Memoria y Moralidad
Con la reciente muerte de Simon Wiesenthal en Viena, una voz ha sido callada; una luz se ha extinguido.
El hombre que sobrevivió a varios campos de la muerte nazis falleció mientras dormía a la considerable edad de 96 años. Cuando en 1945 las tropas estadounidenses lo liberaron del campo de trabajo en Mauthausen, Austria, Wiesenthal decidió no continuar con su profesión de arquitecto y prefirió perseguir a criminales nazis en representación de sus víctimas. Insistía en que su motivación estaba basada en la justicia, no en la venganza: «La venganza no debe ser una opción». Antes bien, le dijo a un reportero de la BBC: «Debemos mostrar que no somos como los nazis. La ley y la justicia deben ser la piedra angular de nuestra sociedad».
«Cuando vayamos al otro mundo y conozcamos a los millones de judíos que murieron en los campos y ellos nos pregunten: “¿Que es lo que hicieron?”, habrá varias respuestas… Yo diré: “No los olvidé”».
De manera notable, a nivel personal, este hombre, que había sido privado de casi todo dentro de los campos, incluyendo a 89 miembros de su familia y la de su mujer, pudo perdonar. «Puedes perdonar crímenes perpetrados contra ti,» señaló y luego añadió: «aunque en mi opinión no estás autorizado a perdonar por los demás». Durante los 60 años transcurridos desde la guerra pudo llevar ante la justicia a más de 1,100 criminales de guerra fascistas, incluyendo a quien planeó el Holocausto: Adolf Eichmann.
Después de una ceremonia conmemorativa en Viena, su cuerpo fue llevado a Israel para su entierro. De manera quizás sorprendente, al funeral asistieron únicamente entre doscientas y trescientas personas, algo que definitivamente no le hubiera molestado. Su enfoque era crear las condiciones para un impulso positivo en la vida de los sobrevivientes.
Estos aspectos de la memoria personal y colectiva, justicia, venganza, la oscuridad dentro de todos nosotros y los constantes intentos de genocidio fueron los temas desarrollados en una reciente conversación de cinco personalidades. Unos días antes de la muerte de Wiesenthal fui el moderador de un panel sobre las lecciones que se deben aprender de la guerra de 1939 a 1945. Tres prominentes historiadores y un director de documentales participaron en esta conversación, cada uno con un interés especial en el Holocausto. Christopher Browning escribió la que se ha considerado la obra de mayor autoridad acerca de los orígenes de la Solución Final de Hitler al problema judío. Sir Ian Kershaw es reconocido como un preeminente historiador de habla inglesa sobre el periodo hitleriano. Steven Ozment ha escrito una nueva historia del pueblo alemán y Arnold Schwartzman ha dirigido dos sobresalientes documentales acerca del Holocausto. (Consulte Soluciones Finales, Parte 1).
¿Por qué Visión insiste en temas como éste? Muy sencillo: porque hay escasez de conversaciones sustanciosas sobre temas morales. Si no hacemos de los valores morales una parte central de nuestra vida diaria, podríamos terminar rápidamente de la misma manera que Alemania hace 70 años, bajo la creciente tiranía de una turba brutal e inmoral. La interrogante acerca del periodo nazi es cómo una sociedad culturalmente avanzada pudo caer tan fácil y rápidamente, y apoyar a un loco y su demoniaco sistema, en el que personas comunes y corrientes llegaron a ser capaces de una brutalidad inimaginable. ¿Podría ocurrir de nuevo algo semejante? Los acontecimientos ocurridos en Ruanda y la ex Yugoslavia son tema central de los tribunales de guerra por genocidio, y bien se podría agregar Darfur a la próxima lista.
¿Por qué deberíamos hacer de la moralidad nuestra prioridad? Hoy en día nuestras sociedades de todo el mundo están dominadas por metas materiales. La creciente presión de la globalización está forzando perspectivas puramente físicas en todos nosotros. La meta general es facilitar una plataforma para el intercambio de información sobre temas difíciles, siempre desde una perspectiva religiosa, ética y moral. Cuando Simon Wiesenthal murió, los tributos con frecuencia incluían alguna referencia a lo que una sola persona puede lograr al hablar siempre anclada en terrenos morales. En ese aspecto, su voz continúa hablando y su luz no se ha extinguido.