Perdón (o algo así)
En enero de 2008 un hombre de Michigan fue sentenciado por el particularmente cruel asesinato de su ex novia y su recién nacida. Se citó a la hermana de su novia quien expresó: «En nombre de [nuestra] familia, perdonamos a este hombre, porque a través del perdón podremos seguir con nuestras vidas y dejar atrás sus horribles actos».
El periódico local señaló en su reporte que la hermana había esperado en vano una disculpa y que la familia se sintió «aliviada» de que la sentencia fuera cadena perpetua; no obstante, la familia de la mujer asesinada dijo que perdonaba al hombre que le había disparado a su amada y había dejado a su propia hija recién nacida llorando a gritos junto a su madre muerta mientras él tenía una cita con otra novia embarazada. Después el asesino se fue a trabajar para luego regresar a la escena del crimen e incendiar la cama con la bebé que continuaba llorando mientras él la dejaba quemarse junto al cuerpo de su madre.
Parece increíble que alguien pueda perdonar un asesinato aparentemente impenitente, sobre todo en esas circunstancias, pero ésta no es la primera familia en reaccionar así. ¿Qué significó cuando su portavoz dijo que habían perdonado al asesino? Y, ¿hay alguna contradicción en su aprobación de la sentencia?
¿Cómo se define el perdón y qué sentido tiene otorgarlo? Algunos lo conceptualizan como una absolución que lo abarca todo y que libera del requisito de un castigo. Otros admiten que puede haber una clase de perdón sin olvidar por completo, mientras que otros más creen que es imposible siquiera acercarse al perdón, a menos (y hasta) que se haya ofrecido una disculpa y ésta sea aceptada. Al parecer la palabra perdón se aplica con frecuencia a una variedad de acciones que podrían describirse mejor con diferentes términos. De hecho, no existe una definición universalmente aceptada del perdón. Aun sin definición, es casi imposible determinar si es posible aplicar esta virtud a las relaciones humanas y de qué manera. Puede ser que algunas veces usemos el término perdonar cuando queremos decir «hacer a un lado nuestras diferencias» o «no alimentar un rencor».
Punto de Vista de un Ex Niño Soldado acerca del Perdón
«La gente cree que perdonar es olvidar todo. Desde mi propia perspectiva, no lo es. Perdonar es, en mi opinión, estar dispuesto a poner un alto a la violencia en sí; es decir, no obstante lo difícil que sea, voy a dejar de ver a mi vecino como un eterno ladrón o un eterno asesino. Una vez que haces eso realmente vivirás en paz, contigo mismo y con tu vecino. Si ves a tu vecino como un eterno ladrón o un eterno asesino, jamás podrás vivir en paz junto a él. Y, de hecho, eso te impulsaría a hacerle algo, lo que sólo agravará el problema.
Así que yo pienso que perdonar es en realidad una manera de entendernos mejor y de tratar de resolver el problema en lugar de andar con temor entre la gente. Y, bueno, no es fácil, es muy difícil... Pero no se trata de olvidar en absoluto. Creo que estar conscientes nos permite estar en la posición de prevenir que vuelva a ocurrir; en la posición de ubicar con exactitud cuando las cosas estén a punto de estallar. No forzosamente estar obsesionados con eso, pero tenerlo en mente como un recordatorio constante de qué tan frágil es la vida, lo que se vuelve obvio cuando te encuentras en una situación de conflicto. La vida es muy frágil; no tienes tanto control como crees».
Sin embargo, los investigadores que estudian la salud mental y emocional saben una cosa: si no trabajamos para lograr un estado de ánimo de algo parecido al perdón, somos nosotros los que sufrimos el mayor daño. Una larga historia de investigaciones ha demostrado que guardar resentimiento, odio e ira trae muchas consecuencias negativas para la salud que se pueden manifestar de diversas formas, desde problemas emocionales y cardiovasculares hasta un sistema inmunológico debilitado.
Por esta razón en los últimos años se ha renovado el interés en este tema, junto con algunos intentos por desarrollar una definición práctica del perdón. Por ejemplo, en un estudio realizado en 2001 y publicado por la Sociedad Estadounidense de Psicología (American Psychological Society), tres investigadores del Hope College en Michigan concentraron la investigación existente de esta manera: «La literatura sobre el perdón se ha enfocado en los efectos de dos respuestas negativas (repetir el daño y guardar rencor) y dos respuestas positivas (desarrollar empatía por la humanidad del agresor y conceder el perdón) respecto al perdón como resultado de violaciones interpersonales».
A primera vista, esta definición parece algo circular. Es fácil ver cómo el desarrollar empatía por la humanidad del agresor es una respuesta que facilita el perdón, pero ¿a qué se referían los autores del estudio con el segundo término, «conceder el perdón», especialmente si tomamos en cuenta que aún no se definía el perdón?
Una buena razón para dividir las respuestas positivas en dos categorías es que desarrollar la empatía necesaria para hacer a un lado el rencor no requiere la participación del agresor; sin embargo, conceder el perdón generalmente es visto como una serie de acciones entre dos personas, una de las cuales está arrepentida y la otra le otorga el perdón en respuesta.
«Perdonar, tal vez, pero no olvidar… al menos no del todo. Hay lecciones más grandes para que la humanidad aprenda de actos de opresión y brutalidad. Necesitan tenerse en mente como relatos de moralidad, recordatorios para las generaciones».
Los autores continuaron: «Perdonar se basa sobre todo en la empatía e involucra respuestas cognoscitivas, emocionales y posiblemente de comportamiento. Es importante señalar que el perdón no retira del agresor la responsabilidad por su trasgresión y no tiene que ver con negar, ignorar, minimizar, tolerar, condonar, justificar, excusar u olvidar la ofensa» (énfasis añadido).
Aunque esto puede ayudar a ilustrar lo que no es el perdón, aún existe la necesidad de aclarar su lado positivo. Los investigadores continuaron abordando el tema de esta manera: «Aunque no existe una definición universal del perdón, los teóricos enfatizan que implica dejar ir los sentimientos negativos y adoptar una actitud misericordiosa y de buena voluntad hacia el agresor».
Con esta interpretación específica del perdón los investigadores examinaron después los efectos emocionales y físicos que tuvo este tipo de actitud indulgente en las víctimas de algún delito. Encontraron que los pensamientos indulgentes generaron menos respuestas de estrés y más sentimientos de control, lo cual es una característica que los psicólogos consideran clave para la resiliencia o la habilidad para recuperarse del trauma y el estrés (consulte «Desarrollo de Resiliencia en un Mundo Turbulento»). En contraste, los pensamientos negativos en cuanto al perdón ocasionaron un incremento en mediciones físicas negativas, incluyendo cambios en la frecuencia cardiaca y la presión arterial.
NO PUEDEN O NO QUIEREN PERDONAR
Evidentemente, existen beneficios físicos concretos para las partes agredidas cuando deciden perdonar. Entonces, ¿podemos concluir que esto es lo importante de hacer a un lado nuestras diferencias? ¿Enfocarnos en nosotros mismos y en nuestras necesidades para poder superar el dolor?
En un libro publicado en 2008 titulado «The Forgiveness Myth» El Mito del Perdón], los autores Gary Egeberg y Wayne Raiter sugieren que el centrarse en uno mismo es un enfoque alternativo útil para aquéllos que «no pueden o no quieren perdonar».
Egeberg, un antiguo capellán de una prisión, y Raiter, un terapeuta, sostienen que mientras lo preferible en algunos casos es el perdón, no todos son capaces de asumir esa actitud: «Si ése es el caso, entonces tiene sentido dejar al agresor fuera del cuadro y enfocarse en uno mismo y en lo que se necesita» (su énfasis en todo).
La realidad, dicen, es que aunque pensemos que hemos perdonado, algunas veces podemos tener pensamientos y sentimientos profundamente amargos hacia quienes nos han lastimado. Su enfoque alternativo toma en cuenta esto. «De hecho», escriben, «las alternativas te permiten pensar y sentir (y aceptar) exactamente lo que estás pensando y sintiendo en cualquier momento, aun cuando no es lo que tú QUISIERAS estar pensando y sintiendo».
Los autores continúan: «Puedes estar teniendo los pensamientos más amargos y los sentimientos más dolorosos que puedas imaginar, y eso es totalmente aceptable. Y no importa si los experimentas tres días o treinta años después de que te lastimaron... Las alternativas saludables nos liberan de tener que pensar y sentir de cierta manera».
Más adelante en la presentación de Egeberg y Raiter encontramos esta declaración: «Con respecto a alguien que te ha lastimado, las alternativas saludables para el perdón te permiten sentir lo que sea que estés sintiendo, sin importar si es una completa amargura y odio hacia tu agresor o un sentimiento abrumador de compasión por él, o algún sentimiento intermedio».
Quizá no sea exagerado imaginar que podemos aliviar parte de nuestra confusión interna aprovechando el permiso de Egeberg y Raiter para sentir odio y amargura, pero lo que sí parece difícil de creer es que el tener estos sentimientos pueda realmente constituir una alternativa saludable, en especial si tomamos en cuenta la exhaustiva investigación que señala la importante conexión entre el bienestar y la salud física y el dejar ir los sentimientos negativos.
Es interesante observar que Egeberg y Raiter difícilmente hacen mención de una investigación, a pesar del hecho de que en la década actual se han realizado varios estudios importantes sobre diversos aspectos del perdón. En lugar de eso sus argumentos parecen enfocarse en echar abajo al hombre de paja: «El entendimiento convencional del perdón», afirman, «no te permite pensar y sentir lo que estás pensando y sintiendo, a menos de que estés pensando positivamente y teniendo sentimientos de cordialidad hacia el agresor, lo que es difícil de hacer cuando recuerdas cómo fuiste lastimado».
¿Acaso existe alguna posibilidad de que la hermana de la mujer asesinada de Michigan sienta alguna clase de «cordialidad» hacia el asesino de su hermana? No lo parecería; y sin embargo ella considera que lo ha perdonado. Tal vez a lo que se refiere es que ha dejado atrás el odio y la amargura y ha encontrado una manera de considerar un futuro que trascienda del asesino y sus atrocidades. Pero el hecho de que ella quizá no sienta odio no necesariamente significa que sienta cordialidad. Incluso sin cordialidad, ¿podría haber logrado una actitud llamada popularmente perdón? ¿Es posible que de alguna manera haya asumido la buena voluntad de esperar que el hombre que terminó tan violentamente con la vida de su hermana cambie algún día su corazón y su mente, y sienta un sincero horror y pena por sus acciones?
Incluso sin los sentimientos de cordialidad que Egeberg y Raiter suponen que son parte esencial del entendimiento convencional del perdón, esta mujer muestra un enfoque constructivo para su alivio emocional. Entonces, ¿de dónde provienen sus suposiciones?
De acuerdo con el capellán y el terapeuta, «algunos de los mayores defensores [del entendimiento convencional] son los que invocan el nombre de Dios o ‘la verdad religiosa’; sin embargo, muchos millones de personas se alejan de las tradiciones religiosas en las que fueron educados... porque las ‘verdades’ que fueron (y siguen siendo) adoptadas como verdad ya no son convincentes o creíbles. No parecen ser una verdad tan incuestionable después de todo, especialmente a la luz de sus experiencias de vida».
Además, escriben, «millones de individuos que se han alejado de la autoridad religiosa están descubriendo que ellos son la verdadera autoridad de su propia vida y que tienen el poder de crear y escribir los capítulos restantes de su vida como ellos elijan... y, para muchos, ni su cabeza ni su corazón pueden creerse por más tiempo el mito del perdón. Siendo el único que ha sufrido tus propias penas y el que conoce realmente el impacto que han tenido en tu vida, eres el único que puede decidir cómo curarse».
UN PUNTO DE VISTA MÁS AMPLIO
Al parecer hay dos grandes defectos en el argumento de que los conceptos convencionales del perdón puedan ser ignorados como un mito sin miedo a sufrir repercusiones en la salud.
El primero yace en el hecho de que no existe un solo concepto convencional del perdón; hay muchas perspectivas religiosas. Incluso entre las tradiciones judeocristianas, el perdón carece de una definición universalmente aceptada. Esto se ilustra muy bien en un compendio del año 2000 acerca de este tema: Forgiveness: Theory, Research, and Practice [El Perdón: Teoría, Investigación y Práctica]. Editado por los ilustres psicólogos Michael E. McCullough, Kenneth I. Pargament y Carl E. Thoresen, este resumen incluye un capítulo de 24 páginas que analiza la abrumadora variedad de puntos de vista sobre el perdón según diferentes sistemas de creencias religiosas.
«El perdón y la reconciliación se facilitan cuando los malhechores aceptan su responsabilidad por la injusticia y el daño causado, y juran no volver a hacerlo jamás».
Es interesante señalar que este análisis describe muy brevemente los sistemas de creencias examinados que requieren que la víctima piense «cordialmente» en el agresor, en especial cuando no ha habido reconciliación. De hecho, en muchos sistemas de creencias, el perdón y la reconciliación son vistos como procesos muy diferentes. A menudo hay lugar para que la víctima conceptualice la compasión, empatía y buena voluntad en términos trascendentes, tomando en cuenta el futuro potencial del agresor, en contraposición a desarrollar un sentimiento cordial acerca del estado actual del agresor.
El segundo error se encuentra en la suposición de que podemos sanar mental y emocionalmente sin cambiar la forma en que pensamos y sentimos. Aunque es tentador creer que podemos mantener una buena salud mientras nos permitimos aferrarnos a cualquier emoción negativa que se sienta natural, la investigación nos dice que esto es una ilusión. Los estudios sobre traumas subrayan constantemente la importancia de cambiar nuestra forma de pensar para combatir la depresión y fomentar la fortaleza. Reemplazar los pensamientos negativos con pensamientos positivos es fundamental para alcanzar la madurez emocional y la resiliencia mental.
«Al fomentar la sanidad y la resiliencia», señala Froma Walsh, una experta en resiliencia y terapia familiar, «los acontecimientos traumáticos del pasado no se borran, pero las percepciones y sentimientos respecto a ellos, así como sus implicaciones en nuestra vida, pueden alterarse de manera importante». Ella afirma que el perdón no elimina la responsabilidad del agresor. Borrar de la memoria los acontecimientos no es siempre necesario o siquiera preferible. «Si olvidamos el daño causado», comenta Walsh, «quizá no aprendamos de él para adoptar las medidas necesarias y evitar que vuelvan a ocurrir en el futuro»; y agrega: «Se deben establecer nuevos términos en la relación para asegurar que ese daño nunca vuelva a ocurrir».
Daniel Goleman, psicólogo y autor de Inteligencia Emocional e Inteligencia Social, sostiene un punto de vista similar respecto al perdón. «No es necesario condonar algún acto ofensivo, olvidar lo que pasó o reconciliarse con el agresor», señala; «significa encontrar una manera de liberarse de las garras de la obsesión del daño».
Lo importante de este tipo de perdón es que es en parte para nuestro propio beneficio. Goleman reitera el hecho bien fundamentado de que «estudios de la etapa posterior a la hostilidad revelan que cada vez que simplemente se piensa en lo que se odia, el cuerpo responde con la rabia contenida, se inunda con hormonas del estrés, se eleva la presión arterial y se daña la efectividad inmunológica». Por otro lado, «perdonar a alguien a quien le hemos guardado rencor revierte la reacción biológica: disminuye nuestra presión arterial, la frecuencia cardiaca y los niveles de hormonas del estrés, y alivia nuestro dolor y depresión».
Pero en ocasiones puede haber otros resultados positivos. Froma Walsh ha visto algunos ejemplos como terapeuta: «En el caso del asesino de una adolescente», comenta, «el viaje de la madre [de la víctima] hacia el perdón se inició principalmente para su propio alivio y el de su familia, pero también contribuyó a una notable transformación... para el agresor, quien superó su falta inicial de preocupación respecto a su responsabilidad, presentó un sincero remordimiento y dedicó todos sus esfuerzos a cambiar su vida. La compasión mostrada entre los padres de la víctima y los del agresor generaron un alivio mutuo».
Aunque puede ser extraño que los agresores se transformen tan dramáticamente cuando se les ve con compasión, incluso la posibilidad de un cambio positivo para los agresores ofrece a las víctimas una medida muy importante que se sabe que aumenta su fortaleza. Si añadimos los beneficios sicológicos obtenidos por quienes fomentan las respuestas positivas, además de un mayor valor y empatía por otros que también han sido afectados, la vía hacia el perdón empieza a parecer un camino sólido hacia el crecimiento personal.
Al menos éste es el camino más seguro para salir de la prisión del odio y la amargura que de otra forma confina a quienes se rehúsan a alejarse de esos obstáculos.