La Verdad sobre la Esclavitud
En 2007 se conmemora el bicentenario de la ley británica y estadounidense que prohíbe la trata de personas. No obstante, en esas naciones y en el mundo entero, la esclavitud y la trata de esclavos son dos prósperas realidades.
La vida de Beatrice Fernando en Líbano se había vuelto tan insoportable que en su desesperación saltó hacia la libertad desde el balcón de un edificio de cuatro pisos en Beirut. La historia de esta mujer esrilanqués de 23 años es un estudio de la triste realidad actual de la esclavitud.
Separada de su esposo y de regreso en Sri Lanka, la Sra. Fernando se mudó con sus padres, pero no veía la posibilidad de percibir ingresos ni de recibir una educación en su país natal. En un intento por escapar de la abrumadora pobreza de su familia, decidió ir a Líbano sin el consentimiento de sus padres. La separación por dos años de su hijo de tres años resultaría traumática, pero ella pensaba más en su futuro que en el de ella.
En Beirut, la agencia de empleo se quedó con su pasaporte y con él se fueron sus sueños y esperanzas. La colocaron en un empleo como sirvienta de una rica mujer libanesa y durante los varios meses que siguieron permaneció encerrada en su departamento, aislada del mundo exterior. Su empleo incluía insultos constantes, humillaciones, golpes, trabajo día y noche, y casi inanición, todo ello sin recibir el sueldo que se le había prometido.
Sus jornadas empezaban a las cinco de la mañana y terminaban después de media noche. Sus comidas, con frecuencia una sola vez al día, consistían en las sobras a medio comer de los platos de los niños o lo que pudiera encontrar al hurgar en la basura cuando no se encontraba la señora de la casa. A veces lo mejor que podía esperar eran los restos que quedaban en las espinas de pescado.
A medida que las semanas se convertían en meses, Beatrice se iba debilitando poco a poco y necesitaba más tiempo para completar sus tareas diarias. Pasaba las noches de insomnio soñando con comida.
Entonces llegó el momento de que hiciera algo con su cada vez peor situación. Eran las cinco de la mañana cuando oró para que Dios la perdonara si llegaba a morir y con ese pensamiento se soltó de la fría reja de acero del balcón.
Pero no murió; la Sra. Fernando despertó en un hospital de Beirut para enfrentarse a un nuevo reto: meses de recuperación de una espalda rota y años de insoportable dolor. Su regreso final al hogar de sus padres en Sri Lanka fue una mezcla de humillación por un lado y por el otro de la alegría de haber sobrevivido para volver a ver a su hijo.
Beatrice Fernando vive actualmente en los Estados Unidos. Ella es una de las pocas personas que han podido escapar de la esclavitud que resulta de la trata de personas en regresar a una sociedad libre. La gran mayoría no es tan afortunada.
Cuando se le preguntó si guardaba rencor contra quienes la sometieron a la esclavitud, la Sra. Fernando comentó a Visión: «No los odio. Utilizo mi experiencia para ayudar a evitar que las mujeres como yo caigan en manos de personas como ellos». (Véala en entrevista en el «Informe Especial: Trata de Personas»).
LA DEFINICIÓN DEL PROBLEMA
Cuando una persona común y corriente escucha el término esclavitud, probablemente piensa en una época muy lejana. La terrible verdad es que la trata de esclavos aún existe. Se calcula que 27 millones de personas luchan en condiciones similares a las de un esclavo. Como comentó la Directora Ejecutiva de la UNICEF, Ann Veneman, en una conferencia sobre derechos humanos celebrada en agosto de 2006 en Pekín: «ningún país o región es inmune». El problema puede ser de carácter nacional o internacional y es básicamente igual al tráfico de drogas o de armas; la única diferencia es la mercancía.
«El lado oscuro de la globalización permite a los grupos delictivos multinacionales ampliar su rango de operaciones, desde el tráfico de drogas y armas hasta el lavado de dinero y la trata de personas».
La Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Internacional Organizada define la trata de esclavos o la trata de personas como: «la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas» mediante las amenazas, el uso de la fuerza o coacción, el rapto, el fraude, el engaño, etc., «con fines de explotación…[tales como] la prostitución… u otras formas de explotación sexual, los trabajo o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos».
La convención continúa diciendo que no se tendrá en cuenta el consentimiento de la víctima de la trata y que la captación, el transporte, la acogida o la recepción de un menor de 18 años para fines de explotación constituyen una violación aunque no implique coacción.
Se necesitan definiciones claras si es que los legisladores, las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley y los guardias fronterizos deben distinguir entre las víctimas y los delincuentes y enfocarse apropiadamente en los problemas. La realidad es que muchas de las formas de la trata de personas se han visto sólo como individuos yéndose de su hogar para trabajar en otra parte, con frecuencia en otro país. Las autoridades frecuentemente ven a las víctimas de la trata a lo largo de las fronteras nacionales como inmigrantes ilegales y, por ende, las ven como delincuentes y no como víctimas. Asimismo, se considera que las mujeres que se han visto forzadas a prostituirse ejercen esa profesión por decisión propia.
LOS MUCHOS ROSTROS DE LA ESCLAVITUD
Entre 1833 y 1834 se logró la abolición de la esclavitud en todo el Imperio Británico (vea la biografía de «William Wilberforce: El Parlamentario Persistente») y en los Estados Unidos, en 1865. Hoy en día ningún gobierno nacional permite oficialmente la posesión de otro ser humano; sin embargo, esta práctica está difundida por casi todo el planeta.
La fuente de posibles esclavos y las condiciones que producen la esclavitud han crecido considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial. La población mundial ha aumentado de manera significativa y los países con el mayor crecimiento son justamente aquéllos en donde prospera la esclavitud. Además, con frecuencia los menores de edad son el blanco de los traficantes, a quienes explotan debido a su inmadurez mental y social.
Kevin Bales, presidente de la organización Free the Slaves (Liberen a los Esclavos) con sede en Washington, D.C. (vea nuestra Entrevista con el Dr. Bales), describe los tres factores clave que han ayudado a crear la trata de esclavos actual. El Sr. Bales escribe: «El primero de ellos es la explosión demográfica que ha inundado los mercados laborales del mundo con millones de personas pobres y vulnerables. El segundo es la revolución de la globalización económica y la agricultura modernizada, que han despojado a los granjeros pobres y los han hecho vulnerables a la esclavitud… El tercer factor es el caos generado por la codicia, la violencia y la corrupción creadas en muchos países en vías de desarrollo a raíz de ese cambio económico, cambio que está destruyendo las normas sociales y los tradicionales vínculos de responsabilidad que podrían haber protegido a los posibles esclavos». Agrega, además, que: «Hoy en día, en todo el mundo, las condiciones son las adecuadas para la esclavitud» (Disposable People: New Slavery in the Global Economy).
En relación con la esclavitud, la Organización Internacional del Trabajo enfatiza que «todo trabajo o servicio exigido a cualquier persona bajo la amenaza de recibir un castigo y para el cual dicha persona no se haya ofrecido de manera voluntaria» debe ser denominado como «trabajo forzado u obligatorio».
Ciertos tipos de empleo parecen prestarse a esta clase de abuso. En algunos casos los empleados con contrato, los empleados domésticos, los empleados del área del vestido o los trabajadores agrícolas y los trabajadores inmigrantes, por nombrar sólo unos cuantos, viven y trabajan en condiciones que equivalen a la esclavitud o al trabajo forzado.
El ejemplo más difundido es el de la esclavitud por deudas, la cual, según la Comisión de Derechos Humanos del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, afecta nada menos que a 20 millones de personas en todo el mundo. Individuos y familias paupérrimas y vulnerables son presas de empleadores sin escrúpulos que les prestan dinero para comida, medicamentos, una boda o un funeral, bajo términos y condiciones que no se especifican ni se respetan, dejando a quienes de por sí no pueden satisfacer las necesidades básicas de su familia a merced de sus acreedores.
Entonces se inicia un círculo vicioso con el empleador codicioso que por lo general aumenta las tasas de interés del préstamo o simplemente acumula intereses y que cobra por los gastos incurridos por concepto de alimentos, medicamentos, transporte e inclusive por las herramientas necesarias para llevar a cabo el trabajo, todo esto normalmente a tasas extremadamente infladas. Con frecuencia los empleados son forzados a trabajar por largas horas, siete días a la semana, con el tiempo de su enfermedad agregado a su deuda.
«De acuerdo con los cálculos del gobierno de los EE.UU., cada año se trafican mundialmente de 800,000 a 900,000 víctimas, y entre 17,500 y 18,500 de ellas en los Estados Unidos. Las mujeres y los niños comprenden el grupo más grande de víctimas».
Bales relata la historia de una mujer tailandesa traída a Norteamérica para trabajar en una fábrica: «A finales de 1995 sesenta y ocho tailandeses, en su mayoría mujeres, fueron rescatados de su explotación en una fábrica de prendas de vestir en Los Ángeles. La mayoría de estas mujeres eran en realidad obreras de Tailandia y habían pagado a unos agentes por la posibilidad de obtener un buen empleo en los Estados Unidos. Al llegar les quitaron su pasaporte y quedaron bajo el yugo de la esclavitud por deuda. Se les obligó a vivir en un complejo de la fábrica cerrado con llave y trabajaban dieciséis horas al día vigilados por un guardia armado. Se les dijo que debían pagar deudas por 5,000 dólares y se les pagaba apenas arriba de 10 dólares diarios, de los cuales se les descontaba el costo de su comida».
La aritmética simple revela cómo es que dichos trabajadores no podrán pagar nunca dicha deuda. Trágicamente, la «cuenta» se pasa con frecuencia a los niños después de que mueren sus padres y en algunas culturas ésta se hereda por generaciones.
NIÑOS EN ESCLAVITUD
Un lado aún más trágico del trabajo forzado es la explotación de los niños. Las víctimas menores de 18 años comprenden un porcentaje considerable de todos los obreros que realizan trabajos forzados. Con frecuencia estos son buscados para empleo debido precisamente a que su edad los hace más vulnerables, más obedientes y menos conscientes de sus derechos. Algunos apenas cuentan con siete años de edad y son utilizados como empleados domésticos o en la agricultura, en canteras, hornos de ladrillo y minas, por poca o nula paga. En la mayoría de los casos se les priva de una educación y de oportunidades para jugar y llevar la vida normal de un niño en crecimiento.
Generalmente sufren de una gran variedad de abusos, como largas horas de trabajo arduo, poco descanso y violencia física, verbal e incluso sexual. Los grupos como Anti-Slavery International (Anti-Esclavitud Internacional), en el Reino Unido, y Free Slaves, su organización hermana en los Estados Unidos, informan que en casos extremos los niños pueden llegar a trabajar 14 horas o más al día, siete días a la semana, soportando golpes y la negación de tratamiento médico. En el servicio doméstico puede que tengan que dormir en el piso de la cocina y comer sólo los restos de las comidas de la familia.
Es verdaderamente preocupante el rapto de niños y niñas para los conflictos armados. Reclutados por la fuerza o no, algunas veces sometidos con pretextos religiosos, son forzados a matar y a que los maten. En la lucha los jóvenes combatientes pueden ser enviados al frente de hombres bien armados como un método para que éstos atraigan el fuego enemigo o se les envía sin piedad para despejar el camino de trampas y minas escondidas con su propio cuerpo.
ESCLAVOS SEXUALES
Durante años la explotación sexual se ha convertido en el centro de discusiones sobre la trata de personas. Debido a que se presta al sensacionalismo, es mucho más visible en los medios de comunicación.
La prostitución forzada de mujeres raptadas o engañadas es en realidad otra forma de trabajo forzado; sin embargo, ésta puede tener un efecto más devastador que otros tipos. Con frecuencia todos los factores que existen en una situación de trabajo forzado están presentes también en la prostitución, con la realidad adicional de que el futuro de una niña (su matrimonio, su familia y su felicidad) es aún más sombrío.
Muchas de estas niñas provienen de las áreas rurales de los países en desarrollo, en donde el desempleo es mayor y el acceso a la educación es menor. Se les promete un trabajo legítimo con una buena remuneración, como empleadas domésticas o meseras, pero una vez que se encuentran en el país destino se les confiscan sus documentos, sus identificaciones y su dinero, y sus pasaportes algunas veces aparecen en el mercado negro.
Los traficantes y empleadores obtienen la cooperación de las trabajadoras sexuales a través del miedo y la intimidación. Pueden recurrir a la inducción dolosa para cometer un delito, a golpizas violentas y a amenazas de muerte (ya sea contra la víctima o contra su familia en el hogar), y forzarlas al consumo de drogas, a abortos involuntarios, a la reclusión y hasta la inanición. El objetivo es traumatizarlas para facilitar su control. Muchas de estas víctimas simplemente aceptan su situación y buscan complacer a sus captores sólo para sobrevivir. Otras soportan su situación con la esperanza de algún tipo de cambio. Algunas ven el suicidio como el único camino para escapar de su miseria.
Cuando se ha agotado su utilidad debido a la edad o por enfermedad (el SIDA es común), se deshacen de ellas: se les echa a la calle en donde se les puede considerar inmigrantes ilegales o parte de algún grupo delictivo. Se ha sabido de algunos empleadores que llegan a asesinarlas. Si pueden regresar a casa, con frecuencia están enfermas o embarazadas. Avergonzadas socialmente, se enfrentan a los estigmas y el aislamiento por parte de la comunidad. Muy pocos hombres se casarían con ellas –de haber alguno– y sin empleo o educación, tienen muy pocas esperanzas en la vida..
Las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley están conmocionadas por la magnitud de la trata de mujeres jóvenes alrededor del mundo y consternadas por la crueldad y la brutalidad del trato que reciben.
LA ECONOMÍA DE LA ESCLAVITUD
Las razones económicas para el rápido crecimiento de la trata y la esclavitud son polifacéticas y complejas. Una de las más básicas es, por supuesto, la rentabilidad.
«No se trata de poseer personas en el sentido tradicional de la esclavitud, sino de controlarlos por completo. Las personas se convierten en herramientas desechables para hacer dinero».
El crecimiento de la trata de personas y la esclavitud ha sido estimulado, en parte, por los bajos costos de la mano de obra en los países tercermundistas: debido a que las grandes compañías en las naciones prósperas desplazan de los mercados a las fábricas por su mano de obra costosa, naturalmente se reubican en donde haya abundancia de mano de obra barata.
En la cadena de la trata todos ganan, excepto, por supuesto, los esclavos. Todos hacen dinero en cada paso: la persona que rapta o capta al esclavo, quienes proporcionan el medio de transporte o los documentos falsos, la policía y los guardias fronterizos que aceptan sobornos, el distribuidor que realiza la venta y el cliente. En muchos países la red de soborno y corrupción incluye al sistema judicial, la policía, los grupos de delincuencia organizada y los comercios. Como un incentivo adicional, se ofrece a los oficiales el libre uso de los burdeles.
Las ventajas económicas de utilizar el trabajo de los esclavos son grandes: no hay necesidad de seguro, retiro, subsidio por enfermedad, primas o inclusive salario. Cuando los trabajadores dejan de ser productivos por cualquier razón, se les puede desechar como a cualquier producto de consumo. Es una situación ideal para el empleador, quien no se preocupa por detalles como los aspectos éticos o morales, ni tampoco por la compasión o el respeto por la decencia..
LA RAÍZ DEL PROBLEMA
Los humanos siempre han explotado a otros humanos. La naturaleza humana es parte del problema, pero la manera en que la gente ve su responsabilidad hacia cualquier ser humano es una cuestión espiritual.
En 1776 la esclavitud era una empresa comercial aceptada y legal en las 13 colonias americanas. No obstante, la Declaración de Independencia del mismo año expuso elocuentemente los conceptos fundamentales de la libertad humana: «Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». Era, en gran medida, una respuesta a lo que sus creadores consideraban como opresión por parte del gobierno británico.
Durante los años siguientes uno a uno los numerosos estados fueron prohibiendo la esclavitud y, en 1807, el Congreso votó para abolir la trata internacional de esclavos. Pero la legislación no produjo el término inmediato de esta práctica y la esclavitud continuó en diversos grados en muchos estados, del norte y del sur. Así, cuando Abraham Lincoln pronunció su famoso discurso de Gettysburg en 1863 en plena Guerra Civil, le recordó a su audiencia que la nación había sido «concebida en la libertad y comprometida con la noción de que todas las personas son creadas iguales».
La Declaración de Independencia y el discurso de Gettysburg recurrieron a muchos principios bíblicos. Uno de ellos es un concepto simple pero viable que, de aplicarse, solucionaría el problema mundial de la esclavitud y la trata de personas. Ese principio explica detalladamente cómo los seres humanos deben relacionarse entre sí y con frecuencia se le refiere como la Regla de Oro: «Trata a los demás como quisieras ser tratado» (consulte Mateo 7:12).
La Biblia expone otro concepto, el cual puede referirse como «la ley de la restitución»: «Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (consulte Gálatas 6:7) y «Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas» (Colosenses 3:25).
¿Desearían aquéllos que participan en la esclavitud que el axioma expresado en Lucas 6:38 se aplicara a su propia vida? El mismo dice que lo que demos a los demás, «se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando… porque con la misma medida que medís, os volverán a medir». ¿Desearían aquéllos que abusan de niñas de 10 años que sus hijas experimentaran el mismo trato? Más aún, ¿desearían ellos mismos vivir en esas condiciones?
La Biblia también contiene dos profecías importantes. La primera describe las características mostradas por quienes esclavizan a otros: «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos: Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros… impíos, sin afecto natural… intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno» (2 Timoteo 3:1–3). Lo anterior describe acertadamente el enfoque cruel de quienes participan en la compra, venta y abuso de su prójimo. En Apocalipsis 18:13 encontramos una segunda profecía, en donde se dice que la mercancía de algunos mercaderes incluye «esclavos y almas de hombres», es decir, su vida y su mente.
No hay forma de que las palabras o estadísticas puedan describir adecuadamente la irremediable miseria y desesperación que muchos deben enfrentar a diario, aprisionados como se encuentran en las peores clases de esclavitud. La crueldad de los comerciantes y de quienes compran y maltratan a estos millones de desafortunados, y la indiferencia hacia sus derechos humanos fundamentales, resulta verdaderamente espantosa.
La gente compasiva y decente de todas partes debe apoyar los esfuerzos organizados para vencer este tipo de maldad, pero se requerirá más que el esfuerzo humano y la legislación del gobierno para cambiar el corazón de quienes egoístamente infligen tanto sufrimiento en los pobres, los desfavorecidos y los vulnerables.