¿Es posible un buen gobierno?
La historia del gobierno arroja una cruda luz sobre la naturaleza humana. Sabemos que necesitamos un sistema de controles en aras del interés mutuo; de lo contrario, la anarquía lo aniquilaría todo. No obstante, las formas de gobierno que hemos creado están lejos de ser perfectas. Asumir el factor humano ha demostrado ser difícil. La necesidad de orden y la demanda de libertad generan una relación tensa, incómoda.
Se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno excepto por todas las otras que se han probado a lo largo de los años. A principios del siglo XXI vivimos una época en la que las debilidades todas de todos los sistemas de gobierno conocidos saltan a la vista. Para muchos, el aspecto negativo de la democracia es particularmente evidente cuando, por ejemplo, una llana mayoría aliena casi la mitad del electorado en asuntos tan cruciales y complejos como el Brexit. Las plutocracias, las oligarquías, los estados desestructurados o en proceso de desintegración, las dictaduras corruptas y los seudoestados en manos de terroristas conforman un panorama deprimente. Resumiendo, está más que comprobado que el gobierno en manos humanas es cautivo de la naturaleza humana antes que de principios elevados. Pero, ¿hay acaso alguna alternativa?
«Un buen gobierno sigue siendo la mayor de las bendiciones, y ninguna nación lo ha tenido jamás».
Desde que comenzamos a escribir la historia, muchos han sido los intentos de instaurar la mejor forma de gobierno. En una notable investigación de amplio espectro, Henry Kissinger identifica cuatro sistemas principales: el milenario orden imperial de China; los gobiernos romano y medieval de Europa que dieron lugar al orden westfaliano europeo de estados seculares que en la actualidad predomina internacionalmente; el muy distinto modelo islámico, dirigido a la armonía religiosa según las enseñanzas de Mahoma; y el modelo estadounidense de dirigir con el ejemplo, exportando principios democráticos y el reconocimiento de derechos humanos fundamentales. De cara al futuro, la visión realista de Kissinger se basa en un equilibrio corporativo entre todos los gobiernos, sean cuales fueren sus respectivos sistemas preferidos, con el fin de fomentar el más alto nivel de seguridad mundial.
Claramente, este es un intento de salvaguardar el orden mundial internacional del tipo de volatilidad que actualmente crea disturbios en el sistema. Tal equilibrio pragmático constituye en gran medida el enfoque que Kissinger favorece. Con todo, este también solo es bueno cuando los participantes están dispuestos a cooperar, y a diario vemos en todo el mundo el derrumbe de esa cooperación.
Entonces, ¿hay aún alguna alternativa para resolver el factor humano? ¿Alguna solución de más alto nivel?
Para responder a estas preguntas es necesario empezar por reflexionar en las palabras de Jesús acerca del gobierno humano y su relación con él. Jesús dijo: «Mi reino no es de este mundo» (Juan 18:36). Esto dijo en el contexto de tomar las armas para defenderse contra los dirigentes religiosos de sus días y la opresión que ellos representaban. Él ya había rehusado la incitación de Satanás a aceptar «todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» (Mateo 4:8) a cambio de la lealtad al archienemigo. La forma de gobernar de este mundo no es la de Cristo. Su futuro gobierno ideal propugna la vía de la paz, llena de justicia y rectitud para todos (Isaías 9:6–7). Ese gobierno mundial venidero estará libre del espíritu de violencia y competencia que tan fuertemente influye en la sociedad humana de hoy.
El reino de Dios que Cristo establecerá a su regreso contrarrestará las tendencias anárquicas de la naturaleza humana transformándola. Esta senda hacia la seguridad y la paz mental está hoy a disposición de todos los que vivan conforme a los principios divinos. Pero como Cristo advirtió, se trata de un camino difícil de seguir en un mundo que corre deprisa en la dirección opuesta. «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7:13–14). En este sitio podrá leer mucho más acerca de esta senda hacia la paz en su vida personal y de cómo el gobierno mundial finalmente prevalecerá.