Ecología Humana
La palabra Ecología se ha convertido en un término que coloca a la gente en desacuerdo. Con frecuencia se utiliza como un sinónimo de ambientalismo, el mismo que se ha convertido en un pararrayos. El calentamiento global tiene sus defensores y detractores. Los «abraza-árboles» son despreciados y afamados a la misma vez. Existen aquellos que ávidamente apoyan el nuevo movimiento ecológico de nuestro tiempo y los otros que sospechan que las agendas políticas y/o comerciales se encuentran detrás de todo esto.
Reflexionar sobre la etimología de la palabra podría ayudarnos a desenredar y traer balance a este debate. El origen se encuentra en la palabra griega oikos, «casa, familia», y logia, «estudio de». Meramente, no existe nada de malo en estudiar las relaciones con y entre los seres vivientes que son parte de la misma familia. Solo que debemos darnos cuenta cuando las agendas políticas y económicas invaden dicho estudio.
«El principio del balance y la integración demanda una completa búsqueda interior de la naturaleza del hombre y toda su correlación con el medio ambiente».
Al estudio de cómo los humanos nos relacionamos unos con otros y nuestro medio ambiente, podríamos llamarle «ecología humana». De hecho, esto, era el titulo final de un manuscrito incompleto del científico y ambientalista inglés Sir George Stapledon. A finales de 1940 destiló lo que había aprendido. Su obra fue publicada de manera póstuma en 1964 conteniendo mucha sabiduría, incluye perspectivas sobre como pensamos del progreso, educación, la importancia y beneficios de la vida rural y familiar así como las relaciones entre trabajo y desarrollo con atributos humanos positivos. Escribió, «Mi principal interés está en el uso apropiado de la corteza terrestre en relación con la vida humana y la influencia de asociación con la naturaleza tal como lo es sobre el carácter y comportamiento humano».
Considerar a Stapledon como un ambientalista extremista sería equivalente a descartar los profundos escritos del conservacionista Aldo Leopold, al economista E.F. Schumacher, y al agricultor Wendell Berry. Cada uno de ellos nos invita a reencauzar nuestra manera de pensar sobre nuestras relaciones más fundamentales.
Leopold es conocido por su obra A Sand County Almanac [Almanaque de un Condado Arenoso (1949)], votado—junto con Primavera Silenciosa de Rachel Carson—unos de los dos libros sobre el medio ambiente más influyentes del siglo XX. Leopold escribió, «Abusamos de la tierra porque la vemos como una mercancía que nos pertenece. Cuando pensemos en la tierra como una comunidad a la que pertenecemos, podremos empezar a usarla con amor y respeto».
Lo Pequeño es Hermoso de Schumacher (1973) fue aclamado merecedor de un premio Nobel. Escribió, «La sabiduría exige de la ciencia y la tecnología una nueva orientación hacia lo orgánico, lo apacible, lo pacifico, lo elegante y lo hermoso».
El amplio monto de literatura de Berry se centra en la observación de que el hombre creó un mundo desesperadamente necesitado saneamiento espiritual. Escribe, «La mayoría de leyes importantes para el comportamiento de la vida humana probablemente son de origen religioso…: Ser compasivo, ser perdonador, amar a tu prójimo, ser hospitalario con los extraños, ser amable con otras creaturas, cuidar de los desvalidos, amar a tus enemigos. Debemos, en resumen, amar y cuidar uno del otro y de las otras creaturas. No se nos permite hacer excepciones. La obligación de cada persona hacia la Creación se resume en dos palabras del Génisis 2:15: “lo cuidara”».
Como humanos, estamos al centro de nuestro propio universo. Que tan correctamente nos relacionamos con otros humanos y con el medio ambienta donde habitamos depende de leyes espirituales. Ellas gobiernan todas nuestras relaciones. Podemos ignorarlas para nuestro detrimento o alinearnos con ellas y cosechar los beneficios que prometen.
Esta edición de Visión observa a varios aspectos de la preocupación contemporánea con el medio ambiente, sin ningún propósito político o comercial. Simplemente busca descubrir hacer lo correcto.