Rachel Carson: Una voz que rompió el silencio
La explosión de descubrimientos científicos y tecnológicos de mediados del siglo XX generó una nueva sociedad de consumidores embriagados con el poder de la gratificación instantánea. La idea de que la vida pudiera ser más fácil evitó que muchas personas vieran algún problema con los avances en la comodidad, particularmente algún efecto potencialmente negativo en la tierra o incluso en las futuras generaciones; sin embargo, algunos sí vieron estos problemas y aconsejaron moderación. Quizá la primera y la más notable, por lo menos entre los estadounidenses, fue Rachel Carson.
Carson, escritora y bióloga, era apasionada de su trabajo, el cual al principio se enfocó en la vida marina y más tarde en el uso indiscriminado de pesticidas. El resultado de sus esfuerzos sería el controversial libro La Primavera silenciosa, libro que rindió fruto mucho más allá de lo que Carson hubiera imaginado si hubiera vivido para verlo.
Nacida el 27 de mayo de 1907 en una pequeña granja de Springdale, Pensilvania, Carson heredó de su madre el amor por la naturaleza, así como el amor por los libros, el cual se convirtió en un ávido interés por escribir. Entregó numerosos artículos a revistas durante su infancia y su primer artículo se publicó cuando tenía 10 años de edad.
Después de graduarse de la preparatoria, Carson se fue a estudiar a la Universidad para Mujeres de Pensilvania (ahora el Chatham College, que en 1989 inauguró el Instituto Rachel Carson para promover la consciencia ambiental). Ahí se interesó profundamente en la biología marina. Tras graduarse en 1929, completó una maestría en zoología en la Universidad Johns Hopkins.
LOS PRINCIPIOS DE SU CARRERA
Después de graduarse, Carson enseñó zoología durante algunos años en la Universidad de Maryland. Más tarde obtuvo un puesto permanente en la Comisión de Pesca de EE.UU. (que más tarde se convirtió en el Servicio de Pesca y Vida Silvestre). En 1935 comenzó a trabajar como guionista de un programa de radio y finalmente obtuvo un puesto como científica y editora. Durante los 15 años siguientes que permaneció ahí se convirtió en editora en jefe y escribió numerosos folletos acerca de la conservación. También colaboró regularmente con el Baltimore Sun escribiendo artículos sobre la naturaleza.
Para Carson, quien nunca se casó, su más grande interés era la vida marina; pasó la mayor parte de la década de los cuarenta escribiendo acerca del medio ambiente bajo el mar. Su primer libro, Under the Sea-Wind [Bajo el viento del mar], se publicó en 1941. A este le siguió El mar que nos rodea en 1952, por el cual ganó el Premio Nacional del Libro en la categoría de no ficción. Carson renunció al Servicio de Pesca y Vida Silvestre ese mismo año para dedicarse a escribir de tiempo completo. The Edge of the Sea [La orilla del mar] se unió a su colección de obras publicadas tres años más tarde. Su tratamiento casi poético de la oceanografía en estos dos últimos libros aumentó su prestigio en los círculos de literatura tanto de biología marina como de no ficción.
Carson se enfocó en un tema central a lo largo de toda su obra: que, a diferencia de los animales, los seres humanos tenemos la capacidad de alterar drásticamente la naturaleza. También creía que los humanos, si nos tomamos el tiempo, podemos aprender de la naturaleza. «Es algo sano y necesario volver la mirada a la tierra y, al contemplar sus bellezas, reconocer el asombro y la humildad», escribió.
«Carson… habló valientemente para recordarnos que somos una parte vulnerable del mundo natural sujeta a los mismos daños que el resto del ecosistema».
Esta creencia se intensificó cuando abordó una nueva faceta de la conservación: el uso de pesticidas.
CONVICCIONES Y CONTROVERSIA
Mientras trabajaba para el gobierno, a Carson le preocupaba cada vez más el uso indiscriminado de pesticidas, en particular el dicloro-difenil-tricloroetano (DDT), el cual se volvió muy popular durante la Segunda Guerra Mundial. El DDT se utilizó primero durante la guerra para eliminar los piojos de los soldados y así reducir el contagio de tifus. No tuvo efectos secundarios inmediatos, por lo que se supuso ampliamente que el pesticida no afectaría a los seres humanos o a la vida silvestre. Carson creía lo contrario y, en efecto, poco después se culpó al pesticida por la disminución en la población del águila calva. De acuerdo con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU., los residuos de DDT comenzaron a contaminar lagos y arroyos, dañando así el alimento de las águilas y alterando su proceso de reproducción.
Carson sostuvo que dicha contaminación no se limitaría a la flora y la fauna. Al unir sus propias observaciones con la investigación e información de sus colegas, vio una imagen aterradora del futuro, tanto para el hombre como para la naturaleza. Condenada por sus descubrimientos, la bióloga escribió más tarde a un amigo: «De haber guardado silencio, no habría tenido paz».
«Sólo en el momento del tiempo representado por el siglo presente es que una especie —el hombre— ha adquirido un poder importante para alterar la naturaleza de este mundo».
Originalmente planeaba escribir un artículo para una revista exponiendo los riesgos de los pesticidas, pero nadie hubiera publicado el controversial contenido por temor a perder anunciantes; sin embargo, al final reunió información suficiente para escribir un libro y decidió que ningún otro proyecto en su vida sería tan importante. El libro, La Primavera silenciosa, fue un best seller incluso antes de su publicación en 1962.
En su libro, Carson calculó que tan sólo en EE.UU. hay 500 químicos nuevos a los que «el cuerpo de hombres y animales debe adaptarse de alguna forma cada año, químicos que están completamente fuera de los límites de la experiencia biológica». Agregó que los insectos terminan por volverse inmunes a los pesticidas y, como resultado, regresan en mayores cantidades. «Aun así, la guerra química nunca se gana y la vida queda atrapada en su violento fuego cruzado».
Hoy en día muchos científicos están en desacuerdo con las conclusiones de Carson, provocando que su obra no sea menos controversial ahora de lo que fue en su época. Por ejemplo, aseguran que la bióloga malinterpretó un estudio publicado en una edición de 1956 de la Journal of Agricultural and Food Chemistry [Revista de la Agroquímica y la Química de los Alimentos] respecto a los efectos de los pesticidas en las codornices y los faisanes. Los científicos también debaten los efectos de la prohibición del DDT causados por La Primavera silenciosa. Aunque la prohibición permitía específicamente el uso del químico para el «control de enfermedades», los críticos la citan como la razón principal por la que la malaria (una enfermedad transmitida por los mosquitos) continúa matando a tantos niños en los países en desarrollo.
No obstante, a diferencia de sus seguidores más devotos, la misma Carson no apoyó una prohibición total de los pesticidas. «No digo que los insecticidas químicos no deban utilizarse nunca», aclaró, «pero sí creo que hemos puesto químicos venenosos y biológicamente potentes de manera indiscriminada en manos de personas que ignoran del todo o casi por completo su potencial para causar daño. Hemos puesto a una enorme cantidad de personas en contacto con estos venenos, sin su consentimiento y, a menudo, sin su conocimiento».
NACE EL AMBIENTALISMO
En 1962, cuando se publicó La Primavera silenciosa, la industria química se burló de su autora, llamándola alarmista. Carson, que peleaba una batalla contra el cáncer de mama, no sería derrotada y lucharía con ahínco, no por su vida, sino por sus convicciones.
Como resultado de sus esfuerzos, el Presidente John F. Kennedy creó un Comité de Asesoría Científica para estudiar el problema que ella trataba. En mayo de 1963 el comité emitió un informe sobre los pesticidas donde se señalaba que aunque el uso adecuado de pesticidas podría considerarse necesario, se requerían más investigaciones antes de rociarlos indiscriminadamente.
Ése fue sólo el comienzo de los efectos de La Primavera silenciosa. En los Estado Unidos también condujo, como ya se señaló, a la prohibición del DDT en 1972, así como a la creación de la Agencia de Protección Ambiental, la cual desarrolló diversas normas, tales como las Leyes de Agua y Aire Limpios.
Sin embargo, Carson no fue testigo de la mayor parte de estos frutos, debido a que en 1964 falleció de cáncer a los 56 años de edad. Y aunque la ciencia que apoyó sus afirmaciones respecto al DDT ha sido reevaluada y en muchos casos reemplazada en los años transcurridos desde entonces, la obra de su vida fue claramente decisiva en la creación de un mundo más consciente del medio ambiente.
«La belleza del mundo viviente al que estaba tratando de salvar siempre ha ocupado el primer lugar en mi mente; eso, y mi enojo contra las acciones insensibles y salvajes que se llevan a cabo», escribió Carson a un amigo. «Ahora puedo pensar que he contribuido en algo».