La fase final de la humanidad

Decidir si sobrevivir o no

¿Qué necesitará la humanidad para sobrevivir este siglo?

En todo el mundo, se alzan voces de alarma en la comunidad científica acerca del estado del planeta y nuestra capacidad para sobrevivir. Una de esas voces es la del autor y escritor de ciencia australiano Julian Cribb. Este miembro de la Academia Australiana de Ciencias Tecnológicas e Ingeniería y de la Real Sociedad de las Artes del Reino Unido advierte que «es ahora, no dentro de una generación, que se debe tomar la decisión de sobrevivir o no».

El editor de Visión David Hulme entrevistó a Cribb tras la publicación de su libro Surviving the Twenty-First Century («Sobrevivir al Siglo XXI»).

 

DH ¿Por qué escribió Surviving the Twenty-First Century?

JC Como escritor científico, estaba encontrando más y más gente que empezaba a preguntarse si acaso estábamos entrando en la «fase final» de la historia humana. Pensé que tenían en qué basarse; las perspectivas son algo sombrías. Me pregunto qué dice la ciencia, realmente, acerca de esto. Yo mismo no sabía la respuesta, pero sentí que valía la pena investigar, para ver qué estaba diciendo al respecto lo último y lo mejor de la ciencia.

DH Hemos oído antes sobre amenazas mundiales; tanto con respecto a la bomba H como a la preocupación por el medio ambiente en la década del sesenta. ¿Es diferente en algo el tiempo que vivimos ahora?

JC En comparación con la década del sesenta, tenemos ahora el doble de población y un aumento masivo de exigencias humanas sobre el planeta. Ahora, todo está empezando a colapsar, así que esto realmente ha agregado una nueva dimensión a la amenaza nuclear, que era la principal en los años sesenta. Ahora, todas las demás amenazas se están agravando mutuamente. Por ejemplo, en los años sesenta no había escasez de agua potable; pero evidentemente, hoy hay escasez de agua potable en todo el mundo.

DH En su libro usted señala diez amenazas existenciales. Quizás alguien pudiera agregar más, pero estas son las principales que usted ha identificado. ¿Qué es lo esencial que deberíamos hacer al respecto?

JC Lo que me vino a la mente mientras escribía el libro es que no se pueden arreglar estos problemas uno por uno. Si se intenta adoptar soluciones simples para una amenaza en particular, a menudo se empeora el asunto en otro aspecto. Por ejemplo, la solución simple para la inseguridad alimentaria es, sencillamente, aumentar la explotación agrícola, usar más maquinarias, más productos químicos, y cosas por el estilo. Pero eso, a su vez, empeora la situación climática, lo cual a su vez hace que la agricultura sea menos sostenible. Entonces, no termina uno con una solución para cualquiera de esos problemas. Me vino a la mente claramente que tenemos que crear soluciones interdisciplinarias que funcionen para todas las diez mega-amenazas.

DH Volverse políticamente comprometidos parece ser parte de su recomendación a quienes desean marcar una diferencia. Sin embargo, hoy en día muchísima gente está rechazando el activismo político, particularmente por las divisiones que están ahora ocurriendo en el mundo. ¿Qué le dice a quien afirmando ser apolítico pregunta qué debe hacer?

JC Pienso que en realidad, influimos más en el mundo como consumidores que como votantes, porque si elegimos comer sosteniblemente, nuestros mensajes económicos disciplinarán la industria e influirán en el gobierno. Así que, tan solo con su manera de vivir, uno puede influir en la economía entera.

DH Podrán decir algunos que con sus diez amenazas existenciales, suena usted como un pesimista.

JC La mayoría de los pesimistas, así caracterizados por la gente —Malthus, el Club de Roma— demostraron tener razón. El hecho mismo de que Malthus advirtiera a la gente acerca de la superpoblación fue uno de los factores que condujo a la revolución agrícola para que se pudiera alimentar a ese exceso de población. Muchos también escucharon las advertencias del Club de Roma. Yo no veo problema en advertir acerca de problemas.

DH Usted ha dicho: «Se podría definir a la humanidad como una especie que gasta treintaicuatro veces más en mejores maneras de matarse que en mejores maneras de alimentarse». ¿En qué basa esa estimación?

JC Conseguí los datos del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz. Ellos presentan un informe anual sobre lo que se gasta en armamento en todo el mundo. La suma asciende actualmente a un billón ochocientos mil millones de dólares. Así que esa es la cantidad que, cada año, el mundo está invirtiendo en mejores maneras de matar a la gente. En cuanto a la otra cifra, la conseguí de algunos economistas australianos en la Universidad de Minnesota, que en realidad han calculado cuánto dinero se gastó en investigación agrícola y alimentaria en todo el mundo. La suma fue de cincuenta mil millones de dólares, lo cual suena como mucho pero no lo es cuando se considera la cantidad de alimento que se consume. Así es como llegamos a ser una especie que gasta treintaicuatro o treintaicinco veces más en mejores maneras de masacrarse unos a otros que en mejores maneras de alimentarse unos a otros. Esto es solo una manera de destacar lo irracionales que se han vuelto nuestros procesos y atraer la atención adonde se encuentran los problemas reales.

Jimmy Carter señaló que si hubiera menos hambre, habría menos guerras. Si gastáramos diez por ciento del presupuesto militar mundial en la paz por medio del alimento, o sea, asegurando que todo el mundo tenga acceso adecuado a alimento, tierra y agua, tendríamos por cierto menos guerras, porque cuando en cualquier guerra uno raspa, quitando todo lo político, lo que queda en el fondo es gente que argumenta por alimento, tierra y agua. Esas son las cosas que realmente perturban a la gente. Cuando uno lee la historia de la Segunda Guerra Mundial, el fulcro de la política exterior de Alemania era adquirir más tierra —Lebensraum— para alimentar a los alemanes.

«Este problema del alimento, la tierra y el agua subyace a mucho del militarismo que ocurre hoy. Y si podemos aliviar eso, disminuiremos el riesgo de guerra».

Julian Cribb

DH Cuando por primera vez vi la crisis de alimentos como una de las amenazas existenciales, me sorprendió un poco. ¿Cómo llegó a esa conclusión?

JC De nuevo, fue algo a lo que llegué tras examinar toda la evidencia científica. Pensé, ¿qué nos está impidiendo arreglar estos problemas? La respuesta es que tenemos muchas creencias favoritas que a veces se interponen en el camino.

En lo particular, llegué a esta conclusión al pensar acerca del dinero. El dinero es una ficción. Es puro producto de la imaginación humana. No existía antes de que apareciéramos nosotros ni existirá después que nos hayamos ido. Está exclusivamente en nuestras mentes. Lo alarmante acerca del dinero es que uno puede crear tanto de él como quiera. Eso es lo que sucedió durante la crisis financiera mundial. La crisis fue creada por bancos, sacando muchísimo dinero de la nada y prestándolo a gente que no podría devolverlo; entonces la Reserva Central de los Estados Unidos y otros bancos de reserva arreglaron la crisis sacando más dinero de la nada y pagando a los bancos la deuda imaginaria que ellos habían creado. Todo fue, simplemente, póquer de la liga juvenil.

Pero el caso es que, si uno usa un suministro infinito de dinero para destruir recursos finitos, como el suelo o el agua (esenciales para la producción de alimentos) o bosques, se quedará sin suelo, sin bosques y sin agua mucho antes de quedarse sin dinero. Esto es una muestra de cómo las creencias humanas acerca del mundo pueden entrar en conflicto con lo que necesitamos hacer para realmente resolver el problema.

Así que, me puse a examinar esas creencias. Hay cosas, entre ellas, ciertamente, nuestras creencias políticas, que interfieren entre nosotros y la solución del problema. Y hay algunas creencias religiosas (por lo general antiguas) que interfieren con nuestro cuidar del planeta en gran escala. Con todo, también hay nuevas creencias religiosas, como el Laudato Si del papa Francisco, en el cual declara que la función de los seres humanos es cuidar el planeta. Así que, en estos momentos, la religión está repensando sus postulados más de prisa que la política o el dinero.

Pero tenemos que cuidarnos de estos sistemas de creencias, por si nos hacen tropezar y nos impiden abordar el problema real.

DH Si la religión puede desempeñar algún rol en ayudarnos a encarar estas amenazas, ¿cómo considera que se pueda aprovechar?

JC Bueno, tradicionalmente, a lo largo de la historia, la religión ha mantenido un hilo fuerte de orientación moral y ética. Pero en los últimos sesenta años, ha sufrido un poco: a medida que el factor material ha tomado el control, en todo el mundo la cantidad de gente que asiste a los lugares de culto ha tendido a disminuir. De cara a la modernidad, muchísimas religiones se han descubierto a sí mismas a la defensiva, y están buscando una manera de reinventarse. Esto está ofreciendo a la gente de fe —sea cual fuere su fe— una tremenda oportunidad de reafirmar su liderazgo moral y ético en el mundo y descubrir un rol ciertamente fundamental para garantizar la supervivencia humana.

«Creo que toda fe, y de hecho toda creencia política, tiene que poner la supervivencia humana como objetivo número uno».

Julian Cribb

DH El poeta y granjero estadounidense Wendell Berry ha dicho que probablemente la escritura más significativa con respecto a salvar la tierra es la que se encuentra en Génesis 2:15, donde dice «la guardase»: guarden la creación, cuídenla, presérvenla, consérvenla, asegúrense de su sostenimiento.

JC Pienso que eso es exactamente así. Pero también se dice algo en los Salmos, donde se habla sobre poner a todos los animales de la creación bajo el dominio de la especie humana. Esa es una vieja idea aplicable a un mundo donde había menos de mil millones de habitantes y los sistemas ambientales no estaban tan presionados. Los tiempos han cambiado dramáticamente. Tenemos que cuidar de este planeta si queremos existir en él.

DH Al comienzo del capítulo tres de su libro, usted cita ese versículo del Salmo 8, en relación con el «dominio» que le fuera otorgado a la humanidad. Es cierto que algunos han tomado ese texto como una oportunidad de explotar la tierra. Para ellos, dominio significa explotación. ¿En qué sentido presenta usted esta escritura en particular?

JC Dominio, por supuesto, viene del latín dominus, que significa «señor», de modo que es un concepto jerárquico. El «señor» es señor del señorío (el territorio que le pertenece), por eso —en su señorío particular— todos se subordinan a ese señor. Hoy en día, esa idea es bastante anticuada. Nosotros preferimos que nuestras pirámides sean mucho más planas. Poner todo bajo el pie de un hombre o bajo el pie de una sola persona es mala idea. Sabemos ahora que si seguimos haciendo las cosas que estamos haciendo —producción en masa de todo tipo de productos, largando polución y contaminación— nos perjudicaremos al final. Así que, no es en absoluto un caso de dominio. Es, más bien, como cultivar un jardín, cuidar el jardín. Y creo que ese es el ángulo desde el que lo ve el papa Francisco, que realmente tenemos que cuidar el lugar y vernos a nosotros mismos como cuidadores y mayordomos, no como señores y maestros.

DH Es interesante que en Génesis, tras mencionar lo relativo al dominio («sojuzgad», «enseñoread»), se habla del jardín que tenemos que labrar y guardar. El término hebreo aquí se refiere a conservar, preservar, cuidar de, nutrir… No es sobre explotación. Siempre he encontrado eso muy interesante, porque se trata de una visión temprana de la tierra, como usted ha estado señalando, y sin embargo, no podría ser más actual en términos de lo que se necesita que hagamos al respecto.

JC Hay algunas antiguas virtudes que son increíblemente pertinentes en la era actual. Una de ellas es la de ahorrar, no meramente tirar; limpiar el plato como su abuela le ordenaba hacerlo. Ella sabía cómo era pasar hambre. Nosotros no sabemos cómo es porque tenemos este sistema agrícola sobrecargado que tal vez caiga a mediados de siglo. Ella sabía que había que preparar conservas de fruta para el invierno, porque, llegando esa época, iban a escasear.

«A lo largo de la historia, los seres humanos han tenido en cuenta la necesidad de cuidar del suelo, del abastecimiento de alimentos y de cosas así. Hay gran sabiduría en ello. Es la sabiduría de la experiencia, de realmente morir de hambre si uno no hace eso».

Julian Cribb

En nuestra sociedad a corto plazo actual, donde todo se consigue en el supermercado, hemos olvidado algunas de esas lecciones primordiales de humanidad, y necesitamos redescubrirlas. No me importa si las redescubrimos en las Escrituras o por lecturas de ciencia o de lo que sea, pero tenemos que redescubrirlas si esperamos sobrevivir como especie a través de los retos que este siglo habrá de depararnos.

DH Usted mencionó: sabiduría. Uno de los puntos que señala es la capacidad humana de previsión, lo cual considera un aspecto único de la humanidad. Eso debería conducirnos a la acumulación de sabiduría.

JC Obviamente, dentro de la especie humana hay individuos sabios, pero en general, no lo somos como especie; si lo fuéramos, no estaríamos exponiéndonos de estas diez maneras extremas. Si fuéramos sabios, no estaríamos arriesgando nuestro futuro entero. Por eso abogo por que nos volvamos más sabios. Sabiduría es la aplicación del conocimiento para lograr un mejor resultado. Es, sencillamente, pensar acerca del problema y luego decir: «A partir de lo que he aprendido y con las herramientas de que dispongo, ¿qué puedo hacer para solucionar este problema o hacer de este un mundo mejor? Si colectivamente toda la raza humana comenzara a pensar así, tendríamos más y mejores posibilidades de sobrevivir este siglo.

Cómo vamos a empezar a pensar así es a través de Internet y las redes sociales. Es compartiendo el conocimiento de lo que funciona; compartiendo, a la velocidad de la luz, las soluciones para el cambio climático, el desarme nuclear, la inseguridad alimentaria, la intoxicación mundial, todas estas amenazas. Y eso ya está sucediendo.

DH Con todo, al mismo tiempo usted dice que puede que no seamos suficientemente inteligentes como para asegurar nuestra existencia a largo plazo. Estas pudieran parecer ideas irreconciliables.

JC Yo no creo que sean irreconciliables. Como especie, no somos inteligentes en estos momentos porque no hemos visto los peligros que se están acumulando. No obstante, ahora estamos comenzando a compartir el conocimiento de estos peligros, y las posibles soluciones, en Internet. Y esto es lo que yo llamo pensar como especie. Estamos aprendiendo a pensar como especie. Estamos teniendo conversaciones en todo el mundo, compartiendo conocimiento, compartiendo sabiduría, compartiendo percepciones, compartiendo soluciones a los problemas que enfrentamos.

DH Uno de los conceptos que menciona es el de «recuperar espacios naturales» para ayudar a resolver los problemas de producción alimentaria. ¿Cómo se logrará esto en términos prácticos? ¿Podemos, realmente, recuperar espacios naturales al ritmo que usted quiere que suceda?

JC Creo que podemos, pero necesitamos comenzar por hablar de eso. Primero que todo, pienso que necesitamos mudar del campo a la ciudad la mitad de nuestra producción alimentaria. Las ciudades del mundo constituyen un enorme repositorio de nutrientes y agua potable, y nosotros podemos fácilmente reciclarlos para convertirlos en producción alimentaria. Pero si seguimos tirándolos por las tuberías del alcantarillado o en el vertedero, vamos a destruir el sistema que nos alimenta. La manera más fácil de reciclar nutrientes y agua está en la ciudad, utilizando técnicas modernas; en todo el mundo están tomando auge los cultivos hidropónicos, la acuaponía y los jardines en azoteas, y hasta cosas como la carne cultivada, la cual crece a partir de células madre de ganado vacuno y porcino y aves de corral. Eso suplirá la carne barata que la gente necesita. Habrá aún alimentos de buena calidad producidos en granjas, pero en zonas mucho más pequeñas y a través de métodos ecológicos.

«En cuanto tengamos un modo de alimentarnos más sostenible —y creo que técnicamente es bastante fácil hacerlo—, se podrá tomar parte de nuestras granjas (las lomas montañosas y cosas por el estilo) y regresarlas a la naturaleza, de vuelta al bosque o a los pastizales».

Julian Cribb

Podemos apacentar en las praderas del mundo mucho menos intensamente y permitir que los animales salvajes regresen. Si devolvemos la mitad del planeta a la naturaleza y pagamos a los indígenas, y a los granjeros que realmente no quieren ser productores de gran intensidad, como mayordomos que velan por los espacios naturales, para protegerlos como a nuestro patrimonio, entonces creo que podemos hacerlo.

DH Usted habla en su libro acerca del rol de los juegos infantiles —«juegos que creen y restauren en vez de matar o destruir»— y dice: «El juego es un ensayo para la vida» y «Cómo los niños juegan puede en última instancia regir su destino». ¿Cómo van a alcanzar ese objetivo los educadores, padres y maestros de hoy?

JC En la época medieval la mayoría de la gente vivía en granjas, y los niños jugaban con animalitos de madera. Ensayaban para sus vidas como futuros granjeros. Las niñas jugaban con muñecas, porque ensayaban para sus roles de maternidad. Los niños siempre han jugado para sus roles futuros. Lo que me enerva y hasta me aterra es el hecho de que —tras cumplir con sus tareas escolares— la mayoría de los chicos de hoy entran a esos juegos en línea donde matan cosas y matan a otra gente, y son premiados por matar.

De hecho, para muchos de los programas de drones militares, en realidad se estaba escogiendo a chicos que en este mundo virtual de conflictos cibernéticos habían demostrado ser asesinos despiadados. Me preocupa qué le va a pasar al mundo si entrenamos a miles de millones de niños para que sean asesinos cibernéticos. Cuando los chicos se pelean en el patio de recreo de la escuela, y les sangra la nariz o quedan con un ojo morado, aprenden que no es buena idea pelear porque ellos mismos pueden acabar siendo lastimados o castigados. Pero en el mundo cibernético, a menudo uno es premiado con más puntos o más grados si es un asesino eficiente. Y eso me aterra porque los seres humanos somos competitivos.

Pero antes de ser competitivos somos colaboradores. La cooperación siempre ha aportado a la humanidad muchos más beneficios que la competencia. En realidad, la esencia de la humanidad es la cooperación. Y antes que de competencia, tenemos que aprender destrezas de cooperación cuando somos jóvenes.

DH La Biblia habla de una época cuando las naciones no aprenderán más a guerrear. Esto es, en verdad, lo que usted acaba de destacar. Nuestra temprana educación debería fundarnos en el hecho de que el conflicto no es la respuesta; la cooperación es la respuesta.

JC Sí. Por ejemplo, si mientras cursan la escuela primaria, se enseña a los niños a producir alimentos, luego les encantará comer coles de Bruselas, digo, si las han cultivado con sus propias manos. Habrán experimentado el ciclo entero de los alimentos. Esto es una muestra de un estilo de educación provechoso.

DH A menudo oímos que deberíamos depender del conocimiento o de la tecnología para salvarnos, pero, ¿puede que haya algo más?

JC No deberíamos depender solo de la tecnología. Pienso que eso es algo tonto. Tenemos que entender los problemas en los que nos adentramos a fin de entender cuáles son las soluciones. Muy a menudo esas soluciones no entrañan grandes cantidades de tecnología. Solamente entrañan cambios de conducta por parte de los seres humanos: por ejemplo, vivir una vida más simple, o más éticamente, o escoger productos más sostenibles para nuestros hogares, en nuestras dietas, y cosas por el estilo, y cambios en nuestra manera de pensar; tenemos que pensar en las próximas dos o tres generaciones, no solo en nuestras propias comodidades de hoy.

Me gustaría concluir diciendo que los problemas que la humanidad enfrenta son muy grandes y muy mortíferos. A menos que actuemos pronto, van a cobrar muchas vidas e infligir muchísimo sufrimiento innecesario. Pero necesitamos actuar con sabiduría, comprendiendo la naturaleza de esos problemas, para que las soluciones que divisemos puedan hacer de este un mundo mejor para nuestros hijos. Y necesitamos compartir ese conocimiento a través de y en toda nuestra especie.