Somos más que el propio yo
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:39). Practicar este principio resolvería mucho de la discriminación, el odio y la ira en nuestro mundo. Esta es una verdad universal, mundialmente infrautilizada. Pero hacer que funcione para todos presupone saber primero quiénes somos como individuos y preguntarnos si podemos amar lo que somos.
Llegar a una correcta evaluación de sí mismo requiere una introspección honesta que conduzca al cambio, a fin de poder tener una visión positiva del propio ser. También significa comprender la relación entre la individualidad y la comunidad, ya que una no puede funcionar sanamente sin la otra.
Por naturaleza, nos centramos primero en nosotros mismos. El impulso de autoconservación nos obliga a proteger todo lo que hace de cada uno de nosotros un ser único. Sin embargo, no podemos lograr la autoconservación sin recursos más allá del yo. No somos completamente independientes. Ni siquiera el náufrago que se encuentra solo en una isla desierta puede sobrevivir sin comida y agua que provienen de fuera de su ser.
Ahora bien, podríamos decir que esos individuos dependen de la naturaleza para mantenerse. Eso es cierto, y durante un tiempo sobrevivirán, aunque lo que siempre falta más allá de lo básico es la interacción social con los demás. No somos meramente seres individuales. Valoramos nuestra individualidad, pero, a la larga, el aislamiento completo nos matará. La soledad es una de las maldiciones de esta época, y sin alivio conduce a una muerte lenta.
Sin embargo, existe una razón aún mayor por la cual deberíamos amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Es simplemente esta: como seres individuales que compartimos conjuntamente la humanidad y los recursos de la tierra, tenemos el deber de cuidarnos los unos a los otros de manera física, emocional y social. Mientras cuidemos a los demás, los demás cuidarán de nosotros, pero solo si con ellos compartimos el mismo tipo de compromiso o entrega al deber de cuidar.
Un principio conexo lo pone de esta manera: «No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros». Si esto se practicara, ¿estaría el migrante encerrado en una jaula? ¿Se negaría la igualdad a los negros y morenos, a los indígenas y a las minorías, a los blancos pobres y a los sintecho de todos los colores? ¿La desigualdad, la desventaja y el odio estarían a la orden del día para la mayor parte de la humanidad? ¿Cuánto se conseguiría con la aplicación directa de esta sencilla regla?
También existe un nivel de atención al prójimo que va más allá del amor a uno mismo. A veces se denomina principio de abnegación: no es un castigo ascético interior, sino que se trata de dejar de lado las necesidades personales para ayudar a los demás. Al igual que las otras directrices ya mencionadas, se basa en la ley de Dios, tal como la vivió Jesús. Él dejó de lado sus preferencias personales para servir a los demás. Y esperaba lo mismo de sus seguidores, explicando que «el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28).
Su enseñanza fue mucho más allá de cualquier aplicación superficial e incompleta del principio en relación con el prójimo: «Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos».
«¿Cómo se hace para amar a un enemigo? Pienso que, en primer lugar, a fin de amar a su enemigo, uno tiene que empezar por analizarse a sí mismo».
Llegar a un acuerdo con nuestra individualidad al punto de servir a los demás al negarnos a nosotros mismos es clave para el progreso social que todos desearíamos experimentar. Es un paso importante en el camino hacia un mundo cooperativo y pacífico, libre del odio y de la división que hoy vemos en todas partes. Tratar a los demás con amor extrovertido es la medida de una mente guiada por el Espíritu.
Si así lo desea, usted puede leer más acerca de cómo la transformación puede llegar a su vida, recurriendo a la colección de artículos de Visión titulada «La Senda al Cambio».