En sus propias palabras
El 6 de agosto de 1945, Yoshitaka Kawamoto, de 13 años de edad, se encontraba en la escuela con sus compañeros cuando la primera bomba atómica cayó en Hiroshima, ciudad del sureste de Japón. Uno de los pocos sobrevivientes de ese infierno —su escuela estaba a apenas 800 metros del hipocentro—, Kawamoto creció para convertirse en el director del Museo Conmemorativo por la Paz de la ciudad. Ahí, cada año cuenta su historia a incontables visitantes de todo el mundo, incluyendo al editor de Visión, David Hulme:
«Apenas entrábamos al salón de clases cuando lanzaron la bomba. Uno de mis amigos apuntó hacia la ventana diciendo que podía ver un B-29 en el cielo. Yo estaba sentado en mi pupitre a punto de pararme para ver el avión».
«Creo que ése fue el momento del impacto. Una luz blanquiazul destelló frente a mis ojos; probablemente sólo duró algunos segundos. No recuerdo nada después de eso. Cuando desperté, todo estaba muy oscuro. Yacía bajo muchos escombros y no me podía mover».
«Sólo podía escuchar sollozos y niños llamando a sus madres. También recuerdo escuchar a algunos de mis compañeros entonar la canción de nuestra escuela. No soy muy bueno para cantar, pero aún puedo cantarla desde el primero hasta el último verso. Creo que me les uní cantando alto».
«Después de un rato las voces se fueron apagando una por una. Mis amigos iban muriendo uno por uno, hasta que yo fui el único que quedó cantando. Y todavía la ayuda no llegaba. Cuando todas las demás voces se habían desvanecido, sentí miedo por primera vez».
«Comencé a forcejear para liberarme. Mi desesperación me dio una fuerza impresionante. Empujé los obstáculos uno por uno, mientras avanzaba centímetro a centímetro. Creo que forcejee y me arrastré con todas mis fuerzas durante una hora aproximadamente. Cuando por fin pude sacar mi cuello, me di cuenta por primera vez de la magnitud de la destrucción recién ocurrida».
«Tenía lastimado el brazo. Un trozo de madera de unos 30 centímetros de largo estaba clavado en él y no lo podía mover. Así que tomé una toalla que llevaba colgando de la cadera y la até alrededor de mi brazo como un torniquete. Luego jalé el trozo de madera. Además de tener tres dientes rotos, no tenía otras lesiones. El fuego estaba por acorralarme, así que decidí escapar, pero no sabía para dónde correr».
«Pensé que el patio sería seguro. Corrí en esa dirección, entre el calor del incendio. Allí me topé con el director de la escuela, pero no pude reconocerlo por su cara. Lo único que traía puesto era el cinturón alrededor de su cintura».
«Todo lo que había a mi alrededor eran cuerpos de estudiantes, niños y niñas, unos 8,400 de ellos provenientes de toda la ciudad, que habían estado trabajando ahí en el momento de la explosión. No todos estaban muertos. Algunos intentaban asirse de mis talones, rogándome que los llevara conmigo. Tenía que empujarlos y seguir caminando. Aún cargo conmigo la terrible culpa de dejarlos atrás».
«El lugar al que finalmente llegué fue a un puente. Me parece que ya habían pasado unas dos horas y media después del impacto de la bomba. Según recuerdo, el río estaba lleno de cadáveres y no se podía ver la superficie. La gente estaba saltando al agua una tras otra. Tratando de evitar los cuerpos flotantes, bebí del río y me desmayé ahí al borde del agua».
«Cuando volví en mí eran como las siete de la noche. Los camiones del ejército japonés llegaban al río a rescatar personas y llevárselas a una gran bodega en la playa. Me encontré recostado en el interior de la bodega».
«Así fue como se salvó mi vida, pero después de una semana, mi cabello comenzó a caerse y mi nariz empezó a sangrar continuamente por casi 48 horas. Estuve ciego durante tres meses. No pude ponerme de pie durante todo un año. Tuve la suerte de que mi cuerpo de 13 años tuviera la suficiente fuerza para sobrevivir a todo aquello».
«Hay algo más que me gustaría decirles a los niños del siglo XXI. Deben comprender exactamente qué sucedió en Hiroshima y vivir sus vidas a la luz de ese entendimiento. Ésa es la razón por lo cual todavía se deben recordar el Holocausto y Hiroshima».
«Les recuerdo que si lo ocurrido en Hiroshima se repitiera alguna vez, significará el fin de la raza humana. Ruego por que las generaciones venideras analicen a profundidad el significado de Hiroshima y se esfuercen por construir un mundo libre de armas nucleares».