La Ecuación de Drake o ¿Qué tan Solos Estamos?
«Si creyera que los extraterrestres caerán del cielo, no me tomaría la molestia» de buscarlos, comenta Frank Drake. «Simplemente me sentaría en una silla del jardín y esperaría que aparecieran» (Is Anyone Out There?). En lugar de esperar su llegada física, Drake ha estado escuchando sus mensajes de radio durante los últimos cincuenta años. Iniciando con el Proyecto Ozma en 1960 y durante los pasados 25 años a través de SETI, Drake ha encabezado la búsqueda para escuchar a otros seres inteligentes en el universo. «Si la vida en la Tierra es el producto de procesos ordinarios», explica, «entonces es más que posible que los terrícolas no estemos solos en el universo».
¿Qué tan probable es eso? El motor de tal optimismo es la ecuación que Drake ideó en 1961. Identificando siete términos interdependientes que él señala «constituyeron un tipo de fórmula para determinar el número de civilizaciones comunicativas avanzadas que existían en el espacio», Drake intentó cuantificar la posibilidad de platicar con ET.
Los términos de este cálculo son:
- la tasa de formación de estrellas (en la Vía Láctea) similares al sol;
- la fracción de esas estrellas con planetas;
- la fracción de esos planetas en la zona habitable de la estrella;
- la fracción de planetas habitables que desarrollan vida;
- la fracción de planetas con vida inteligente;
- la fracción de planetas con vida inteligente que han desarrollado comunicación por radio;
- la cantidad de tiempo que dicha civilización tecnológica puede existir.
De acuerdo con la tesis de Drake, la multiplicación de todos estos términos juntos da como resultado el número de civilizaciones tecnológicamente sabias en la Vía Láctea que están transmitiendo señales que se pueden detectar.
¿Cualquier cifra real puede asignarse a estas variables?
Los factores 1 y 2 están bastante bien calculados en nuestra galaxia: cerca de 100 mil millones de estrellas, de las que aproximadamente el 5% o 10% son del tipo G o parecidas al sol. También se calcula que al menos la mitad de esas estrellas tienen planetas. Al multiplicar estos tres primeros factores, cientos de millones de planetas se vuelven hogares teóricamente posibles para la vida, y si tomamos al universo como un todo, con un total posible de 10 mil millones de billones estrellas, los números son, pues, de niveles astronómicos.
A partir de aquí se requiere una mayor especulación. ¿Con qué frecuencia son habitables los planetas y con qué frecuencia se desarrolla vida? Para creer que la vida es común, debemos tomar nuestro sistema solar como típico de acuerdo con el principio de Copérnico, que declara que nuestra parte del universo no es más especial que cualquier otra. Existen tres planetas que parecen habitables: Venus, Tierra y Marte se encuentran dentro del área en donde existe suficiente energía solar como para mantener el agua en estado líquido, siempre y cuando las demás condiciones planetarias se cumplan, pero esto es real solamente para la Tierra (consulte el artículo principal). Las lunas Encélado y Titán en el sistema solar exterior también dan signos de poder soportar el agua líquida.
Entonces, como una generosa extrapolación de nuestro sistema solar, una quinta parte de los cuerpos celestes que giran alrededor de una estrella tipo G puede soportar vida, pero en realidad solamente uno de ellos es el hogar de vida inteligente que utiliza comunicación por radio.
Evidentemente, los valores que pueden asignarse a los últimos factores de Drake disminuyen rápidamente. Aun así, si nuestra biósfera y nuestra conciencia no son el resultado de una sincronicidad inusual o especial de sucesos, entonces podemos imaginar (como hacen Drake y otros científicos de SETI) una galaxia de millones (y un universo de mil millones) de planetas inteligentemente habitados emitiendo una babel de señales a través del universo. Después de todo, desde la televisión digital hasta las señales telefónicas satelitales, eso es lo que nosotros hacemos.
El factor 7, cuánto puede durar esa situación, sigue siendo una pregunta abierta.
Por supuesto, si somos poco comunes y existimos a partir de una convergencia de circunstancias más allá de lo natural, entonces todas las apuestas terminan allí, pero tal vez sí exista un mensaje en medio de nuestra soledad.
El cosmólogo y astrobiólogo Paul Davies de la Universidad Estatal de Arizona, codirector de la Iniciativa de Cosmología de la ASU (ASU Cosmology Initiative), reconoce los paralelos religiosos en nuestro imperioso interés por encontrar vida más allá de la Tierra. «En una era en que la religión convencional está en aguda decadencia, la creencia en criaturas extraterrestres súper avanzadas en algún lugar del universo puede brindar cierta comodidad e inspiración para la gente cuya vida de otro modo parece aburrida y sin sentido», escribió en Are We Alone? [¿Estamos Solos?]. «Este sentido de búsqueda religiosa bien puede extenderse hasta los mismos científicos, aunque la mayoría de ellos admiten ser ateos».
Seguramente, y sin querer refutar la Ecuación de Drake como una forma legítima para que la ciencia avance en la investigación del cosmos, Davies comprende que esto es solamente el medio moderno para un deseo arraigado y concluye diciendo: «Es apenas en este siglo que la discusión sobre seres extraterrestres ocurre en un contexto en donde se ha estado dando una clara separación entre los aspectos científicos y religiosos del tema, pero esta separación en realidad es sólo superficial».