La Generación de los Abuelos: Fortaleciendo los lazos entre abuelos y nietos
Una dulce mujer de complexión mediana vistiendo un delantal y guantes para el horno coloca un pastel recién horneado sobre una rejilla para enfriar. Su cabello gris está atado cuidadosamente en un amplio moño y bajo su par de redondos anteojos de armazón metálico podemos ver su afectuosa sonrisa. Ésta es una escena que aparece en incontables libros infantiles y no hay necesidad de leer el texto para averiguar su nombre. Se trata de «la abuelita» (o de alguna otra versión de ella); y cuando se da vuelta a la página es muy probable que aparezca «el abuelito» como un caballero de edad similar y ojos risueños, quien probablemente estará mirando por encima de su periódico al pequeño héroe o heroína de la historia. ¿Por qué es tan fácil imaginarse estas escenas? Porque durante mucho tiempo estos personajes han formado parte en Occidente de la extensa «cultura de valores y respeto por los abuelos».
De acuerdo con Candace Kemp, profesora del Instituto de Gerontología en la Universidad Estatal de Georgia, EE.UU., estas culturas son «patrones familiares de relaciones entre abuelos y nietos que se presentan por generaciones y a través de ellas». Estos patrones de interacción se heredan con frecuencia debido a que cada generación sigue el ejemplo anterior y desarrolla expectativas respecto a cómo se deben comportar (o cómo no se deben comportar) cuando sea su turno de ser abuelos. Indudablemente, algunas familias tienen una cultura positiva de respeto por los abuelos, mientras que la de otras es negativa; sin embargo, como descubrió Kemp en su estudio realizado en 2007 acerca de los lazos entre abuelos y nietos, los cambios sociales ocurridos en el último siglo han modificado radicalmente las relaciones hasta el punto en que muchas familias no cuentan con una cultura en particular de valores y respeto por los abuelos. De hecho, éste fue el caso en la mitad de las familias estudiadas.
En principio, esto parece algo extraño debido al considerable incremento en la esperanza de vida gracias a los avances logrados en salud, riqueza y educación. En teoría, los abuelos deberían tener más (y no menos) tiempo para cultivar una buena relación con sus nietos; sin embargo, diversos factores debilitan este posible beneficio.
Como era de esperar, uno de estos factores es el divorcio. Cuando los miembros de la generación de en medio (los padres) se divorcian, a menudo existe una consecuente ruptura en la relación con al menos un par de abuelos. Cuando el padre con la custodia principal no valora lo suficiente la relación entre abuelos y nietos como para facilitarla activamente, puede restringir las visitas de los suegros o eliminarlas por completo. Incluso sin la intención directa de hacerlo, ambas partes pueden simplemente descuidar la relación si consideran que es el camino más fácil.
El nuevo matrimonio de cualquiera de los padres también puede afectar los lazos entre abuelos y nietos, y con ello la transmisión de una cultura consistente de valores y respeto por los abuelos. De hecho, otros estudios han demostrado que el nuevo matrimonio de uno de los padres puede tener un efecto aún más drástico en los niños que el divorcio que le precedio. Kemp señala que «La disolución del matrimonio requiere la reorganización de los lazos familiares. Debido al papel mediador de la generación de en medio en las relaciones entre abuelos y nietos, la reorganización después del divorcio altera los lazos maternos y paternos».
El favoritismo es otra barrera observada en el desarrollo de una cultura consistente de respeto por los abuelos y es una fuerza tan destructiva en el clan familiar como lo es a nivel nuclear. El trato preferencial de un nieto por encima de otro, incluso si se trata de primos y no de hermanos, crea división y debilita la estructura familiar. Como resultado, la probabilidad de establecer una cultura duradera de respeto por los abuelos disminuye conforme los nietos deciden evitar el comportamiento que han observado en quienes pudieron haber sido sus modelos.
En general, el común denominador en todos estos factores debilitadores es la distancia. Ya sea física, emocional o mental, la distancia en las relaciones puede provocar discordancia en las relaciones. El dicho de que «la ausencia es al amor lo que al fuego el aire» no siempre se aplica en el mundo socialmente fragmentado de hoy; la afinidad entre las personas crece al mismo tiempo que el entendimiento, y éste requiere comunicación. Desafortunadamente, el moderno universo familiar ha experimentado una «gran explosión»: las personas están cada vez más en movimiento y a menudo descubren que la economía y otras preocupaciones los alejan de las comunidades familiares que fueron el origen de la sociedad.
No obstante, aun cuando la tecnología moderna contribuye al problema de la distancia, también ofrece algunas soluciones. Hoy en día el Internet, el correo electrónico y los mensajes instantáneos se han unido al teléfono en el arsenal de herramientas que los abuelos utilizan para acortar la distancia entre ellos y sus nietos, y su índice de uso se incrementa continuamente. De acuerdo con una encuesta realizada en 2005 por la Fundación Familiar Kaiser, en los Estados Unidos una tercera parte de las personas mayores de 65 años tiene acceso a Internet en su hogar y este porcentaje aumenta a 64% para el grupo de 50 a 64 años. Obviamente, conforme la población envejezca, habrá muchos más abuelos que se sientan cómodos utilizando el correo electrónico y el Internet como una manera de mantenerse en contacto con sus nietos lejanos. Pero, a pesar de que el correo electrónico puede ser rápido, fácil y frecuente, para la mayoría de los abuelos aún no se asemeja a la interacción en persona.
ABUELOS SUSTITUTOS
¿Qué puede hacer un abuelo? He aquí una sugerencia radical: si no puedes ser abuelo de tus propios nietos, ¿por qué no serlo de alguien más?
De inicio, ésta podría parecer una solución poco satisfactoria, incluso para aquellas personas mayores que son lo suficientemente afortunadas como para contar con algunos jóvenes dentro de su esfera de influencia inmediata; sin embargo, un estudio brasileño publicado en 2007 en la Journal of Intergenerational Relationships sugiere que el interactuar con personas jóvenes con quienes no se tiene parentesco podría acercar a los abuelos con sus propios nietos. Durante los seis meses del estudio un grupo de adultos mayores y adolescentes que no se conocían se reunieron durante dos horas a la semana para compartir sus experiencias, tomar parte en discusiones y participar en una serie de actividades relacionadas con las remembranzas. Al principio los grupos tenían imágenes negativas preconcebidas entre sí: los mayores esperaban que los adolescentes fueran rebeldes, flojos, groseros y despectivos para con ellos; mientras que los adolescentes esperaban que los mayores fueran críticos, exigentes, incompetentes e indiferentes. No obstante, al final del estudio la actitud de ambos grupos había sufrido algunos cambios asombrosos.
«Cambiamos», comentó un joven participante brasileño, «porque antes pensábamos que las personas mayores no podían hacer nada, que lo único que podían hacer era [sentarse y ver] el televisor. Ahora nos damos cuenta de que pueden hacer muchas cosas». «Antes solíamos ver a los mayores como seres inútiles y sin valor. Ahora vemos que nuestra conversación con ellos es fructífera», otro más reconoció.
De igual manera, otro adolescente confesó: «El proyecto nos hizo pensar que los jóvenes de hoy no valoran a sus padres y abuelos, pero deberíamos tener en cuenta que ellos solían trabajar muy duro para sobrevivir».
Para los adolescentes en general el ejercicio de cruzar la barrera intergeneracional y familiarizarse con algunas personas mayores antes desconocidas cambió su actitud hacia sus propios abuelos y facilitó la comunicación dentro de sus propias familias.
Los adultos mayores observaron resultados similares. «Cambió nuestro punto de vista», señaló uno de ellos, «porque pensábamos que nos verían de manera despectiva; pero fueron completamente diferentes, hablaron con nosotros… nos prestaron mucha atención». Otros mayores comentaron que pudieron ver un nuevo lado positivo de los jóvenes. Se sintieron más cómodos junto a los adolescentes y también observaron otros beneficios personales: «Nos sentimos útiles y cómodos…», comentó una mujer; «nos sentimos valorados».
SEGREGACIÓN GENERACIONAL
A pesar de que los adolescentes y los adultos mayores compartieron sus experiencias durante dos horas a la semana por sólo unos cuantos meses, ambos grupos llevaron a casa sus cambios de actitud. Si estas conexiones intergeneracionales a corto plazo entre extraños pueden hacer una enorme diferencia en la manera en que las personas interactúan con sus familias, ¿es exagerado creer que las relaciones intergeneracionales sólidas y positivas dentro de la familia pueden conllevar importantes beneficios para la comunidad?
Desafortunadamente, las mismas comunidades pueden ser uno de los peores obstáculos para una cultura positiva de valores y respeto por los abuelos y para las buenas relaciones intergeneracionales o, al menos, ésta es la sugerencia propuesta por los sociólogos que estudian lo que denominan la «segregación institucional por edad», que se refiere al aislamiento socialmente provocado de distintos grupos dependiendo de su edad cronológica. Los sociólogos han notado que las instituciones dividen la vida humana más o menos en tres partes: la niñez o la etapa de aprendizaje escolar; la madurez, que implica el trabajo y la formación de una familia; y la jubilación.
Por lo general, cuando cualquiera de estos grupos de edades se involucra en su actividad principal, sus miembros se aíslan físicamente de las personas que pertenecen a otras generaciones. Hay poca interacción (si la hay) entre las barreras de la edad, excepto durante periodos relativamente breves en el núcleo familiar. Incluso durante el tiempo libre las instituciones continúan fomentando este tipo de segregación. Las comunidades cuentan con centros para adultos mayores o centros juveniles. Además, las actividades de la iglesia a menudo están organizadas dentro de estas pequeñas diferencias generacionales. Pero ¿realmente hay algo de malo en esto?
De acuerdo con los sociólogos, Gunhild O. Hagestad y Peter Uhlenberg, existe una muy buena razón para inquietarse por dicha segregación. En un análisis del tema realizado en el año 2006 y publicado en la revista internacional Research on Aging [Investigación sobre el Envejecimiento] expresaron: «Desde nuestro punto de vista, obstaculiza las oportunidades básicas para que las personas se conozcan, interactúen y superen las diferencias entre “nosotros y ellos”. Esto tiene diversas consecuencias dignas de atención. En primer lugar, provoca y propaga la discriminación por razones de edad. En segundo lugar, es una amenaza a la integración e incrementa el riesgo de aislamiento en la tercera edad. En tercer lugar, impide la socialización entre los jóvenes y los ancianos. Y, en cuarto lugar, dificulta la creatividad, en especial la instauración y el mantenimiento de una sociedad creativa».
Cada uno de estos factores es causa de preocupación, pero dos de ellos acarrean posibles graves consecuencias a largo plazo: la integración y la creatividad. Cuando los individuos tienen fuertes redes de interacción dentro de la sociedad en general se les considera integrados a la estructura social; reciben el apoyo social adecuado y pueden brindar su apoyo a otros. Pero si las redes existen sólo entre personas de la misma edad, llega un momento en el que este sistema de apoyo comienza a fallar. Conforme las personas envejecen es probable que aquéllas que sobrevivan a sus amigos cercanos padezcan un severo aislamiento debido a que su sistema de apoyo se desintegra. Peor aún, cuando estas redes de apoyo se conectan sólo de manera horizontal, la sociedad como un todo es más débil y es más probable que las personas de todas las edades se sientan aisladas a que si sus redes se extendieran tanto horizontal como verticalmente.
La creatividad se refiere al desarrollo de continuidad de una generación a otra por medio de actividades tales como la tutoría y la enseñanza a fin de asegurar un legado positivo. Por supuesto, esto sucede a nivel tanto individual como social. Los padres esperan transmitir algo de sí mismos a sus hijos, pero también están motivados a mejorar a la sociedad en general a fin de que sus hijos tengan un mejor futuro. Lamentablemente, los investigadores han encontrado que las personas mayores sin lazos a nivel vertical con las generaciones más jóvenes están menos interesadas en aportar algo positivo a la sociedad que quienes tienen hijos o nietos.
Ya sea que hayan sido padres o no, naturalmente las personas mayores tienen mucho qué aportar a la generación más joven; sin embargo, los jóvenes también pueden beneficiar a sus mayores. Su entusiasmo por las nuevas experiencias y las nuevas tecnologías es contagioso, y su pensamiento juvenil realmente puede ser de gran ayuda para la salud física de sus mayores. No obstante, si los jóvenes y los adultos mayores rara vez ocupan el mismo espacio al mismo tiempo, es poco probable que se dé un intercambio de beneficios. Como señalan Hagestad y Uhlenberg, en la moderna sociedad urbana las distintas generaciones viven en islas de actividades que realizan por separado: «Gran parte de la vida adulta transcurre en islas que son desconocidas para los niños y los adultos están alejados de las islas donde habitan, por lo que no están integrados a las comunidades que les rodean… Mientras que los niños y los jóvenes ocupan espacios destinados a la educación, los adultos se encuentran “lejos” [socialmente ausentes] gran parte del día en su lugar de trabajo, donde no hay niños ni ancianos [es decir, personas mayores]».
Esta situación fomenta la formación de culturas de la edad divergentes y, de acuerdo con Hagestad y Uhlenberg, los especialistas en mercadotecnia están ansiosos por explotar y fortalecer estas diferencias. Como resultado, mientras los miembros de cada generación estén más convencidos de su singularidad, menos tiempo pasarán juntos y menos serán sus oportunidades para influir los unos en los otros.
Se trata de un ciclo aparentemente muy difícil de romper; sin embargo, algunos investigadores están buscando la forma de hacerlo utilizando programas que parecen ser un tanto más permanentes que el experimento brasileño antes descrito.
Los sociólogos llaman a estos programas «intervenciones intergeneracionales». Se trata básicamente de actividades organizadas que reúnen a dos o más generaciones para que se conozcan mejor al ayudarse entre sí. Por ejemplo, los miembros mayores de la comunidad pueden inscribirse en programas de tutoría para los adolescentes o de lectura para preescolares. Algunas intervenciones pueden tomar la forma de grupos musicales multi-generacionales que realiza presentaciones ante la comunidad. Y existen otros programas que reúnen a las llamadas «generaciones de los extremos» NT en guarderías intergeneracionales.
Un estudio del año 2007 publicado en la Journal of Applied Gerontology [Revista de Gerontología Aplicada] se enfocó en uno de estos centros ubicado al noreste de los Estados Unidos. El objetivo del centro era satisfacer en un mismo lugar las necesidades de cuidado tanto de niños en edad preescolar como de adultos mayores y brindar a ambos grupos muchas oportunidades de interacción diaria.
A fin de evaluar el éxito de tales programas los investigadores entrevistaron específicamente a los participantes de mayor edad para conocer de qué manera percibían el efecto que había tenido la interacción en su bienestar emocional. Descubrieron que, en su gran mayoría, las personas mayores se mostraban positivas ante su interacción con los niños en el grupo y la mayoría de los entrevistados, sin importar qué tanto o qué tan poco convivieran con los niños, mostraron un sentimiento de calma y de conexión familiar como resultado del programa. Muchos señalaron la juventud y el entusiasmo de los niños como los elementos clave del bienestar emocional que sentían al convivir con ellos. El ánimo de un participante se levantó especialmente con una carta que recibió de la madre de uno de los niños con quienes había trabajado en el centro. Esta madre soltera señaló que su convivencia positiva con su hijo le había motivado a continuar su educación y a comenzar un negocio. El hombre se mostró satisfecho de que su participación hubiera afectado de manera positiva la vida de dos generaciones al mismo tiempo.
ACORTANDO LA DISTANCIA
Los proyectos exitosos como éste aumentan las esperanzas de que la sociedad pueda terminar algún día con la guerra fría intergeneracional al derribar los muros que se han construido entre los jóvenes y los ancianos durante las últimas décadas, pero otros estudios dan a entender que se necesitará esfuerzo, determinación y consistencia para alcanzar el éxito.
Al presentar el informe de un programa intergeneracional de ejercicios en una comunidad de adultos mayores en Massachusetts, EE.UU., Barbara M. Friedman y Francine Godfrey llegaron a una conclusión interesante: «Aunque muchos de los adultos de mayor edad [en el estudio] se convirtieron en un modelo a seguir, algunos no pudieron visualizarse a sí mismos en esta posición. En el pasado relativamente reciente de nuestro país los medios de comunicación y otras fuentes animaban a la población de adultos mayores a considerar los años de retiro como una época para consentirse y relajarse por completo. Con esto llegó el mensaje no deliberado de que estas personas eran una parte prescindible de una sociedad productiva. Ahora que la población está envejeciendo y la demografía está cambiando, la necesidad de adultos mayores en la estructura social de la sociedad es crucial... Sin embargo, es difícil sustituir un mensaje por otro y ello, además, toma tiempo» (Journal of Intergenerational Relationships, 2007).
Sin duda es un tiempo que vale la pena tomar, pero, en realidad, sustituir un mensaje por otro podría ser el obstáculo más fácil de superar. Es probable que sea más difícil llevar a cabo la tarea de sustituir una manera de actuar por otra, pues, al parecer, ello requeriría una revisión casi completa de las instituciones sociales que nos motivan a reunirnos en grupos de iguales y de este modo conservar la distancia existente entre dos generaciones tan importantes.
En conjunto, los estudios como los que se mencionan aquí argumentan que los fuertes lazos entre abuelos y nietos añaden importantes dimensiones a la estructura familiar. Los niños necesitan las perspectivas únicas —que resultan de la sabiduría y la experiencia— que sus abuelos les pueden ofrecer y éstos, a su vez, necesitan el incentivo de transmitirlas, lo que resulta de tener a alguien a quién hacerlo.
¿Acaso el que todas las familias cuenten con una cultura positiva de valores y respeto por los abuelos significa que todas las familias tendrán a una abuelita como la de los cuentos que ofrece a sus nietos pasteles recién horneados? No necesariamente, pues hay regalos mucho más importantes que los abuelos llevan a la mesa, y la mayoría de ellos son considerablemente más sustanciosos.