Otro, Otro Mundo Más
Como una telenovela en horario estelar, la dramática búsqueda de otra Tierra tuvo un nuevo capítulo en abril. En el XXXIX aniversario del Día de la Tierra en los Estados Unidos, astrónomos del Observatorio Europeo del Sur (ESO, por sus siglas en inglés) anunciaron el descubrimiento de un pequeño planeta, aparentemente similar a la Tierra, en la órbita de la estrella Gliese 581. Esta enana roja (denominada estrella M para designar su temperatura fría, pues sólo tiene 40% del brillo del Sol) se encuentra a 20.5 años luz de distancia en la constelación de Libra.
Desde esa distancia, si existieran glieseanos y nos pudieran ver ahora, estarían viendo nuestro pasado: el cambio de la presidencia de Ronald Reagan a George H.W. Bush probablemente encabezaría sus «noticias de la Tierra». Es difícil discernir los detalles relacionados con la estructura de los planetas a semejante distancia. Aunque desde 1995 se han descubierto más de 300 planetas extrasolares o exoplanetas, la mayoría han resultado ser gigantes gaseosos similares a Júpiter debido a que son los más fáciles de «ver». Los planetas relativamente pequeños parecidos a la rocosa Tierra son el evidente objetivo de nuestra búsqueda, pero ha sido difícil detectar su presencia.
No obstante, con el paso de los años se ha descubierto que Gliese 581 tiene un sistema planetario completo: uno de los planetas es del tamaño de Neptuno (16 veces el tamaño de la Tierra) y a dos se les denomina «súper Tierras» (5 y 7 veces el tamaño de nuestro planeta). Gliese 581 e, el planeta recientemente descubierto, es sólo del doble del tamaño de la Tierra. Conforme la tecnología ha progresado, ha mejorado la capacidad de los astrónomos para estudiar la dinámica planetaria.
«Es sorprendente observar lo mucho que hemos avanzado desde que descubrimos el primer exoplaneta alrededor de una estrella normal en 1995, el que está alrededor de 51 Pegasi», afirmó Michel Mayor del Observatorio de Ginebra, Suiza. Mayor dirigió al equipo del ESO. «La masa de Gliese 581 e es 80 veces menor que la de 51 Pegasi b. Esto es un tremendo progreso logrado tan sólo en 14 años».
De acuerdo con el comunicado de prensa del ESO, los astrónomos analizaron el movimiento del sistema, según lo revela su espectro, para conocer más acerca del nuevo planeta y refinar su conocimiento de la órbita del ya descubierto Gliese 581 d. No hemos podido ver los planetas en sí; sólo conocemos su existencia por su efecto gravitacional en la estrella. «La ligera atracción de un exoplaneta conforme orbita la estrella central presenta una leve oscilación en el movimiento de esta última (de sólo unos 7 km/hora, correspondientes a la velocidad de una vigorosa caminata) que apenas se puede detectar en la Tierra con la más sofisticada tecnología actual. Las enanas rojas de baja masa como Gliese 581 presentan la posibilidad de encontrar con éxito exoplanetas de baja masa en la zona habitable. Esas estrellas frías son relativamente tenues y sus zonas habitables yacen muy cerca, donde el tirón gravitacional de cualquier planeta en su órbita que se encuentre ahí sea más fuerte, resaltando la oscilación delatora. Incluso así, detectar cualquier diminuta señal es todavía un reto, y el descubrimiento de Gliese 581 e y la refinación de la órbita de Gliese 581 d sólo fueron posibles mediante la precisión y estabilidad únicas de HARP [Proyecto de Investigación de Gran Altitud, por sus siglas en inglés]».
Aunque Gliese 581 e está demasiado cerca de la estrella como para tener agua en estado líquido (consulte el diagrama del ESO) y, por lo tanto, no se encuentra en la zona habitable del sistema, parece que Gliese 581 d —de mayor tamaño— ingresó al área que podría tener las condiciones adecuadas para la vida. Los científicos creen que «d» es demasiado grande para ser un planeta rocoso y, por lo tanto, es probable que se haya formado más alejado en el sistema. Stephane Udry, de la Universidad de Ginebra, especuló que «es un planeta de hielo que migró más cerca de la estrella» y observó que «“d” podría estar cubierto por un océano grande y profundo, el primer candidato serio para ser un “mundo de agua”».
En su artículo, «La búsqueda de HARP de planetas extrasolares al sur», los científicos explican su esperanza de por fin encontrar planetas realmente similares a la Tierra en las zonas habitables de otras estrellas. «Nuestros estudios de HARP buscan planetas cercanos de baja masa alrededor de estrellas cuya masa sea de 0.3 o más de 1.0 de la del Sol».
El objetivo no es sólo reunir más pruebas de planetas más allá del Sistema Solar, sino también entender cómo surgieron esos planetas. El documento concluye: «Los numerosos sistemas multiplanetarios detectados presentarán prometedoras limitaciones a los escenarios de origen».
El astrónomo Marc Ollivier comparte este sentimiento en Planetary Systems: Detection, Formation and Habitability of Extrasolar Planets [Sistemas planetarios: Detección, formación y habitabilidad de los planetas extrasolares] (2009): «El reto es… crear un modelo de formación de estrellas que tome en cuenta las propiedades de los sistemas planetarios recientemente descubiertos, pero que también se asegure de que sea posible incorporar el Sistema Solar como un caso específico dentro del modelo general».
¿Acaso podríamos descubrir que somos un caso aparte? Sería penoso para la ciencia si todas nuestras investigaciones sólo concluyen que la Tierra es, contra toda probabilidad, única; aunque esa falla científica no sería el fin del mundo. En realidad podría conducir nuestro pensamiento hacia nuevas direcciones. Entre más conocemos del universo, más parece ser que la Tierra es única… no como planeta, porque existen muchos, ni porque exista dentro de una «zona habitable» mensurable, porque los planetas como Gliese 581 d podrían ser comunes. La vida, o la evidencia de la misma, bien se puede encontrar en otro planeta; sin embargo, aún quedará algo completamente distinto: el drama de la vida humana.
¿Será que estamos aquí por azares del destino? La ciencia de la evolución y quienes dudan de la Primera Causa [de la existencia de Dios] afirman que así es. Estamos aquí, insisten, porque la vida es común en el universo y, de alguna manera que todavía no comprendemos, la conciencia puede surgir de manera espontánea porque, después de todo, aquí estamos. Los modelos que imparten una sensación de objetivo para la creación, para nuestra individualidad y para nuestra capacidad de comunicarnos y crear simplemente son científicamente inaceptables en la actualidad. Creer en el profeta que alguna vez afirmó que existió un Ser que creó la Tierra (no en vano sino «para que fuese habitada» (Isaías 45:18)) no es parte de ningún modelo aceptable.
Así que continuamos la búsqueda —como debemos, porque nada tiene de malo saber más—, pero sólo de evidencia física para demostrar una visión sorprendentemente miope. Mayor afirma que «el gran hallazgo de la investigación actual de exoplanetas es la detección de un planeta rocoso y similar a la Tierra en la ‘zona habitable’, una región en torno a la estrella central con las condiciones adecuadas para que el agua sea líquida sobre la superficie del planeta».
Quizás a años luz podamos encontrar la confirmación del «gran hallazgo» de Mayor; sin embargo, así como una telenovela no brindará una reflexión valiosa en cuanto a las relaciones humanas, encontrar otra Tierra no nos ayudará a comprender nuestro lugar en el universo. Respecto a esta cuestión, existen lugares más cercanos a nuestro hogar que pueden revelar mucho más al observador de mente abierta.