Superando el temor al futuro
Algunos psicólogos están notando un aumento en la cantidad de personas que en los Estados Unidos y en el Reino Unido se preocupan por los efectos del cambio climático. Se trata de la llamada ecoansiedad, que la Asociación Estadounidense de Psicología define como « temor crónico de un cataclismo ambiental». Según un informe de la BBC, un creciente número de gente joven está presentando un estado mental perturbado a causa de pensar acerca de la crisis climática en aumento y lo que esto significará para ellos y las futuras generaciones.
Claramente, la ecoansiedad forma parte de una mayor preocupación por el medioambiente. Y hay razones de sobra para estar preocupados. Desde los múltiples efectos del cambio climático —el agravamiento de los fenómenos meteorológicos, la escasez de agua y alimentos, el retroceso glaciar y el aumento del nivel del mar— hasta la degradación medioambiental, las enfermedades epidémicas y el envenenamiento del agua, el suelo, el aire y aun nosotros mismos, tenemos buenas razones para estar ansiosos con respecto al futuro cercano. El precario estado del mundo es suficiente para inducir ansiedad y consternación en todos, menos en quienes se rehúsan a ver.
Esto ha llevado a algunos a preguntarse por qué egoístamente persistimos en obstaculizar el futuro. ¿Por qué dejar el costo y el efecto de los enfoques medioambientales presentes para que los resuelvan las generaciones futuras? Hay algo perverso en imponer sobre nuestros propios hijos la carga de un mundo destruido y peligroso. ¿Por qué haríamos eso? Según el filósofo Roman Krznaric, «Tratamos el futuro como un puesto distante de avanzada colonial desprovisto de gente —donde libremente podemos verter degradación ecológica, riesgos tecnológicos, residuos nucleares y deuda pública— y nos sentimos en libertad de saquear eso como nos plazca».
Destruir el futuro de nuestros hijos es una negación de una ley fundamental, no escrita, de la vida humana en esta tierra: asegurar la continuidad de la familia y la sociedad. Solía ser que nuestros hijos eran el futuro. Ahora no podemos estar tan seguros.
Este tipo de riesgo existencial es una de las inquietudes de Martin Rees, de la Universidad de Cambridge, cosmólogo y astrónomo de la realeza. En una entrevista en video realizada por Visión, él señalaba que los políticos están mayormente interesados en lo que aparece a diario en su buzón de correo electrónico y que están atrapados por ciclos electorales cortos. Esto resulta en lo que se conoce como planteamiento cortoplacista — el pensar solo en el presente y el futuro inmediato, dejando de centrarse en los problemas de larga duración. Escribiendo sobre la dificultad de encontrar soluciones políticas a las amenazas existenciales de hoy, Rees dice que «solo un déspota iluminado podría hacer aprobar las medidas necesarias para navegar a salvo el siglo XXI».
«Es difícil para los políticos centrarse en cuestiones a largo plazo de alcance mundial, bajo la presión de preocupaciones a corto plazo. Los políticos se ven influidos por lo que aparece en la prensa y en sus buzones virtuales».
Aunque en todo el mundo muchos parecen estar a favor de hombres fuertes, creyendo que ellos tienen la respuesta para cada problema, es importante notar —en la fórmula de Rees— la palabra «iluminado». Hasta ahora, no hemos visto ni gobiernos democráticos ni déspotas dar con la respuesta que necesitamos. De hecho, muchos políticos y la mayoría de los hombres fuertes siguen las mismas políticas que empeoran las cosas. Puede que resulte una tarea imposible hacer el cambio de sentido necesario, porque, en palabras de Neil Postman: «La gente en aprietos preferirá a veces un problema que les es familiar, antes que una solución que no lo es».
Pero, tras todo lo dicho, ¿habrá de derrotarnos el «temor crónico a una catástrofe ecológica»? ¿Hay alguna razón para la esperanza?
La última palabra sobre riesgo existencial se encuentra en una declaración hecha hace dos mil años. Muestra que a pesar de una amenaza tan grande que podría destruir toda vida humana, habrá una intervención que garantizará la supervivencia humana. Dice así: «… habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Si no se acortaran esos días, nadie sobreviviría, pero por causa de los elegidos se acortarán» (Mateo 24:21–22, Nueva Versión Internacional).
Nadie más ha sido capaz de hacer semejante promesa. Es parte del legado de Jesucristo registrado en el Evangelio según San Mateo. Él es quien intervendrá para evitar la aniquilación humana e instaurar un gobierno beneficioso para la sociedad humana. Se le describe como un gobernante de máxima autoridad que ofrecerá justicia y equidad, paz e igualdad, seguridad y, sí, incluso renovación medioambiental.