Principios de Vida y Salud: El ABZzzz del Sueño
Conforme nuestra vida se torna cada vez más ocupada, nos damos cuenta de que vamos tratando de ajustarnos más y más a lo que podrían parecer días cada vez más cortos. A menudo decidimos hacernos más tiempo reduciendo nuestras horas de sueño, y por lo general subestimamos el precio que paga nuestra salud. El Dr. William Dement del Centro para la Excelencia en el Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos del Sueño de la Universidad de Stanford, en un ensayo diseñado para educar al público acerca de los peligros de la privación de sueño, hace referencia a un estudio realizado en mil personas seleccionadas debido a que no consideraban que les hiciera falta dormir o que tuvieran algún problema de somnolencia durante el día. Los impresionantes resultados del estudio mostraron que el 34% de estas personas, todas las cuales aseguraban que no tenían ningún problema de somnolencia durante el día, en realidad padecían una peligrosa privación de sueño.
Esta falta crónica de sueño literalmente nos está matando. De acuerdo con la Fundación Nacional del Sueño de EE.UU., la privación de sueño está relacionada con un mayor riesgo de morbimortalidad debido a accidentes automovilísticos, obesidad y problemas de salud relacionados, incluyendo diabetes y cardiopatías.
El sueño es esencial para la vida; una de nuestras cuatro necesidades básicas. A primera vista, parece bastante simple: cuando estamos cansados, simplemente nos desconectamos de todo y dejamos de funcionar por la noche; sin embargo, el sueño es mucho más de lo que ven nuestros ojos… ¡estén abiertos o cerrados! Puede ser sorprendente darnos cuenta de que el sueño no se trata de apagar nuestro cerebro. A pesar de que los seres humanos han dormido desde el principio de los tiempos, ha sido durante las últimas décadas que hemos comenzado a saber que nuestro cerebro y nuestro cuerpo se encuentran increíblemente activos durante ese periodo.
De manera ideal, durante una buena noche de sueño pasamos repetidamente por cinco etapas. Por lo general, cada etapa dura entre una hora y media y dos horas. La etapa 1 es un sueño ligero, del cual podemos despertar fácilmente. La actividad muscular disminuye y nuestros ojos cerrados se mueven muy lentamente. La etapa 2 es en la que pasamos cerca del 50% de nuestro tiempo total de sueño. Durante la etapa 2, la temperatura de nuestro cuerpo disminuye, los ojos dejan de moverse y la actividad eléctrica (ondas cerebrales) de nuestro cerebro disminuye, excepto por episodios ocasionales de ondas rápidas. La etapa 3 es un sueño más profundo, sin movimiento ocular ni actividad muscular, ondas cerebrales extremadamente lentas (ondas delta) y estallidos esporádicos de ondas más pequeñas y rápidas. La etapa 4 es el sueño más profundo, durante el cual el cerebro produce ondas delta lentas y largas casi sin ninguna interrupción.
Durante estas etapas de sueño profundo, la presión arterial disminuye y se recobra energía mientras se liberan hormonas esenciales. El sueño con movimientos oculares rápidos (MOR), que representa aproximadamente el 30% de nuestro tiempo de sueño, se caracteriza por una respiración irregular y superficial, así como una mayor presión arterial y un mayor ritmo cardiaco. Nuestros ojos se mueven rápidamente, aunque nuestros brazos y piernas están paralizados. Éste es el momento en el que soñamos. Los periodos de sueño MOR y las etapas de sueño más ligero aumentan, y las etapas de sueño más profundo duran menos conforme avanza la etapa durante la noche.
Las investigaciones recientes indican que cada una de estas etapas tiene un objetivo diferente. Algunos expertos consideran que el sueño MOR es necesario para el funcionamiento adecuado de la memoria y para la resolución de conflictos mentales. Las etapas de ondas delta son útiles para el aprendizaje visual, y las etapas de ondas más cortas influyen en el aprendizaje que involucra movimiento. Por lo tanto, perturbar estos ritmos naturales de sueño puede perjudicar el aprendizaje y la memoria, además de provocar los problemas físicos que hemos conocido por años.
Probablemente estamos demasiado familiarizados con las sensaciones de sueño y la incapacidad para concentrarnos que provoca un sueño trastornado. La agudeza mental y el desempeño físico se ven afectados como resultado de una ligera privación de sueño, mientras que la falta continua de un sueño de calidad puede provocar síntomas de trastornos mentales que incluyen cambios de humor, paranoia y alucinaciones. La privación de sueño incluso puede desencadenar episodios de manía en personas con trastorno bipolar, así como convulsiones en personas con ciertos tipos de epilepsia. Las investigaciones indican que el sueño MOR parece contener las convulsiones en una sola parte del cerebro (en lugar de dispersarlas). El sueño les brinda a nuestras trabajadoras neuronas la oportunidad de repararse a sí mismas y de reenergizarse y renovarse durante la noche.
Nuestro cuerpo parece entender el papel del sueño en la prevención de las dificultades relacionadas con la privación de sueño, ya que naturalmente queremos dormir a ciertos momentos del día. Esto se debe a los ritmos circadianos: cambios (tanto mentales como físicos) que ocurren diariamente en nuestro cuerpo, controlados por un reloj biológico en nuestro hipotálamo. Las señales de luz provenientes de la retina viajan hasta este reloj biológico, activando la producción o el paro en la producción de la hormona melatonina y otras funciones corporales relacionadas con el ciclo de sueño y vigilia. Los niveles de melatonina incrementan con la oscuridad, provocando somnolencia, lo que indica a nuestro cuerpo que es momento de dormir.
Podemos manipular relativamente nuestro reloj biológico con señales de tiempo externas (por ejemplo, el sonido de la alarma de un reloj) y la fototerapia. Es por eso que podemos pasar de una zona horaria a otra y, a pesar de que podemos padecer los efectos del desfase horario, nuestro cuerpo se ajustará en pocos días. Algunas personas incluso toman complementos de melatonina para tratar de manipular las etapas del sueño, pero aún se desconocen los posibles efectos secundarios de su uso en el largo plazo.
Aunque podemos tratar (y, de hecho, lo hacemos) de entrometernos con la naturaleza, es interesante observar que nuestro cuerpo parece estar diseñado para seguir el ciclo de 24 horas de luz y oscuridad. El uso excesivo de aparatos electrónicos y luces brillantes después de la que debería ser nuestra hora de dormir perturba tanto la calidad como la cantidad de nuestro sueño. Cada uno de nosotros debe observar y escuchar las señales externas e internas que nos indican cuándo debemos dormir y seguirlas para asegurarnos de estar durmiendo lo que nuestro cuerpo y nuestro cerebro tan desesperadamente necesitan.