Fuentes de Conocimiento
La manera en que aprendemos lo que sabemos se encuentra al centro de una intensa batalla que se libra contra las creencias religiosas. Recientemente, varios escritores influyentes han publicado libros con la intención de demostrar que creer en Dios es irracional; uno de ellos incluso define como «tontos» a quienes tienen tal creencia.
En esta batalla se han trazado líneas entre el conocimiento basado en el método científico y aquél que no. El ateísta afirma que el proceso racional de identificar un problema, recopilar datos a través de la observación y la experimentación, y desarrollar y probar hipótesis constituye el fundamento del conocimiento útil de la humanidad. Y, asegura, es la única manera de adquirir dicho conocimiento. Después de todo somos seres físicos que dependen de cinco sentidos y lo que recibimos a través de ellos es el conocimiento del mundo y el universo que habitamos.
Es un proceso provechoso para nosotros de diversas maneras. Por ejemplo, hemos logrado enormes avances médicos y tecnológicos siguiendo el método científico. El conocimiento humano del universo se ha ampliado, pero ¿acaso todo el conocimiento proviene solamente de nuestros sentidos físicos?
Considere por un momento que el atacar la fe en Dios no es algo nuevo. La supuesta muerte de Dios no es un suceso reciente. Hace alrededor de tres mil años, David, el salmista, escribió: «Dice el necio en su corazón: no hay Dios» (Salmos 14 y 53). Las personas que niegan la existencia de Dios existían en ese entonces y sin duda desde mucho antes. Pero David y otros escritores de sabiduría antigua sabían que no todo el conocimiento se obtiene de fuentes físicas a través de los cinco sentidos. ¿Tienen algo qué ofrecernos hoy? ¿Qué tal si cierto conocimiento solamente está disponible a partir de una fuente que no es física y que es hacia allá adonde los sabios nos dirigen?
Otra figura bíblica, Pablo de Tarso —quien escribió la mayoría de los libros del Nuevo Testamento— era un hombre con una formación sobresaliente. Estaba familiarizado con la filosofía griega (Tarso era una ciudad helenística reconocida por sus instituciones educativas). También era experto en la religión y la forma de vida de los judíos, y se educó como un fariseo en la ciudad de Jerusalén del primer siglo. Debido a estos amplios antecedentes, la perspectiva de Pablo respecto a la manera en que aprendemos lo que sabemos presenta un aspecto importante del debate actual en torno a creer en Dios. En una carta a las personas a quienes sirvió en la ciudad griega de Corintio señaló que sólo a través del excepcional espíritu humano es que podemos comprender las cuestiones humanas y, de manera similar, solamente por medio del Espíritu de Dios podemos comprender las cuestiones espirituales. El conocimiento humano y el conocimiento religioso se clasifican en dos categorías diferentes. Así mismo, Pablo escribió «pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (1 Corintios 2:14). La mente humana natural tiene un obstáculo intrínseco para comprender las cosas de Dios. No podemos conocer Sus cosas, cuestiones espirituales, a través de los cinco sentidos, pero es posible comprenderlas con la ayuda del Espíritu de Dios trabajando con el espíritu humano.
«El contenido de la teoría científica en sí no ofrece un fundamento moral para la conducta personal de la vida».
En otras palabras, el método científico produce el conocimiento de las cosas del mundo natural, pero las cosas de Dios son resultado de la revelación y son indescifrables para la mente humana natural. La revelación es una fuente de conocimiento que no forma parte del método científico. El debate acerca de la fe en Dios nunca se acabará hasta que se reconozca que el conocimiento espiritual y el conocimiento humano natural difieren en clase y origen.