Remodelando nuestro mundo: un relato cautelar
¿Queremos, realmente, un futuro de hechura humana? En esta era sintética, un filósofo aboga por mantener natural la naturaleza.
Al pensar sobre cómo cambiamos el mundo, el filósofo ambientalista Christopher Preston evoca una escena de la película de 1967 El graduado. Llamando aparte al joven Ben Braddock (Dustin Hoffman), Mr. McGuire (Walter Brooke) le advierte: «Quiero decirte una palabra… ¿me escuchas?: Plástico; ¡hay un gran futuro en el plástico!».
«Hoy —sugiere Preston—, si Ben recibiera una advertencia así, oiría una promesa mucho mayor de un futuro sintético aún más asombroso. Los seres humanos ya no nos rodeamos solo de nuevos materiales. Nuestra especie también está adquiriendo la capacidad de idear una cantidad de importantes procesos planetarios clave».
En su nuevo libro, The Synthetic Age: Outdesigning Evolution, Resurrecting Species, and Reengineering Our World (2018), Preston sostiene que no estamos viviendo meramente en un mundo de plásticos, sino que nuestras tecnologías tienen el potencial de remodelar el mundo por completo: «Grandes decisiones acerca de la expresión de nuestros poderes pesan sobre nosotros». En vez del Antropoceno, él llama nuestra nueva era de maleabilidad el Plastoceno (o Era Sintética).
«Al juguetear deliberadamente con algunas de las más elementales funciones físicas y biológicas del planeta, los seres humanos estamos a punto de convertir un mundo que se encuentra en un mundo que se hace».
Según Preston, con adelantos tales como la nanotecnología, la genómica y la geoingeniería del clima, la tecnología amenaza con rehacer el mundo desde los cimientos —por así decirlo—, no solo cambiando su aspecto sino su modo de operar: «En lugar de impactar la naturaleza de manera impensada y accidental, el Plastoceno “a toda máquina” implica que lo moldearíamos confiada, deliberada y a veces desconsideradamente, todo según las mejores habilidades de nuestros técnicos expertos. Nada estaría fuera de alcance».
¿Debería haber límites? ¿Y quién lo decide? Según Preston, «los muy entusiastas en lo que respecta a lo que la tecnología ofrece leerán The Synthetic Age (La era sintética) sin siquiera darse cuenta de que hay un problema. No entenderían —en absoluto— que hay motivo para proceder con cautela; pero esa opinión no es universal. Hay muchísima gente que encuentra en el mundo una cierta majestad que está fuera de nuestras manos, y que quiere ver que el mundo siga de esa manera. Se trata de una tensión difícil».
Preston es profesor de filosofía de la Universidad de Montana–Missoula e investigador en el Programa Mansfield de Ética y Relaciones Públicas de dicha universidad. Sobre esa tensión entre lo que podríamos hacer y lo que deberíamos hacer, él habló con el editor de ciencias de Visión Dan Cloer.
DCMientras observaba su plan de estudios me preguntaba si acaso algunas de las novelas de Michael Crichton formarían parte de su lectura complementaria. Él por cierto planteó algunas situaciones hipotéticas terribles que las nuevas tecnologías podrían llevar a cabo al alterar el mundo natural.
CPNo, realmente, no es necesario. Muchos de mis estudiantes ya se muestran algo escépticos con respecto a la tecnología, y están aquí en Montana porque les encanta el mundo natural y quieren ver que se mantenga. Así que muchos de mis estudiantes —que tienden a ser más pro Thoreau, Muir y un antiguo estilo de conservación de áreas silvestres— ya han tomado en cuenta el tipo de advertencias de Crichton provenientes de un libro como Presa. Pero en mis clases, yo trato de inyectar un sentido de cautela.
DCEn la primera parte de The Synthetic Age, usted narra un momento de toma de consciencia —en el muelle, tras una expedición de pesca de fletán en Alaska—, cuando en la orilla ve a un oso comerse un salmón. Pensé que esta iba a ser una historia sobre nuestras complicadas maneras de pescar, en contraste con la simplicidad de la naturaleza, pero no lo fue.
CPNo, relaté esta historia para ilustrar el momento en que esos asuntos se vuelven personales y comienzan a motivarlo a uno; en este paraje espectacular, lleno de vida silvestre y tan prístina como parecía, reconocí que puede que no sea seguro comer fletán en grandes cantidades. Este «darme cuenta» fue algo grandioso para mí: percibir que el mundo entero ha sido afectado por nuestras actividades, incluso en ese lugar. Quise decirles eso a todos; hay un momento en que esto se vuelve personal. Bueno… eso espero.
DCUsted llama este tiempo en que vivimos «espacio de reflexión» o «período transicional»; parece que sugiere que no solo estamos construyendo tecnologías, sino que también estamos en el proceso de sintetizar un sentido de valores morales. ¿Es esto acerca de crear un sentido más profundo de quiénes somos y de qué estamos haciendo en el mundo?
CPTodo el mundo usa el término Antropoceno: era humana, para referirse a esta nueva época en la que supuestamente estamos; pero las épocas duran decenas de miles de años, por lo cual pienso que es un error creer que ya estamos en esta era humana y dar esto por hecho. La idea de Antropoceno proporciona un momento para darnos cuenta de que los efectos de nuestro impacto sobre el planeta son globales; no hay escape a eso. Entonces, ¿qué responsabilidades conlleva esa realidad? ¿Significa que ahora tenemos que hacernos cargo de la administración de la Tierra de manera agresiva? ¿O que tenemos que retroceder?
«En este momento transicional de Antropoceno tenemos que tomar decisiones sobre cuánto control planeamos ejercer en nuestro mundo».
En lo que respecta a la síntesis de nuevos valores, creo que en las próximas décadas surgirá un nuevo tipo de ética ambiental o filosofía ambiental. Conforme avanzamos en este momento de transición, habrá que revisar y reformular la idea de «la naturaleza ahí, intangible», que solo necesitamos venerar y dejar en paz.
DCUsted escribe bastante sobre el cambio de lo intangible a lo tangible, y sobre que algunos ya dan por ida la «naturaleza prístina».
CPAquí en la Universidad de Montana tenemos grandes escuelas de silvicultura y biología de vida silvestre. En ellas, están de moda las ideas de que la naturaleza prístina ya se ha acabado y de que ahora una gestión no intervencionista es imposible. A muchos de los estudiantes de silvicultura también les gusta el estilo antiguo de conservación; pero está toda esta manera de pensar que dice que la «naturaleza» se ha terminado, que ya no hay naturalidad ni salvajez, así que hagamos otro tipo de ordenación del paisaje.
Creo que uno puede exagerar en cuanto a esto. Me preocupa el pasar demasiado hacia el lado de la gestión intervencionista.
DCSi, como usted dice, nos hemos desconectado del «gozne de la ética orientadora» de la naturaleza, ¿qué principio o filosofía se convertirá en la nueva base para la toma de decisiones?
CPCuando me refiero a ese «gozne», me refiero al mundo fuera de nosotros, el mundo fuera de nuestro control; es el mundo en el que hemos nacido y convivimos y con el que estamos en constante negociación. Ese mundo es muy valioso y, en la medida de lo posible, necesitamos mantenerlo.
La idea de la era sintética no significa «se acabó el juego; aceptémoslo». La idea que expreso en el libro es que, si no tenemos cuidado, viviremos en una era enteramente sintética. Realmente, yo estoy a favor de mantener el mundo fuera de nosotros a manera de ese gozne ético orientador. De lo contrario, se va a reducir a «la ley del más fuerte» o «el dinero es lo que cuenta».
DC¿Cómo esta negociación ofrece dirección?
CPEncontramos un mundo que es diferente de nosotros e independiente de nosotros.
Es análogo a cómo nos desenvolvemos en el mundo social. Encontramos personas que son independientes de nosotros, nunca enteramente bajo nuestro control o sujetas a nuestros diseños. Aprendemos cómo negociar una relación con ellos fuera de nosotros mismos. Considero esto similar a como deberíamos relacionarnos con el mundo no humano más amplio que nos rodea. Deberíamos tratarlo como independiente, lo cual genera cierto respeto por ese mundo.
«Parte del objetivo de este libro es que nos enfrentamos a esto ahora porque estas tecnologías están llegando. Aunque no en todos los casos, en algunos están en juego intereses comerciales».
DCEntonces, en esa relación con la naturaleza, ¿también aprendemos acerca de nosotros mismos, tal como cuando interactuamos con otra gente?
CPSí, tal cual. Si no tenemos cuidado, vamos a perder ese mundo independiente. El libro está supuesto a sonar como una nota de prudencia; y tal vez —en lo que a esto respecta—debería haberla tocado un poco más fuerte.
DCEstoy de acuerdo. Su libro ofrece una muy equilibrada visión y evaluación de estas tecnologías disruptivas, pero nunca presenta un mensaje claro acerca de lo que deberíamos hacer ahora.
CPCuando recién empecé, quería escribir un manual pequeño, una introducción a algunas de esas tecnologías realmente sin precedentes. Pensaba que una reseña a manera de introducción no requería presentar una propuesta: no necesitaba pronunciarme a favor o en contra; solo presentar estas cosas tal como las veo. Pero creció y se convirtió en más que una introducción.
Más adelante en el proceso, mi editor sugirió agregar más opiniones y darle al lector una mejor idea de mi persona y de aquello en lo que estoy a favor o en contra. Eso podría resultar más interesante porque algunos lectores encontrarían un claro aliado, y otros, un claro enemigo. Con todo, lo cierto es que estas tecnologías no encajan en esa dicotomía de «a favor o en contra».
DCEn su ensayo de 2011 sobre geoingeniería climática Rethinking the Unthinkable (Reconsiderando lo impensable), usted decía: «Aunque cuando se aboga por la geoingeniería hay un grave riesgo de corrupción moral, sigue siendo teóricamente posible que, bajo ciertas circunstancias, pudiera ser el menor de dos males». Ahora, en The Synthetic Age advierte que si realmente comenzamos a controlar el clima, existe el riesgo de que nunca podamos dejar de hacerlo.
CPEn The Synthetic Age intento señalar algunas de las posibilidades buenas y malas, y que deberíamos tenerlas en mente.
Sin embargo, el ensayo al que usted alude deja en claro que hay un supuesto argumento en contra de la geoingeniería. El presentimiento que me indujo a escribir ese ensayo fue la sensación de que «esto es algo malo; es realmente drástico y una iniciativa sin precedentes». Así que traté de esgrimir el argumento de que no deberíamos interferir con este sistema. El argumento cauteloso estaba supuesto a llegar tan fuertemente como el que dice «bajo ciertas circunstancias, este pudiera ser el menor de dos males» Quienes abogan por la ingeniería climática se enfocan en la parte que dice «el menor de dos males».
Por supuesto, si el mundo estuviera a punto de incendiarse y uno pudiera enfriarlo lo suficiente rociándolo con aerosoles estratosféricos (usando la estrategia de Gestión de Radiación Solar), sería teóricamente posible que tal cosa pudiera ser el menor de dos males. Uno no debería rechazar algo de plano o tomar una posición extrema a favor o en contra de una u otra parte.
Conozco a algunos de quienes están investigando la geoingeniería, y son buenas personas, con buenos argumentos morales con respecto a gente que está sufriendo en el mundo con menor capacidad para lidiar con el cambio climático. Yo respeto a esos investigadores y su trabajo; así que no puedo simplemente descartarlo y decir que no hay ningún modelo o argumento posible para hacer esto. Dadas ciertas circunstancias, hay un argumento moral correcto para hacerlo. Pero creo que se debería suponer que este es el tipo de gestión equivocada para el manejo del planeta. Realmente, no deberíamos entrar en ese tipo de juego.
«Hay graves riesgos en juego, como también cuestiones de carácter humano, quiénes somos como especie y qué deberíamos estar haciendo».
DCEn lugar de Antropoceno, usted ha usado el término Plastoceno para representar nuestro moldeamiento de la Tierra. Algunos alegan que nunca vamos a hacer las cosas correctamente porque estamos hechos para considerar intereses a corto plazo en vez de consecuencias a largo plazo. ¿Cree usted que es posible para nosotros reflexionar colectivamente en lo que estamos haciendo y realmente adoptar decisiones de manera democrática tocante a estas tecnologías?
CPSí, esto es un desafío; y lo que escribí en el libro, una expresión de deseos. Pero necesitamos hablar de ello. ¿Qué va a hacer un filósofo, sino plantear preguntas y señalar cuestiones (que de otro modo se podrían ocultar), y procurar que la gente se motive a hablar de ello? Obviamente, no hay persona que por sí sola haya de frenar un enorme movimiento tecnológico; pero la gente puede contribuir a generar un debate, con el cual se podría crear cierto impulso, a fin de ver que la tecnología proceda de manera más éticamente deseable.
Permítame expandirme en el ejemplo de la geoingeniería. Tuvimos un estudiante de doctorado, al cual —con algunos fondos de la National Science Foundation (Fundación Nacional de Ciencias)— enviamos al Ártico, las islas del Pacífico y el África subsahariana. Él entrevistó gente que ya estaba experimentando el cambio climático y les preguntó qué opinaban de la geoingeniería. Según informó, muchos de los entrevistados están aceptando a regañadientes que puede que necesitemos tenerla en cuenta. Los daños ya están ocurriendo, y ellos quieren una vía de escape. Preferirían que hubiera otra salida y, algo muy importante, no querían que fuesen países ricos los que determinaran su clima, tomando decisiones por su cuenta, basados meramente en lo que ellos creen que sería conveniente para los habitantes locales. Esto —señalan—, les huele demasiado a la historia colonial que habían experimentado por cientos de años.
La lección es que puede que la ingeniería climática reduzca las temperaturas alrededor del mundo, y esto podría ser bueno para cierta gente; pero aun si lo fuera, la gente no quiere estar sujeta a fuerzas económicas y tecnológicas (a través de la ingeniería climática) que le resultan históricamente familiares y que le han causado mucho daño, opresión y falta de autodeterminación.
Si la ingeniería climática sigue adelante, tiene que tener en cuenta el contexto cultural de la gente a la que la tecnología afectaría. Va a haber maneras de hacerlo mejor y maneras de hacerlo peor. Si la gente va a hablar sobre esta tecnología, los expertos en ética y otros necesitan recordarles estos tipos de problemas.
DCUsted mencionó el carácter humano. Yo diría que es propio de nuestro carácter tender hacia más intervención y manipulación, en lugar de permitir que las cosas permanezcan como están. Así que, a medida que la ciencia revela más acerca del mundo y que nosotros inventamos nuevas tecnologías basadas en ese conocimiento, ¿no será la nueva dirección general hacia más cambio e intervención?
CP¡Por supuesto!, y muchas de esas tecnologías son positivas. Yo dije en el libro que bien se nos podría llamar Homo faber; fabricar es propio de lo que somos. Usamos nuestros pulgares oponibles para construir y reparar y para producir soluciones para nuestros problemas. Eso es emocionante y gratificante. Pero también veo gente como Henry David Thoreau, quien dijo: «Un hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir». La idea de frenarse y hacer menos en lugar de más, y a veces retroceder, es un factor clave de lo que el ambientalismo ha sido en los últimos cuarenta años más o menos. No podemos simplemente seguir afectando y consumiendo este mundo. Debemos dejar en paz algunas porciones.
A mí me gusta la tecnología; es solo que veo peligros que a veces pasan desapercibidos. Muchas de esas tecnologías tienen de por sí cosas maravillosas y cosas horribles. Yo consideré mi aporte mostrar algunas de esas cosas maravillosas y tal vez advertir en contra de algunas de las horribles. La parte del libro donde esta advertencia es más clara es el epílogo, donde hay algunas páginas acerca de la salvajez siempre habitando el mundo.
DCSí, al final del libro hay otra historia de un oso y otro tipo de revelación: la horrible muerte de un senderista —muerto por un oso pardo en Yellowstone— es un llamado de atención a ese incontrolable aspecto de la naturaleza.
CPQuería que este mensaje de salvajez llegara a la gente. Obviamente, en los animales salvajes hay salvajez. Pero también la hay en los genomas. Hay salvajez en el clima, en las máquinas que construimos, y en las sociedades y culturas en las que vivimos. Hay salvajez en la política, tal como se evidencia en las tan fracturadas políticas tribales que algunas democracias industriales están experimentando en estos momentos.
Así que, hay salvajez a lo largo del espectro. Pensé que la historia sobre la muerte del senderista era una ilustración muy visceral de esa salvajez. Quise dejar en claro que aun en lo que la gente llama Antropoceno hay, todavía, un mundo ahí afuera que es otro. Es diferente e independiente de nosotros.
«Ese oso no iba a ser disuadido de comerse a esa persona solo porque nosotros alegamos que esta es la era humana».
DCEn 2009 usted escribió una biografía del experto en ética ambiental Holmes Rolston III. Un aspecto muy importante de su obra es la amalgama de una comprensión científica del mundo con la idea de la influencia del Creador al crearlo. Percibir el mundo como creado en vez de originado accidentalmente también puede resultar orientador para nuestras decisiones. ¿Hay alguna razón por la cual usted no mencionó nada de ese material en este nuevo libro?
CPUno de los temas del libro es que este mundo independiente ha venido evolucionando a lo largo de millones de años, y de él ha surgido el valor moral. Es un valor que deberíamos atesorar. Esta es en buena medida la postura de Holmes Rolston. Quienes leen a Rolston y luego The Synthetic Age detectarán aquí algo del parecer de Rolston.
Como usted dice, Rolston inserta algo de teología en este largo y tortuoso relato de la historia terrestre. Pero yo fui alumno suyo en Colorado, y cuando él enseña al respecto, no incluye la teología. Él cree que uno, si quiere, puede hacer teológico este argumento en relación con el valor moral, pero que el argumento puede valerse por sí mismo, sin teología. Uno puede simplemente admirar la duración de la historia, los acontecimientos al azar, la creatividad y la belleza que han surgido.
En The Synthetic Age, el sentir de admiración que imbuía la opinión de Rolston se refleja en la mía con respecto a lo que está en juego y podemos perder. No lo mencioné a él porque estaba tratando de hacer que el libro apelara a quienes no están versados en teología o filosofía ambiental. Procuré hacerlo, podría decirse, un libro tan secular como pudiera ser, aunque uno puede, por supuesto, leer los tipos de valores sobre los que hablo como esencialmente teológicos.
DC¿Qué querría que los nuevos padres supieran sobre el mundo que sus hijos están heredando?
CPEste es un mundo de gran belleza, y potencialmente seguirá conteniendo gran belleza, majestad, sorpresa, gozo e iluminación. Lo tiene todo y seguirá. Es un mundo que puede darles a sus hijos una enorme cantidad de placer a lo largo de sus vidas.
Pero si se echan a dormir y permiten que todas las decisiones las tomen otros, puede que ese mundo se marchite y oscurezca. Si el clima es controlado por los ingenieros de Miami; los genes de los organismos vivos, por la deriva genética o la ingeniería genética; si los ecosistemas son creados por los encargados de administrar la vida silvestre (tomando decisiones humanas sobre qué especies se necesitan dónde), después, ese mundo mágico lentamente será subsumido bajo un mundo humano, diseñado y gestionado en función de intereses económicos. Eso sería una terrible tragedia, creo.
Les diría que participen y realmente vean el valor del mundo independiente de nosotros, y que hagan todo lo que puedan para asegurarse de que ese mundo perdure.