Hija de tigre... ¿pintita?
El bateador, Harmon Killebrew, cuenta una historia que muestra la importancia de un padre para sus hijos: «Mi padre solía jugar con mi hermano y conmigo en el jardín», comenta en su página Web. «Mi madre salía y decía: “Están arrancando el pasto”; “No estamos criando pasto”, le contestaba mi papá. “Estamos criando niños”».
Obviamente, el padre de Killebrew estaba en sintonía con las necesidades de sus hijos, una cualidad admirable que parece ser natural sólo en los hombres. Aceptamos que todo niño necesita a su padre tan fácilmente como aceptamos la idea de que necesita un perro; pero mientras la sociedad está comenzando a reconocer que un padre es más crucial que un perro para el bienestar de un niño, prácticamente ha ignorado la cuestión de cuán importante es un padre para el bienestar de sus hijas.
Por supuesto, una búsqueda en las publicaciones en Internet acerca de estudios familiares donde se utilicen los términos «padres» e «hijas» no es completamente infructuosa. Hay disponible una gran cantidad de material que en su mayoría explora los efectos psicológicos del incesto y de otras disfunciones; sin embargo, desafortunadamente, muy pocas de ellas nos harían creer que siquiera existen relaciones positivas entre padres e hijas, y mucho menos que tales relaciones también pueden tener un efecto profundo y vital en la salud mental de una mujer.
Esta laguna de información ha sido tratada sólo por algunos investigadores, una de los cuales es Linda Nielsen, profesora de psicología del adolescente y estudios sobre la mujer en la Universidad de Wake Forest en Carolina del Norte, EE.UU. Nielsen ha impartido ahí desde 1991 un curso de «Padres e Hijas» y es autora del libro de texto que utiliza, Embracing Your Father: How to Create the Relationship You Always Wanted With Your Dad [Estrechando lazos con tu padre: ¿cómo forjar la relación que siempre quisiste con tu papá?] (McGraw Hill, 2004).
«¿Se da cuenta de lo raro que es el incesto entre un padre biológico y su hija?», preguntó de manera retórica en una reciente entrevista con Visión. «Es extremadamente raro. Cuando hablamos de niñas que son víctimas de incesto, para los psicólogos y sociólogos ese término abarca el ser víctima de abuso sexual por parte de primos, tíos, padrastros, hermanastros, hermanos, medios hermanos, hombres que viven con tu madre y que no son familiares… todo ello entra en la categoría de víctimas de incesto. Pero cuando observamos el porcentaje de niñas que son víctimas de abuso sexual por parte de su padre biológico, éste es muy bajo. ¿Qué me dice esto? Lo mismo que a usted, que los investigadores tienen el enfoque equivocado cuando se trata de estudiar las relaciones entre padres e hijas».
Este enfoque equivocado puede contribuir a la falsa idea de que las hijas no necesitan a su padre después de cierta edad. «Mis estudiantes me dicen que su padre dejó de hacer cosas con ellas cuando llegaron a la adolescencia (como acampar a solas con ellas los fines de semana) porque hacerlo sería raro», comenta Nielsen. «Cuando tu hija llega a la pubertad no se supone que debas pasar tanto tiempo con ella. Una vez que llega a la adolescencia debes hacerte a un lado y dejar que la relación principal sea con su mamá. Si ése es el mensaje que te envían y te enseñan qué es lo que un ‘buen padre’ debe hacer, entonces eso harás».
Esto va de la mano con otro estereotipo que daña las relaciones entre padres e hijas. «En los medios de comunicación describimos a los padres de manera más negativa que a las madres», comenta Nielsen. «Papá es medio ignorante cuando se trata de criar a un hijo, en especial a una hija. A mamá se le considera la experta. Estos mensajes desaniman a los padres para que se involucren de manera activa».
Según Nielsen a la mayoría de los hombres les gustaría involucrarse y agrega que «los padres sí pasan más tiempo que antes con sus hijos». Sin embargo, señala que todavía se necesitan ciertos cambios. A pesar de que los programas corporativos de equilibrio entre la vida y el trabajo para hombres y mujeres son cada vez más populares en los países occidentales, «en promedio, los hombres aún pasan 15 horas más a la semana en el trabajo y en el traslado al mismo que su esposa, y los padres estadounidenses pasan cerca de 70 horas más cada año en el trabajo que aquéllos de otros países industrializados. Los papás todavía no tienen tanto tiempo como las mamás para estar con sus hijos».
Es claro que, como sociedad, no estamos convencidos de lo importante que es un padre para sus hijos, en especial para sus hijas. Pero ¿nos convenceríamos si leyéramos los resultados de las investigaciones?
Los investigadores de la Universidad de Vanderbilt saben desde hace tiempo que las niñas con un padre involucrado y que las apoya tardan más en llegar a la pubertad que aquéllas cuyo padre está distante o ausente, y esto no es tan insignificante para la calidad de vida de las mujeres como pudiera parecer. En 2003 los investigadores del Hospital Infantil de Cincinnati, Ohio, observaron una relación entre el comienzo temprano de la menstruación y la obesidad adulta, pero aún hay más. Cuando el comienzo temprano de la menstruación estaba marcado por el desarrollo prematuro de los senos se observaba un incremento asociado en el riesgo de contraer cáncer de seno. Los factores que lo acompañan pueden ser complejos, pero ciertamente todavía hay más por explorar en el vínculo entre las buenas relaciones entre padres e hijas y un futuro sano para las mujeres adultas.
Por supuesto, más allá de la salud física, una atención adecuada del padre puede tener otras ventajas, tal como lo siguen demostrando los estudios.
Bruce J. Ellis, profesor de estudios sobre la familia y desarrollo humano en la Universidad de Arizona, y varios de sus colegas realizaron en 2003 un estudio de esa índole en los Estados Unidos y Nueva Zelanda. Los investigadores enlistaron una serie de resultados negativos a los que las adolescentes se exponen cuando tienen experiencias sexuales tempranas. «Específicamente», observaron, «el embarazo en la adolescencia está asociado con logros académicos y laborales más bajos, más problemas de salud física y mental, redes de apoyo social inadecuadas para educar a sus hijos, y un mayor riesgo de abuso y negligencia hacia sus hijos. A pesar de estas consecuencias, Estados Unidos y Nueva Zelanda ocupan los primeros dos sitios con el mayor índice de embarazos en adolescentes entre los países occidentales industrializados... Debido al precio que tienen que pagar las adolescentes y sus hijos, es fundamental identificar las experiencias de vida y los caminos que pusieron a las niñas en un mayor riesgo de tener una actividad sexual temprana y de embarazarse en su adolescencia».
Después de dar seguimiento a un total combinado de aproximadamente 900 sujetos desde preescolar hasta la adolescencia, los investigadores concluyeron que «la ausencia del padre es un factor de riesgo preponderante para la actividad sexual temprana y el embarazo en la adolescencia. En cambio, la presencia del padre es un importante factor de protección en contra de los resultados sexuales tempranos, incluso si había otros factores presentes» (énfasis añadido).
Por supuesto, Ellis y sus colegas no fueron los primeros en asociar las fuertes relaciones entre padres e hijas con resultados sexuales saludables, ni tampoco fueron los últimos.
En febrero de 2006 Mark Regnerus, sociólogo de la Universidad de Texas en Austin, reportó descubrimientos similares. En un estudio que incluía a 10,000 estudiantes de entre séptimo y doceavo grado, Regnerus reiteró que las niñas que tenían una relación positiva con un padre involucrado esperaban más tiempo para tener su primera experiencia sexual y agregó que «las niñas que tienen una mala relación con su papá tienden a buscar la atención de otros hombres a una edad más temprana, y esto a menudo supondrá una relación sexual». Esta sorprendente característica de las fuertes relaciones entre padres e hijas no se presentó en las relaciones entre madres e hijas.
La investigación de Nielsen se ha realizado entre sus estudiantes universitarias durante más de 15 años y, al igual que otros investigadores antes que ella, reconoce que una paternidad positiva tiene como resultado hijas equilibradas, seguras y exitosas que se relacionan bien con otros hombres en su vida. Desafortunadamente, comenta, los padres suelen pasar menos tiempo con sus hijas que con sus hijos, y muchos no ven nada negativo en ello. Nielsen también señala que «la mayoría de estos padres e hijas no se comunican tan bien ni comparten sus asuntos personales ni se llegan a conocer tanto como las madres e hijas».
Uno podría preguntarse cómo espera que su curso para jóvenes mujeres universitarias logre un cambio. ¿No debería hablar con los papás? ¿Qué puede hacer una mujer joven para acortar la distancia si su infancia quedó atrás y, con ella, aparentemente también quedó atrás cualquier oportunidad para tener una buena relación con su padre? De acuerdo con Nielsen, ¡mucho! Lamentablemente, a muchas mujeres las detiene la creencia de que su padre debería dar el primer paso o de que los patrones de comunicación en su relación están tan arraigados que no se pueden cambiar. O quizás han intentado antes algunas estrategias, sin obtener resultados. No obstante, Nielsen asegura a sus estudiantes que las estrategias que presenta en su clase y en su libro de texto generarán cambios. De hecho, los mayores cambios podrían ocurrir en las hijas.
«Digamos que tus suposiciones pesimistas resultan ser correctas», expresa en su libro. «No importa cuántas de mis sugerencias intentes poner en práctica... la relación con tu padre no mejora. Sí, te sentirás decepcionada, frustrada y triste… y tal vez enojada. Pero éstos son los mismos sentimientos que tenías antes de empezar. Entonces, realmente no habrás perdido nada y dudo seriamente que te arrepientas de haberlo intentado. Todas las hijas que conozco y que lo han intentado de nuevo, sin importar el resultado, se sienten mejor consigo mismas. Es como si les hubieran quitado un peso de encima. Al igual que ellas tú puedes darte el regalo del orgullo y el respeto que resulta de haber sido activa en lugar de pasiva, de haber actuado como una mujer adulta y no como una niña».
Desde el punto de vista de Nielsen, actuar como un adulto incluye entender que las hijas también pueden haber contribuido a los estereotipos que mantienen distante a su padre. Las hijas pueden ocultar cosas a su padre al suponer que él responderá de una manera más crítica que su madre. Las hijas pueden suponer que un padre no es tan cariñoso o intuitivo como lo es una madre, y podrían evitar acudir a él para solicitar su consejo y consuelo.
Las madres también pueden contribuir al problema con lo que algunos investigadores llaman conductas «defensivas». Un estudio realizado en 2005 por el Consejo Nacional de Relaciones Familiares (National Council on Family Relations) explica que la actitud defensiva de la madre puede tener varias formas y que cualquiera de ellas «alienta o desanima a los padres para actuar conforme a su identidad paterna… Una manera de cambiar el comportamiento de los padres puede suponer el cambiar la forma en que las madres los ven. Si las madres creen que los padres pueden y deben ser padres capaces, es más probable que les permitan participar en la vida de sus hijos».
Nielsen está de acuerdo en que esto puede ser un factor y recomienda a sus estudiantes que «no construyan un camino a papá a través de mamá». Por desgracia, el estudio de Nielsen de la información acerca de sus estudiantes reunida entre 1990 y 2004 reveló que la mayoría de las hijas sí acude a su madre para llegar a su padre, lo que provoca que él se aleje y diminuye las posibilidades de mejorar su relación.
Entonces, ¿toda la responsabilidad de una buena relación entre padre e hija recae en las hijas? Por supuesto que no. Especialmente cuando tienen hijos pequeños, los padres llevan la carga de pasar el mayor tiempo de calidad posible con sus hijos, ya sean niños o niñas. Pero mientras maduran, los hijos y las hijas también pueden contribuir al esfuerzo. Con el tiempo llega un momento en el cual la mejor manera de dirigir el corazón de un padre hacia su hija es que ésta dirija el suyo hacia él.