La Vida sin Hijos: El nuevo Vacío en la Crianza
Es posible que los padres helicóptero (o padres sobreprotectores) que sobrevuelan a sus hijos no hayan recibido el memo más reciente: un informe de 2008 del Proyecto Nacional sobre el Matrimonio (National Marriage Project) de la Universidad de Rutgers prevé que «la sociedad estadounidense está cambiando de manera que los hijos son menos importantes para nuestra vida común, nuestras metas compartidas y nuestros compromisos públicos».
El título del informe, Life Without Children: The Social Retreat From Children And How It Is Changing America [La vida sin hijos: El retiro social de los hijos y cómo está cambiando a Estados Unidos], no implica que los estadounidenses ahora estén en contra de tener hijos o que hayan dejado de tenerlos. La tasa de nacimientos en Estados Unidos continúa a un nivel de sustitución generacional, muy por encima de las tasas en descenso de muchos países europeos y asiáticos; sin embargo, los autores, la historiadora social Barbara Dafoe Whitehead y el sociólogo David Popenoe, señalan que la experiencia de vida de un adulto estadounidense está cambiando drásticamente y que cada vez se centra menos en los hijos.
En Gran Bretaña también se han expresado preocupaciones similares. En septiembre de 2006 la Children’s Society, una importante organización benéfica para niños del Reino Unido, realizó una investigación independiente para «renovar el entendimiento de la sociedad acerca de la infancia moderna y para informar, mejorar e inspirar» las relaciones entre padres e hijos. El estudio, que culminará en febrero de este año con el lanzamiento del libro A Good Childhood: Searching for Values in a Competitive Age [Una buena infancia: Buscando valores en una era competitiva], hace eco a los descubrimientos de su contraparte estadounidense. «La vida de los niños de hoy es muy diferente a cuando sus padres estaban creciendo», expone el informe del resumen del Reino Unido. Mencionando a las familias fragmentadas como uno de los factores clave que contribuyen a la creciente angustia infantil, los investigadores también sugirieron que los valores individualistas han creado un mundo para los niños «en el que muchas personas están tratando de desarrollar una vida mejor únicamente para ellas mismas y no para los demás».
El equipo del Reino Unido recomendó diversos enfoques para reestablecer una comunidad más centrada en los hijos, enfatizando que «cuando los jóvenes crecen y antes de que comiencen su propia familia deberían recibir educación para ser buenos padres, forjar relaciones y criar a un hijo».
Aunque quizá no todas las generaciones anteriores del Reino Unido y EE.UU. aceptaban la crianza de los hijos como una norma social, al menos durante gran parte del siglo XX la mayoría anticipaba que el cuidado de los hijos jugaría un papel fundamental en el patrón esperado de la vida adulta, el matrimonio y la vida en familia. Después de terminar sus estudios, los adultos jóvenes se casaban y tenían hijos a principios de sus veintes. Más o menos 25 años después el nido quedaba vacío. Ya como adultos maduros y con su trabajo como padres terminado, esperaban que el resto de su vida les brindara algunos años de serenidad en su retiro.
Sin embargo, en Estados Unidos y Gran Bretaña del siglo XXI, las expectativas para la edad adulta están tomando una forma drásticamente diferente: investigadores de ambas naciones identificaron recientemente diversos indicadores clave que señalan que el cuidado de los hijos ocupa una menor parte de la vida de un adulto promedio. Whitehead y Popenoe consideran que las consecuencias sociales para el futuro de la familia estadounidense son inmensas.
DESCENSO DEMOGRÁFICO
El número de hogares con hijos ha disminuido considerablemente desde el periodo de explosión demográfica posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando los padres estadounidenses, los servicios de la comunidad y las dependencias gubernamentales se preocupaban mucho por las familias con hijos. Décadas de disminución en la proporción de hogares con hijos han contribuido a la falta de enfoque en los problemas de crianza, y los hogares estadounidenses con hijos menores de edad ya no son la mayoría demográfica.
«El porcentaje de hogares estadounidenses con hijos ha disminuido de casi 5 de cada 10 en 1960 a un poco más de 3 de cada 10 en la actualidad», señala el informe de Rutgers. «Y se prevé que esta proporción disminuirá aún más. De acuerdo con las proyecciones de la Oficina del Censo de EE.UU., para el año 2010 los hogares con hijos representarán poco más de la cuarta parte de todos los hogares, la cifra más baja en la historia del país».
Los investigadores estadounidenses atribuyen este descenso al hecho de que las parejas de hoy en día buscan en el matrimonio el compañerismo, la intimidad y la realización personal. Estas llamadas relaciones entre «almas gemelas» requieren altos niveles de mantenimiento que involucra tiempo y atención para prosperar. Los niños, que también requieren una gran cantidad de tiempo y atención, pueden ser considerados como competencia que dificulta las esperanzas de lograr la satisfacción en la pareja.
«En las últimas décadas», comentan Whitehead y Popenoe, «se ha desinstitucionalizado al matrimonio; es decir, ha perdido gran parte de su influencia como una institución social que determina el sexo, la procreación y la paternidad. Legal, social y culturalmente, ahora el matrimonio se define sobre todo como una relación de pareja dedicada a la satisfacción de las necesidades y deseos más íntimos de cada individuo».
Dicha redefinición de las expectativas maritales está debilitando el vínculo entre el matrimonio y la paternidad. El matrimonio tradicional, que una vez fue ampliamente reconocido como el entorno más seguro en la sociedad para brindar a los hijos estabilidad económica y seguridad emocional, ahora compite con otras opciones socialmente aceptadas para la crianza y el cuidado de los hijos.
El incremento constante en los nacimientos fuera del matrimonio y en cohabitación, así como los índices de divorcio, ha dado como resultado más familias fragmentadas. Además, los padres solteros llevan la carga de cuidar a sus hijos, lo que significa que cada vez menos padres biológicos viven la mayor parte de su edad adulta en presencia de sus hijos.
«Los nacimientos de hijos de madres solteras aumentaron de 5.3% en 1960 a un nuevo récord de 38% en 2006», señala el informe de Rutgers. «Más de la mitad de todos los nacimientos de mujeres menores de 30 años se da fuera del matrimonio».
También en ese aspecto la Children’s Society de Gran Bretaña hace eco a Whitehead y Popenoe. «Las estructuras familiares están cambiando», señalan en su informe inicial. «Entre 1972 y 2004 el porcentaje de niños en familias de padres solteros en el Reino Unido se triplicó hasta 24%».
PADRES NO COMPROMETIDOS
Estos mismos factores aumentan la probabilidad de que el padre biológico se ausente, y cuando los hombres no aparecen en la ecuación de la crianza de los hijos se altera la dinámica familiar y todos se ven afectados. (Consulte «¿Son necesarios los padres?» y «Hija de tigre... ¿pintita?»).
La aportación de la Children’s Society a la investigación actual sobre padres ausentes incluye un descubrimiento de su propio estudio acerca de jóvenes que escapan de su hogar y observa que «los niños que viven con uno solo de sus padres biológicos son dos veces más propensos a huir, y los que viven en familias reconstituidas tienen tres veces más probabilidades de huir que aquéllos que viven con ambos padres».
Mientras citan estadísticas que indican que casi 80% de los niños afroamericanos nacen de madres solteras, Whitehead y Popenoe advierten que «la ausencia de un padre no se limita a un solo grupo. Es una característica común en una sociedad en la que el matrimonio y la paternidad se están separando». De hecho, comentan los investigadores, «en comparación con los niños de Estados Unidos a mediados del siglo XX, el porcentaje de niños que viven separados de su padre biológico se ha incrementado repentinamente, de 17% en 1960 a 34% en el año 2000».
QUERIDA, ¡ENCOGIMOS LA PATERNIDAD!
Otro factor que contribuye a la reducción del tiempo que los adultos pasan cuidando a sus hijos es que los adultos jóvenes están posponiendo la paternidad para terminar sus estudios universitarios y forjarse una carrera. Además, la inestabilidad en las relaciones y la incertidumbre que provoca respecto al futuro puede disuadir a las mujeres de tener hijos.
Hoy en día, señala el informe de Rutgers, la edad promedio para que una mujer se case por primera vez ha aumentado de 21 años en 1970 a casi 26. Las mujeres que han obtenido un título luego de cuatro años o más de universidad no se casan sino hasta que se acercan a la edad de 30.
Incluso cuando llegan a casarse, señala el informe, «las mujeres esperan más tiempo antes de tener a su primer hijo. En 1970, 71% de las mujeres casadas tenían a su primer hijo dentro de los tres primeros años de matrimonio. Para 1990, el porcentaje se había reducido a 37%. Por consiguiente, las mujeres casadas en la actualidad pasan más años ‘sin niños’ antes de ser madres».
Además, un incremento en la expectativa de vida significa que una mayor parte de ella se pasará viviendo en un hogar sin hijos. Los años del «nido vacío» aumentan con el incremento en la expectativa de vida.
La realidad resultante es que, para los adultos estadounidenses promedio, cada vez es mayor el número de años antes y después de la crianza de los hijos. A estos años «sin niños» generalmente se les describe en la cultura popular como años de diversión y libertad, mientras que los años dedicados a la crianza de los hijos son vistos cada vez más como una etapa temporal y de transición de la edad adulta, una interrupción en la búsqueda de la realización personal.
¿Estos indicadores sociológicos son únicamente un problema pasajero en la esfera sociológica? ¿O acaso los países como EE.UU. y el Reino Unido están siendo testigos del desarrollo de un auténtico «vacío en la crianza?»
La ética judeocristiana considera a los hijos como una bendición de Dios (Salmo 127:3, pero si tomamos literalmente estos informes de cualquiera de los dos lados del Atlántico parece que los hijos —que una vez fueron comúnmente aceptados como una contribución a la realización personal de los adultos— son considerados cada vez más como un posible estorbo para la realización personal. ¿Los niños se están convirtiendo más en una carga que en una bendición para los adultos?
En efecto, «¿cómo se considera y se valora a la niñez en la actualidad?», pregunta el informe de la Children’s Society del Reino Unido. Mientras Whitehead y Popenoe analizan la pregunta, sólo pueden concluir que la cultura del siglo XXI podría estar cambiando «de una sociedad de familias con hijos a una sociedad de adultos “sin niños”».