La Evidencia de Jesús
Durante siglos pocas personas en el mundo occidental dudaron de que Jesús de Nazaret existió. Durante el tiempo que las Escrituras fueron aceptadas como verdad histórica —aproximadamente 1,600 años—la idea de que Jesús pudo no haber sido un personaje real nunca salió a colación. Entonces, alrededor de la era de la Ilustración y la llegada de la revolución científica, escepticismo acerca de muchos temas religiosos comenzó a hacerse sentir. Hace unos cuantos meses atrás, en respuesta a un video titulado «How Did Jesus Really Die?» un espectador de nuestro canal en YouTube comentó, «Esta es una pregunta capciosa porque no hay ninguna prueba de que haya existido. Esta es la era de la información. La fe y la creencia son mucho menos mejor que saber».
Entonces, primero que todo examinemos la pregunta, basándonos en el conocimiento. ¿Existe evidencia alguna de la vida de Jesús aparte de la Biblia? Bueno, ciertamente hay evidencia de que un hombre llamado Jesús murió crucificado en Jerusalén en el siglo primero.
Según el historiador militar judío Josefo (37 d.C. - c. 100), «Por ese tiempo vivió Jesús, un hombre sabio. … Porque realizó hechos extraordinarios y fue maestro de quienes aceptaron felizmente la verdad. … Cuando fue acusado por los hombres más importantes de nuestro pueblo, y Poncio Pilato lo condenó a ser crucificado, quienes originalmente habían llegado a amarlo no cesaron de hacerlo» (Antigüedades Judías, 18.3.3). Josefo fue un erudito judío y soldado quien llego a simpatizar con los romanos en la revuelta contra Roma en los años 60 d.C. No fue un creyente en Jesús. Sus palabras de arriba han sido examinadas cuidadosamente por los estudiosos para determinar su autenticidad. La mayoría con un amplio espectro de perspectivas acuerda en que pueden ser confiables.
«¿“Existe evidencia fuera de la Biblia en el siglo primero d.C. de la existencia de Jesús?”… Yo creo, gracias a Josefo, que la respuesta es sí».
Por otro lado, el historiador romano Tácito (56–d.C. – c. 120) dice que «Cristus, de donde el nombre [cristianos] tuvo su origen, sufrió la máxima pena durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilatos» (Anales 15:44). Ambos recursos son externos a la Biblia y se pueden ser vistos imparcialmente.
¿Y qué tal el Nuevo Testamento mismo? Mientras que un escéptico de inmediato lo rechazaría como fuente de la verdad objetiva, tenga en cuenta que uno de sus autores hizo un reclamo sobre su trabajo que merece especial atención en relación con Jesús y la Iglesia primitiva. El médico Lucas escribió el Evangelio que lleva su nombre. Esto es lo que dijo acerca de sus esfuerzos a un hombre al que dirigió como Teófilo: «Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido» (Lucas 1:1–4). Lucas era un hombre meticuloso, preparado para escribir una historia basada en lo que cuidadosamente investigó. Su historia no es menos valida que la corta referencia de Josefo, ¡además de ser más detallada!
También viajo con el apóstol Pablo, y en el libro de los Hechos, la secuela de su Evangelio, di un recuento de muchos eventos de los primeros días de la Iglesia y de la vida de Pablo. Sin embargo, ¿se puede confiar en lo que escribió Lucas? ¿Existe evidencia de apoyo externo de lo que describe?
Citando solo un ejemplo, Lucas mencionó que Pablo fue procesado por el procurador romano Galión en Corinto poco después de llegar ahí en el año 50 d.C. Se habla de Galión en una inscripción encontrada en Delfos que data de su gobierno en 51–52 d.C. Podemos concluir que Lucas reporto acertadamente la circunstancia y tiempo de la visita de Pablo.
Cuando se trata de tener confianza en los escritos de Pablo, considere las implicaciones de las siguientes declaraciones sobre la resurrección de Jesús. Pablo le escribió a la iglesia de Corinto sobre la larga lista de testigos oculares, varios de los cuales aún se les podría preguntar: «En primer lugar, les he enseñado lo mismo que yo recibí: Que, conforme a las Escrituras, Cristo murió por nuestros pecados; que también, conforme a las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día; y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos aún viven, y otros ya han muerto. Luego se apareció a Jacobo, después a todos los apóstoles; y por último se me apareció a mí, que soy como un niño nacido fuera de tiempo» (1 Corintios 15:3–8).
¿Qué dirían Josefo, Tácito, Lucas, Pablo y los más de 500 testigos oculares de la idea de que no hay evidencia sobre la vida y muerte de Jesús? Si somos honestos, debemos permitir que existe mucho más por ser reconocido que aceptar con facilidad declaraciones de que nunca existió.