La mayor amenaza mundial
¿Son las armas de destrucción masiva? ¿La inseguridad alimentaria? ¿El calentamiento global? ¿La degradación ambiental? ¿El bioterrorismo? ¿El nacionalismo étnico? ¿Una colisión catastrófica con algún asteroide? ¿Una modificación genética quizá descontrolada? En verdad, todos estos riesgos son de naturaleza existencial. Y cuando de soluciones se trata, muchas son las ideas que presentan las mentes más brillantes y profundamente preocupadas. A menudo se nos dice que aunque es bastante tarde, todavía no lo es demasiado para evitar lo peor, si es que actuamos ahora.
Pese a lograr uno que otro progreso tras darnos cuenta de que las cosas se han vuelto tan malas que sentimos dolor, por lo general estamos lejos de superar la situación, porque el verdadero problema es nuestra incontenible naturaleza humana; y no podemos cambiar eso sin ayuda de un tipo diferente de la que generalmente disponemos.
Tomemos el caso de lo que los principales métodos de producción de alimentos le están haciendo al suelo. El resultado es erosión del suelo y degradación del suelo: problemas que pueden estar vinculados al deseo de obtener ganancias a toda costa. Le pregunté al científico y director de una institución de investigación agrícola Achim Dobermann qué se puede hacer. Su respuesta: «Esta es, a mi juicio, la pregunta más importante, y no tengo respuesta que darle, porque esta conlleva cuestionar los fundamentos del capitalismo, los cuales se basan en las ganancias… Pero no es fácil cambiar. Este constante afán de crecimiento económico y mayor consumo de bienes y servicios nos está creando los mayores problemas». Cuando lo presioné un poco más, me dijo: «Nosotros [los humanos] somos codiciosos». Este es un aspecto de la incontrolada naturaleza humana, y notoriamente difícil de cambiar.
A raíz del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, Albert Einstein habló sobre los peligros de la nueva era nuclear. Dijo: «La ciencia ha traído este peligro, pero el verdadero problema está en las mentes y los corazones de los hombres». En el mismo artículo del New York Times, él señaló que «es más fácil desnaturalizar plutonio que desnaturalizar el malvado espíritu del hombre» (The Real Problem Is in the Hearts of Men [Junio 23, 1946]).
«Una nueva forma de pensar es esencial para que la humanidad sobreviva y avance hacia niveles más altos».
Invita a la reflexión reconocer que es el lado negativo de la naturaleza humana la mosca en la sopa que nos impide resolver nuestros problemas; o sea, que somos nosotros los que estamos en la base de nuestros impasses en nuestras relaciones mutuas y con otras naciones. Victor Davis Hanson es un historiador de guerra. ¿Alberga él esperanza de un mundo en paz? Tristemente, no en el futuro previsible, porque también él ve que la naturaleza humana es el problema: «El conflicto seguirá siendo el padre familiar de todos nosotros, siempre que la naturaleza humana permanezca constante e inalterable a lo largo del tiempo y a través del espacio y las culturas».
¿Qué hacer?
Algunos han vislumbrado la respuesta. Tras su ardua trayectoria en época de guerra, el general estadounidense Douglas MacArthur concluyó lo siguiente con respecto al violento corazón humano: «El problema básicamente es teológico e implica un avivamiento espiritual y un enaltecimiento de la naturaleza humana que armonicen con nuestros avances casi inigualables en la ciencia, el arte, la literatura y demás progresos materiales y culturales de los últimos dos mil años. Tiene que ser del espíritu si hemos de salvar la carne».
Cabe destacar que una respuesta similar se dio hace dos mil años. Pablo, un seguidor de Cristo, luchaba a veces para vencer su propia naturaleza. Con todo, de manera alentadora escribió sobre «los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu». Él había identificado el problema y sabía que la solución estaba fuera de su habilidad de ponerla en práctica sin ayuda espiritual. Esa ayuda todavía está disponible; la naturaleza humana se puede dominar de modo que su lado negativo sea controlado.
Si desea saber más sobre cómo puede cambiar para mejor, lea nuestro artículo al respecto, titulado Hope and the Human Spirit.