Esperanza en medio de la angustia actual
«La Organización Mundial de la Salud acaba de anunciar una alerta por lo que denominan Enfermedad X. Esto es para advertirnos de estar atentos a la llegada de algo que no hemos visto antes. Podría ser el resultado de un agente patógeno saltando de un animal a un humano».
Eso es lo que decíamos hace dos años en Cities at Risk (Ciudades en riesgo), un breve video documental proyectado en nuestro canal de YouTube, que formaba parte de una serie sobre amenazas existenciales globales y se centraba en la creciente expansión de las ciudades, la inseguridad en cuanto a los alimentos y el agua, y los problemas de contaminación, residuos y mala salud. La última categoría incluía la posibilidad de crisis sanitarias mundiales: «Imagínese si una pandemia equivalente [a la de la gripe de 1918 a 1920] estallara hoy, cuando los viajes internacionales son tan inmediatos y frecuentes».
Y aquí estamos, un siglo después, en guerra contra el novel coronavirus que puede enfermar al mundo al menos por otros dos años.
Aparte del conocimiento bíblico sobre que las epidemias de enfermedades se han predicho, ¿tuvimos algún conocimiento específico, o es que estábamos escuchando las voces preocupadas de quienes están a la vanguardia en evaluación del riesgo existencial?
Al publicar la serie sobre las amenazas mundiales, sin duda algunos pensaron que estábamos siendo demasiado pesimistas. Sin embargo, solo estábamos informando sobre lo que los expertos estaban viendo mientras atisbaban un futuro incierto y evaluaban las soluciones necesarias o el trágico resultado de hacer demasiado poco demasiado tarde, o absolutamente nada. En 2015, Bill Gates hizo su parte en una charla de TED, en la que expuso un plan de cinco puntos sobre preparación para la próxima epidemia mayor que —de tomar acción de inmediato— se podría evitar. Pero en general, sus palabras fueron desoídas.
«Si hay algo positivo que puede resultar de la epidemia de ébola, es que puede servir a manera de alerta temprana, una llamada de atención para prepararnos. Si empezamos ahora, estaremos listos para la próxima epidemia».
A menudo preguntábamos a los diferentes expertos entrevistados en nuestra serie: «¿Se siente optimista o pesimista acerca del futuro de nuestro siglo XXI?». Por lo general, decían que sí a la esperanza encarnada en varios programas de investigación, pero se mostraban vacilantes en cuanto a las posibilidades de éxito abrumador. Típicamente, sus respuestas se reducían a esto: «Podemos confiar en que la humanidad sobrevivirá si…».
Esta respuesta condicional tiene que ver con la fe en el ingenio tecnológico humano, pero escepticismo en cuanto a la voluntad política de efectuar los cambios necesarios a tiempo. Lo que se interpone en el camino —decían— es la propensión de los líderes a retrasar lo que no sea políticamente conveniente. Los políticos dependen de la voluntad popular y ceden ante la presión elitista. Para permanecer en el poder, deben ser sensibles a su correo electrónico diario, a la demanda de resultados inmediatos. Esto lleva a pensar a corto plazo. Rara vez estos líderes adoptan políticas basadas en horizontes distantes.
Los expertos que asesoran a los órganos gubernamentales pueden verse frustrados por el proceso. Como uno de esos asesores me dijera el verano pasado: «los políticos quieren soluciones simples, mensajes simples, y en un plazo más corto que los ciclos electorales. Eso es con lo que luchamos acá… Fíjese en el Reino Unido ahora. Creo que en los cinco años que llevo aquí voy por mi quinto secretario de agricultura. Algunos de ellos han durado menos de un año, pero estaban destinados a crear e implementar nuevas políticas. Proponen ideas y planes, pero rara vez se les responsabiliza de llevarlos a cabo».
Por supuesto, los políticos no son los únicos que se interponen en el camino de la acción adecuada y oportuna. Todos caemos presos del pensamiento atrincherado, el sesgo de confirmación y el autoengaño. Todos podemos evitar la opción difícil, aun cuando la catástrofe sea el resultado previsto. Esta es una falta moral de la peor clase. Sin integridad moral, estamos perdidos.
En la angustia actual, muchas personas recurren a Dios por ayuda. En Visión creemos que la esperanza inmediata para esta hora descansa en tres principios bíblicos: la cuarentena, la consideración desinteresada y la confianza en Dios; todos podemos practicar leyes rigurosas de aislamiento similares a las establecidas por Moisés para ciertas condiciones infecciosas. Podemos practicar el tipo de amor extrovertido y de consideración por los demás que Jesús enseñó. Y podemos practicar lo que el apóstol Pablo recomendara: confiar en el «Dios de toda consolación».