Redefinición de los mileniales
El hecho ya generalizado de juzgar mal a toda una generación conlleva graves repercusiones para nuestro futuro colectivo.
Decir que las distintas generaciones no se comprenden entre sí es un cliché. Como era de esperar, en el mundo de hoy se oye mucho hablar de la gente joven, y los juicios suelen ser negativos.
Tal vez la brecha generacional siempre se haya llenado con negatividad. Horacio, el poeta romano del primer siglo escribió: «¿Qué ha quedado sin arruinar? La época de nuestros padres fue peor que la de sus padres, y luego nos engendraron a nosotros, peores que lo que fueron ellos, y después de nosotros vendrán nuestros hijos e hijas, peores que nosotros, y tras ellos los suyos, aún peores que ellos» (Odes iii.6). En 1771 un lector envió una carta a la revista Town and Country lamentando que los jóvenes de entonces fueran «una raza de afeminados, engreídos y escuálidos frívolos». Y en 1843, la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña escuchó un testimonio según el cual «la moral de los niños era diez veces peor que antes».
La generación que hoy recibe una considerable cantidad de comentarios por parte de la prensa es la de los mileniales, también conocida como Generación Y. Puede que usted ya haya oído de cuán desastrosa es esta generación. Una retahíla de opiniones y mitos han azotado a este grupo de jóvenes, hoy todos adultos, que constituyen el grupo demográfico más grande que existe sobre la tierra. A medida que el poder adquisitivo de este grupo aumenta, también se está convirtiendo en la base de consumidores más poderosa del mundo, y su despertar económico está afectando los negocios, la política y la sociedad en general.
Es en el ADN de las conductas de esta generación donde podemos, tal vez, vislumbrar más claramente el futuro. ¿Quiénes son los aproximadamente dos mil millones de mileniales, así llamados porque alcanzaron la mayoría de edad a comienzos del nuevo milenio? ¿Cuáles son algunas de sus principales dificultades y características singulares y no tan singulares? ¿Y cómo quienes no son de esta generación deberían juzgar su posible contribución al futuro?
Definiendo características
El término millennials (mileniales) se atribuye a los autores William Strauss y Neil Howe, quienes lo acuñaron en 1987. Desde entonces, se ha usado y abusado mucho de este. Como todas las determinaciones demográficas, es arbitrario, no obstante el Centro de Investigación Pew define como mileniales a quienes nacieron entre 1981 y 1996. Como sea que se los defina, ya no nos estamos refiriendo a gente muy joven, sino más bien a quienes en 2019 se encuentran entre los 23 y 38 años de edad.
En muchos de los comentarios se han exagerado, simplificado excesivamente o malinterpretado características propias de los mileniales, y con frecuencia se ha pasado por alto la cultura como impulsora poderosa. Además, lo que los mileniales tienen en común con grupos anteriores —como la generación de posguerra (desde después de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los años sesenta) y la Generación X (desde mediados de los años sesenta hasta 1980)— puede resultar tan informativo como lo que los diferencia de ellos.
Por ejemplo, a menudo se percibe a los mileniales como vagos u holgazanes, vinculados tecnológicamente y desconfiados. Sin embargo, un estudio llevado a cabo en 2017 encontró que no eran más perezosos en el lugar de trabajo que la generación X, ni eran más propensos a acceder a Internet desde su teléfono móvil ni tendían menos a confiar en instituciones como corporaciones y gobiernos.
«Acusaciones de este tipo se han hecho contra los jóvenes antes de los mileniales y sin duda se dirigirán a los jóvenes después de los mileniales».
Aunque los mileniales en cierto modo están menos conectados con los gobiernos y gastan más tiempo en línea, los empleadores, gobiernos, comentaristas y de hecho el resto de la sociedad se equivocan en muchas de sus ideas preconcebidas con respecto a ellos. Los intentos de descargar a la puerta de esta generación la culpa de toda falta de confianza y de compromiso son en gran medida desatinados.
Para tratar de comprenderla mejor, vale la pena considerar algunas de las características que frecuentemente se comentan al referirse a esta generación de los mileniales.
¿Consumidores clave?
Cuando en 2008 el mazazo financiero sorprendió al mundo, muchos de los mileniales apenas estaban llegando a la mayoría de edad. Han crecido en un ambiente de profunda inestabilidad e incertidumbre. El paro cardíaco económico que sacudió las instituciones de Occidente detuvo las perspectivas de empleo y el poder adquisitivo de este grupo demográfico en un momento crítico de su desarrollo. A algunos los afectó por la pérdida de empleo o por no poder encontrar un trabajo apropiado tras graduarse de la universidad, a menudo mientras enfrentaban deudas abrumadoras por préstamos estudiantiles. En EE.UU. los mileniales constituyen la generación más educada del país, pero el objetivo tradicional de lograr éxito material a través del trabajo arduo ha demostrado ser escurridizo.
La crisis financiera ayuda al aclarar por qué tanta de esta generación es lenta en cuanto a avanzar dando los pasos siguientes tradicionales propios de la adultez: ser propietarios de una vivienda, casarse y tener hijos. En vez de ello, siguen viviendo más tiempo en sus hogares de origen y permanecen más tiempo en colegios o universidades. A menudo se los culpa por el declive de las industrias, desde las de servicio alimentario hasta las automotrices y las inmobiliarias, supuestamente debido a sus gustos egoístas.
No obstante, un estudio de la Reserva Federal publicado en 2018 sugiere que el problema puede tener menos que ver con el hecho de cómo eligen ellos gastar su dinero, y mucho más con el de no tener tanto para gastar. El informe señala que los mileniales tienen «ingresos más bajos, menos bienes y menos riquezas» que los que las generaciones anteriores tenían a su edad. Les gustaría comprar coches y casas; pero sencillamente no cuentan con los medios o recursos para hacerlo.
Con todo, y en parte en consecuencia, los mileniales constituyen una base masiva de consumidores de productos que van desde champú hasta paquetes turísticos, y conceden más valor a las experiencias que a las cosas. Mientras que para muchos las grandes compras de activos siguen siendo inalcanzables, la creciente activación económica del grupo de los mileniales como la base de consumidores más importante del mundo está forzando cambios radicales y dolorosos en muchas corporaciones. Por consiguiente, empresas que crearon sus productos con la generación X en mente están tratando de reorganizarse. Los que sean incapaces de vender a este grupo demográfico, limitarán seriamente su posible participación en el mercado.
«En mercadotecnia, como en la cultura pop, los mileniales son indicadores fundamentales de los cambios a gran escala en la conducta futura de los consumidores… Esta transición generacional está introduciendo el fin de la mercadotecnia para el consumidor tal como por tanto tiempo la hemos conocido».
Reconociendo el potencial de lucro, el mundo bancario ha sido rápido para identificar la oportunidad y halconado en su velocidad para reaccionar. En el verano de 2018, el banco estadounidense J.P. Morgan lanzó una plataforma bancaria en línea, construida con el aporte de los mileniales y con ellos en mente. Conocida como «Finn», la aplicación de banca móvil de punta a punta se extendió por todo Estados Unidos para una generación que —según el banco la percibe— no necesita de sucursales bancarias materiales. Además de la funcionalidad de cuentas corrientes y de ahorros, la aplicación ofrece varios servicios liderados por nuevas empresas de finanzas personales.
Semejante instrumento constituye un recordatorio de que los mileniales no son meramente consumidores, sino también innovadores, fundadores, propietarios, operadores y proveedores empresariales que están bien posicionados para atender al grupo de su misma edad. Considere, por ejemplo, que el fundador de Facebook Mark Zuckerberg (nacido en 1984) ha estado al tope en la lista de las diez personas más ricas del mundo desde 2016.
Bebés con tecnología incorporada
Sin duda alguna, los mileniales están tecnológicamente incorporados. Han crecido con la tecnología, y las redes sociales fueron una característica importante de su guardería digital.
El caso es que —con la competencia entre corporaciones para lograr alcanzarlos con sus anuncios publicitarios— ha ocurrido una conversión masiva de la televisión y la radio a las redes sociales, transmisiones y difusiones por diversos medios. Sin lugar a dudas, esta es la generación más intensamente conectada en línea, pero también la que tiene un enfoque mucho más fragmentario con respecto a las marcas, motivo por el cual puede que a las marcas de talla única les resulte difícil alcanzarla y que su poder como perturbadora de los negocios mantenga insomnes a inversores y directores de compañías.
Y… ¿qué de la obsesión por los videojuegos percibida en esta generación con cable? Ciertamente, es verdad que este tipo de juegos es popular entre los más jóvenes de la sociedad, tanto de la generación de los mileniales como de la de la generación Z (los nacidos entre 1997 y 2012). Según una encuesta del Centro de Investigación Pew, en EE.UU., sesenta por ciento de personas de entre 18 y 29 años juegan videojuegos a menudo a través de «computadoras, TV, consolas de juego o dispositivos portátiles como teléfonos celulares».
Sin embargo, esta no es meramente una tendencia norteamericana. En China, por ejemplo, se informó de un aumento de 5,2% en el mercado de los videojuegos en la primera mitad de 2018. Los juegos para teléfonos móviles constituyeron más de sesenta por ciento del total de ventas de juegos de la nación, convirtiéndose así en el principal factor de crecimiento del mercado de juegos más grande de la Tierra. Y según la Entertainment Retailers Association (Asociación de Distribuidores de Entretenimiento), en el Reino Unido los juegos digitales representaron 41% del total de ventas de entretenimiento de 2018.
«Más de un tercio de los jugadores abandonarían sus trabajos si se pudieran mantener como jugadores profesionales. Cincuenta y siete por ciento de hombres jugadores de entre 18 y 35 años querrían seguir una carrera de jugador profesional».
Aunque existe una fuerte conexión entre los mileniales y los videojuegos, abundan los juicios erróneos. Por ejemplo, un sofisticado mercadeo ha sido capaz de adaptar campañas específicamente para este grupo demográfico, pero la encuesta de Pew halló que aunque «hombres jóvenes constituyen una parte desproporcionadamente grande» de jugadores, «cuatro de cada diez mujeres y aproximadamente un cuarto de estadounidenses de 65 años de edad o más también dicen que juegan videojuegos, al menos algunas veces». Además, «cincuenta y tres por ciento de quienes tienen entre 30 y 49 años de edad dicen que juegan video juegos a menudo o algunas veces».
La encuesta también dejó en claro que, contrario a las investigaciones que sugieren que «jugar videojuegos está relacionado con una disminución de las horas de trabajo entre los hombres jóvenes, […] los adultos que trabajan tiempo completo o parcial dicen —probablemente casi tanto como los desempleados o los que buscan trabajo— que juegan (47% frente a 43%)».
Factores culturales
Para entender la importancia de esta generación para el futuro, ayuda saber dónde se encuentran y quiénes son la mayoría de ellos. La mayoría de los mileniales se encuentran en mercados emergentes, sencillamente porque las naciones del mundo en desarrollo tienen, por lo general, un perfil demográfico mucho más joven. Esto es importante porque los cambios culturales pesan más que las simples diferencias generacionales, y los cambios culturales en esas regiones probablemente van a repercutir en los mileniales de Occidente de maneras significativas.
Según los cálculos de población de las Naciones Unidas para 2015, 36% de la población adulta del mundo eran mileniales, pero en África, asombrosamente llegaban a 49%. Y según el Financial Times, «cuarenta y tres por ciento de los mileniales de EE.UU. no son blancos, y los mileniales de Asia sobrepasan ampliamente en número a los de Europa y Estados Unidos. A pesar de su antigua política de un solo hijo, China tiene cuatrocientos millones de mileniales, más de cinco veces la cifra de EE.UU. (y más que la población entera de los Estados Unidos)».
Mientras que los mileniales de Occidente han experimentado un inhibidor financiero en virtud del momento histórico en que nacieron, sus equivalentes en mercados emergentes son capaces de acceder a relativamente mayores riquezas y oportunidades. Dado el aumento del nivel de vida, están más propensos que sus antecesores a ser optimistas. En China, por ejemplo, la generación de los mileniales —descendiente de la generación de posguerra que vivió los horrores del Maoísmo — es marcadamente optimista.
También vale la pena examinar más de cerca las actitudes percibidas en torno a la religión. Aunque puede que la idea prevaleciente sea que los mileniales son simplemente irreligiosos, en buena medida la afiliación religiosa se ve sumamente influenciada por la cultura. Distinguir entre quienes profesan ser cristianos y quienes lo son en la práctica, por ejemplo, es clave. Y mientras puede que los mileniales del Reino Unido sean menos religiosos que en algunos otros países, están a tono con una nación entera que más generalizadamente repudia la religión. De todas formas, aun en los Estados Unidos —de mucho más cultura religiosa—, las encuestas indican que los mileniales tienden menos que las generaciones anteriores a decir que la religión es muy importante para ellos.
A medida que el valor adjudicado a la religión declina en Europa y Occidente (para todos los grupos de edades), otras regiones están viéndolo en auge. Las proyecciones de Pew estiman que en 2050 los cristianos todavía seguirán constituyendo 31% de la población mundial. Pero esto es así mayormente porque en regiones como China y África la cantidad de cristianos sigue creciendo. Mientras tanto, según se proyecta, la población mundial musulmana que era de 23% en 2010, para 2050 alcanzará 30%. Como ya se ha notado, los mileniales constituyen un porcentaje desproporcionadamente alto de la población en algunas de esas regiones, de modo que se puede esperar que mucho del interés religioso provenga de ese sector.
«Ateos, agnósticos y otras personas que no se afilian a ninguna religión —aunque aumentan en países como los Estados Unidos y Francia— constituirán una proporción cada vez menor del total de la población».
Definiendo el futuro
Para esos mileniales que se han visto frenados por presiones financieras, que les cuesta confiar en la gente, que se comprometen menos con el gobierno y que tienen la sensación de no ser capaces de cambiar su suerte, puede que el sentir común sea que el sistema les está fallando. En 2014, José Ángel Gurria —secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, con asiento en París—, le dijo a The Guardian: «Nada es más políticamente explosivo, más peligroso y más desestabilizante que tener toda una generación de gente joven frustrada. […] Sería trágico si la característica tan propia de la juventud con la que contamos para infundir en nuestras sociedades —el optimismo— quedara de alguna manera permanentemente marcada. No podemos dejar que eso ocurra».
El bienestar mental puede resultar difícil de medir, aunque los mileniales en naciones como el Reino Unido, Estados Unidos, India y Australia informan cada vez más sobre una «crisis del cuarto de vida», típicamente caracterizada como un período de soledad afectiva, inseguridad, ansiedad y duda, o de estrés e intensa búsqueda espiritual, y que a menudo afecta a la gente desde mediados de sus años veinte hasta mediados de sus años treinta. Un estudio de LinkedIn efectuado en 2017 halló que 75% de miles de jóvenes encuestados habían experimentado una crisis del cuarto de vida.
Puede que algunos se mofen de esta idea, pero hay evidencia de que en efecto se trata de una realidad médica. En 2018, una encuesta de Cigna a 20.000 adultos estadounidenses encontró que los jóvenes eran los más solitarios, estando los mileniales en segundo lugar tras la generación más joven conocida como Z. Un estudio similar llevado a cabo en el Reino Unido halló que, contrario a la creencia popular, la gente mayor no necesariamente está más probablemente sola que la gente más joven.
Por supuesto, estar solo no tiene por qué equivaler a un problema de salud mental, del mismo modo que estar a solas no tiene por qué equivaler a soledad afectiva. Sin embargo, los estudios sugieren que hay un vínculo fuerte entre la salud mental y la soledad afectiva, y que por lo tanto, las generaciones más jóvenes son bastante vulnerables al deterioro de la salud mental. Según un estudio publicado en Psychological Medicine, en comparación con quienes se conectan con otros, los mileniales solitarios tienen el doble de riesgo de llegar a sufrir de trastornos de salud mental tales como depresión y ansiedad.
«La carga de la soledad afectiva puede socavar la confianza de la gente joven en sus perspectivas de empleo o llevarla a adoptar estrategias de adaptación inapropiadas y conductas perjudiciales para su salud futura».
Aunque muchos se apresuran a citar las redes sociales y el juego como impulsando esta tendencia, los expertos sugieren que la verdad sería más sutil —tendría muchos más matices—, afectada por aquello en lo que los jóvenes participan y la forma en que lo hacen. El tiempo en línea usado para conectarse con otros puede ser una buena manera de hacerse de amistades y mantenerse en contacto. Sin embargo, si el tiempo en línea se gasta en desplazarse a través del contenido de una manera distante y genera celos por lo que otros están haciendo, entonces es probable que acreciente una sensación de soledad afectiva y aislamiento. Algunos también señalan la naturaleza contagiosa de la soledad afectiva, por lo cual puede que una generación aislada interactuando con coetáneos igualmente solos en realidad cultive un ciclo vicioso.
El desierto económico que los mileniales se vieron forzados a atravesar después de 2008 solo ha intensificado la presión bajo la que se encuentran. Para lograr lo que las generaciones anteriores dan por sentado, los mileniales se enfrentan a presiones excepcionales cuando de éxito profesional se trata. En muchas naciones, el grupo debe hacer frente a empinados objetivos de ahorro con la esperanza de redimir un modesto ingreso jubilatorio anual, mientras la edad para jubilarse sigue subiendo. Y como muchos no pueden comprar una propiedad, no les queda más opción que seguir alquilando; esto puede llevar a un mayor sentido de distanciamiento de la comunidad.
Además, la necesidad de encontrar un buen trabajo puede aparecer tan importante como la búsqueda para encontrar una buena pareja. Mientras puede que las generaciones mayores se hayan definido a sí mismas por medio de su afiliación religiosa, ahora —al menos en el mundo occidental más desarrollado—, se alza la carrera profesional para reemplazar a la religión, con el fin de generar un sentido de identidad.
Parece cada vez más claro que la presión psicológica con la que esta generación está batallando ha sido fomentada, en parte, por las generaciones mayores. En vez de ayudar o empatizar, un planteamiento prevalente ha sido juzgarlos mal y molestarlos con comentarios negativos como parte de una cultura de inculpación.
Al mirar en detalle el legado transmitido a los mileniales, puede que tales juicios erróneos tengan graves consecuencias para el futuro de todos. Este es un grupo al que no se ha escuchado en temas tales como el medioambiente, el clima, las injusticias sociales y económicas, por no mencionar la demoledora deuda nacional legada a ellos en muchos países. Bien puede que la conclusión lógica sea «la generación mayor no se preocupa por nosotros, entonces, ¿por qué tendríamos que preocuparnos u ocuparnos nosotros en preservarla o en preservar sus instituciones que nos están fallando?».
Políticamente, los mileniales estadounidenses tienden a la izquierda, tradicionalmente votan predominantemente por los demócratas (aunque típicamente no salen con fuerza a votar). Pero el punto de vista de los mileniales en relación con la democracia liberal es de destacar. La investigación publicada en The Journal of Democracy por Roberto Stefan Foa y Yascha Mounk señaló la insatisfacción de los estadounidenses para con el sistema democrático. Según dijeron, 72% de quienes nacieron antes de la Segunda Guerra Mundial creen que es «esencial» vivir en democracia, mientras que la proporción de los mileniales se sitúa en torno a 30%. Una tendencia similar parece estar emergiendo en otras importantes democracias occidentales.
«Los mileniales en países como Gran Bretaña o los Estados Unidos… apenas experimentaron la Guerra Fría y puede que ni siquiera conozcan a alguien que haya luchado contra el fascismo».
Puede que esto demuestre ser el elemento de cambio más significativo para determinar el estado futuro del mundo. Su gravedad se agudiza por el reciente aumento de dictaduras, partidos de derecha, y gobiernos populistas en todo el mundo.
En el Reino Unido, tras el referéndum que concluyó con una exigua mayoría indicando su deseo de abandonar la Unión Europea, el grupo de sondeos Ipsos MORI estimó que 60% de británicos de entre 25 y 34 años de edad querían permanecer. Con el paso del tiempo, puede que esta generación se sienta cada vez más agraviada por las generaciones mayores que votaron por «salir» en cantidad suficiente para determinar el futuro de sus compatriotas más jóvenes.
Parecería entonces que a los mileniales se los está excluyendo de los beneficios del sistema, mientras por otro lado se les castiga por fallarle a ese mismo sistema. ¿Podría la desilusión de este grupo demográfico comenzar a asemejarse a la de los revolucionarios del pasado en Francia y Rusia? Puede que la comparación no sea tan inverosímil. Los mileniales tienden a estar bien representados en los eventos revolucionarios fuera de la corriente política principal. La sensación de que les han pasado una mala mano plantea el deber moral de defenderse ante la opresión y la injusticia.
Un legado para el futuro
Vivimos en una era profundamente escéptica, una según la cual toda verdad se juzga como relativa. Con todo, haríamos bien en no juzgar erróneamente toda una generación sobre la base de «hechos» cuestionables. Por supuesto, cada generación encara dificultades, y la responsabilidad personal trasciende las estadísticas demográficas. A lo largo de la historia, todas las generaciones han luchado —y por lo general, fracasado— en cuanto a detener las demostraciones negativas de su propia naturaleza humana. La explotación mutua, la búsqueda codiciosa de ambiciones egoístas y procurar conseguir siempre lo mejor para uno mismo han caracterizado la historia humana. Sin embargo, parece claro que tomados como conjunto, los mileniales enfrentan una batalla cuesta arriba.
Obviamente, no todos se ven a sí mismos como con un mal negocio entre manos, y las dificultades que enfrentan varían alrededor del mundo. Pero la sensación de sufrimiento que constantemente sale a la superficie para esta generación permanece real. El peligro es que denigrarlos y a la vez negarles acceso a las oportunidades sociales y económicas que otras generaciones daban por sentadas podría converger con su creciente movilización económica y política. Esto puede resultar en un cóctel embriagador cuando se mezcla con soledad afectiva, inhabilitación y, finalmente, enojo. Políticamente, puede que este grupo demográfico —que es el más grande de la tierra— esté listo para que lo tomen los que parecen tener todas las respuestas que un grupo inhabilitado quiere oír.
El deber de los mayores es dejar un legado a los menores. ¿Cuál ha sido nuestro legado para esta generación? En otras palabras, ¿cuál ha sido la influencia colectiva de las generaciones anteriores en lo que respecta al futuro del mundo?
Lo bien que hayamos preparado a quienes leguemos la custodia de la tierra formará parte de cómo nosotros mismos seremos juzgados. La precisión con que los juzguemos a ellos también adquiere gran importancia. Les debemos a los mileniales —y a nuestro futuro colectivo— un deber de asistencia apropiado para compensar las falencias pasadas, trabajando adecuadamente para comprenderlos, nutrirlos y comprometernos con esta generación de gente ya no tan joven.