionales tales como la cortesía, la honestidad y el respeto, entonces no sólo indicamos a nuestros hijos cuál es el camino hacia la verdadera felicidad, sino que también nosotros mismos nos encaminamos hacia ella. Esto supone vivir una vida caracterizada por el dar en lugar del recibir. Es lo que nuestros hijos necesitan, lo que nosotros necesitamos y lo que nuestra sociedad necesita. Si realmente valoramos la felicidad, entonces lo que más necesitamos es adquirir los valores correctos.