Tres claves para una vida social saludable (redes sociales)
Ante una tecnología en constante cambio, es fácil temer cada cosa nueva que aparece. Las redes sociales también tienen sus detractores, especialmente en el contexto de la prensa negativa. Con todo, eliminar todas sus cuentas en las redes no es su única opción.
Como dice el dicho: «el mejor espejo es un viejo amigo»; solo que las opciones para encontrarnos con nuestros amigos han cambiado bastante desde que el poeta galés George Herbert registrara aquel proverbio en 1640. Aquí, en el siglo XXI, todavía podemos sentarnos a la mesa con un buen amigo y beneficiarnos de sus observaciones o comentarios, pero los sitios de redes sociales como Facebook también nos dan acceso a personas que de otro modo han desaparecido por completo de nuestras vidas y ahora saben poco de nosotros. Supongamos que uno se encuentra en Facebook ante cincuenta o más de sus viejos amigos; ¿cómo reconoce su reflejo en este mar de espejos?
Y este es, realmente, un mar virtual. Se espera que para 2021, el porcentaje de personas con perfiles en las redes sociales abarque todo un tercio de la población mundial. Esto significa que la mayoría de la gente que uno haya conocido probablemente aún esté en alguna parte de su esfera digital. Esto también hace de la conducta en las redes sociales un fascinante tema de estudio para los investigadores. Tal como a nosotros, a ellos les encantaría saber cómo estos sitios afectan a la sociedad, tanto positiva como negativamente.
Usted sin duda ha visto algunos de los titulares de esta investigación: «Facebook afecta el cerebro como la cocaína y el juego», «Facebook nos está volviendo narcisistas»; y a la inversa: «El uso de las redes sociales se asocia con la ansiedad y la depresión». Como aspecto positivo leemos: «Los usuarios de redes sociales en línea se sienten más apoyados emocionalmente y más confiados», «Facebook fortalece las relaciones», «Las redes sociales promueven cambios saludables en el estilo de vida» y «Las buenas noticias viajan más rápido en las redes sociales».
¿Cómo clasificar este grupo heterogéneo y mantener un sentido saludable de quiénes somos y quiénes queremos ser? ¿Es más fácil simplemente renunciar por completo a las redes sociales?
Afortunadamente, hay algunos principios imperecederos que realmente pueden ayudarnos a proponer una respuesta a estas preguntas.
1. Todo en moderación
Cualquier tecnología que esté tan fundamentalmente ligada a la manera en que la gente se comunica va a atraer crítica y preocupación, muchas de las cuales son válidas. Pero si algo hemos aprendido de la historia humana, sebe ser el hecho de que casi toda herramienta a nuestra disposición se puede usar para bien o para mal.
La desconfianza en torno a nuevos medios de comunicación se remonta, como mínimo, al cuarto o quinto siglo a.C. En su diálogo entre Sócrates y su amigo Fedro, Platón presenta a Sócrates contando una fábula egipcia para destacar los peligros de —¡imagínese! — escribir.
«Su confianza en lo escrito, producido por caracteres externos que no son parte de ellos mismos, desalentará el uso de su propia memoria desde dentro de ellos».
Demás está decir que Sócrates no persuadió a muchos al respecto. Pero siglos más tarde, después de que la imprenta de Gutenberg puso la palabra escrita a disposición de casi todos, fue la lectura de obras de ficción la que pasó a ser objeto de crítica por no aportar conocimiento útil al lector. Además, algunos temían que las mentes impresionables no pudieran diferenciar entre la verdad y la ficción (temor que ciertamente también podría surgir ante tecnologías modernas como Facebook); y peor aún, que incluso pudieran ser influenciadas negativamente por las conductas de personajes literarios ficticios (y en algunos casos, perversos).
Cuando surgió la tecnología de la radio y del teléfono emergieron nuevos temores: que la caja parlante lograra reemplazar la para entonces ya apreciada palabra impresa, y que el teléfono llegara a reemplazar la comunicación cara a cara.
La preocupación prevaleciente es siempre que las nuevas formas de interactuar reemplazarán por completo a las anteriores, cuando en realidad, por lo general, eso no sucede. La gente todavía lee libros, conversa en persona y por teléfono, y se encuentra con sus amistades en el mundo real. No obstante, no cabe duda de que cada una de estas innovaciones presentó y presenta problemas. ¿De dónde salió la expresión ratón de biblioteca, sino del hecho de que hay gente que permite que esos maravillosos objetos la absorban a expensas de la interacción humana? Mucho antes de que pudiéramos pasar en Facebook cada hora en que estamos despiertos, no faltaban quienes pasaran esas mismas horas recostados en el sofá frente a un televisor. ¿Y quién no recuerda el estereotipo del adolescente charlando por teléfono interminablemente con sus amigos, dejando de lado sus deberes escolares o sus quehaceres?
Hoy podemos agregar más motivos a esta legítima lista de preocupaciones. ¿Qué de los niños que pasan todo su tiempo libre jugando videojuegos, o de la gente de cualquier edad que nunca deja a un lado sus teléfonos inteligentes? Siempre existe el peligro de que cualquier actividad que estimule los centros de placer del cerebro provoque una adicción en quienes sean susceptibles a ello. La moderación siempre ha sido (y siempre será) uno de los elementos clave para abrirnos camino en la nueva tecnología… y en la vida en general.
2. Cuidado si se atreve a comparar
Es una tendencia humana natural asomarnos al otro lado de la cerca para ver si el pasto vecino es más verde (o más marrón) que el nuestro. Y en la era de las redes sociales, podemos ver bastantes más cercas que las que jamás hayamos visto. Esto puede o no ser un problema, dependiendo de cómo procesemos nuestras observaciones. Si estamos algo escasos en el departamento de autoestima, puede que tendamos a enfocarnos en cuánto mejor parecen estar todos los demás en las redes sociales, y que entonces nos hundamos en el desprecio o la aversión a nosotros mismos. Estos son los mecanismos que producen titulares que asocian el uso de las redes sociales con la ansiedad, la depresión y la baja autoestima.
Por otro lado, puede que nosotros seamos el tipo de persona que, viendo el césped vecino más verde, pensemos: «¡Qué bien se ve! ¿Qué podría hacer para que el mío luzca así?». Desde este enfoque, la comparación se convierte en una herramienta que impulsa a la superación personal. Puede que nunca logremos que nuestro césped se vea tan verde como el de alguien más, pero eso no importa; el cambio personal positivo conlleva su propia recompensa al comparar nuestro propio «antes» con nuestro propio «después». Estos son los mecanismos que conducen a titulares como «Las redes sociales promueven cambios saludables en el estilo de vida».
Con todo, es importante recordar que en el juego de las comparaciones, los jóvenes son más susceptibles a la ansiedad y a la depresión que los adultos, dado que con la edad la capacidad para afrontar situaciones difíciles mejora y nuestra preocupación con respecto a lo que los demás piensan de nosotros tiende a declinar. Así que este es un aspecto en el que los padres pueden y deben asegurarse de proveer un andamio para sus hijos. Nuestros niños se compararán a sí mismos con otros en o fuera de las redes sociales. Podemos ayudarlos conversando con ellos sobre esas comparaciones y guiando sus respuestas interiores al respecto. Teniendo en cuenta su vulnerabilidad particular a la presión de la comparación social, como padres tenemos que resistir a toda costa la tentación natural a usar a nuestros hijos para promover nuestro propio programa de autoestima en o —de hecho— fuera de las redes sociales.
3. Ejerza su inteligencia emocional en línea tal como (de esperarse) lo hace fuera de línea
Lo mismo que en persona, la mayoría de la gente quiere entrar con el pie derecho a las redes sociales, y aquí es donde entra la inteligencia emocional. Pero, ¿qué es la «inteligencia emocional»? En esencia, es ese punto clave donde la conciencia de sí mismo y de los demás se combina con compasión y autodominio conscientes. Los principios imperecederos que el epígrafe «inteligencia emocional» abarca presentan gemas como «Ama a tu prójimo como a ti mismo» y «La blanda respuesta quita la ira».
Podríamos suponer que es bastante fácil parecer emocionalmente inteligente en línea, independientemente de nuestra condición fuera de línea. Pero en realidad, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, tarde o temprano aparecen indicios que revelan nuestro verdadero ser. Según los investigadores, esto sucede a través de lo que divulgamos no intencionadamente en nuestros muros y comentarios, y al compartir nuestras preferencias musicales o de cualquier otro tipo e incluso a través de las poses, el contenido y la composición de nuestras fotos. Tal vez el «cable de puesta a tierra» más fuerte sea el hecho de que, además de esos amigos que puede que no nos vean a menudo, nos conectamos en línea con muchas de las personas que durante la semana vemos en el trabajo, en la escuela o en cualquier otro sitio. Estas son las personas que sabrían de inmediato si nuestras personalidades en línea y fuera de línea son realmente diferentes, y —muy probablemente— pronto nos llamarían la atención sobre esas contradicciones.
La verdad de esto se corrobora por las situaciones en las que se ha perdido ese «cable de puesta a tierra». Todo lo que se necesita es la ilusión del anonimato para alentar a los trolls y flamers a emerger de un hilo de comentarios, provocando discusiones e interrumpiendo la conversación. Por supuesto, el sello distintivo de los trolls de Internet es que les encanta actuar así. Y aunque algunos sugieren que tales personas exhiben una especie de «lado oscuro» de la inteligencia emocional, esto es un malentendido del término en cuestión. Sin compasión, equivale a nada más que manipulación emocional. Lo más probable es que quien fuere que se preste a hacer trolling en línea también practique diversas formas de manipulación en sus relaciones fuera de línea.
En un sentido muy real, pues, nuestra actividad en las redes sociales es en sí un espejo, y probablemente, mucho más veraz con respecto a nosotros que lo que alguna vez hayamos creído. Teniendo en mente que no somos los únicos que contemplamos nuestro reflejo allí, ¿qué vemos cuando nos miramos en línea? Por supuesto, todavía podemos sentarnos frente a un amigo de confianza y pedirle que nos responda con sinceridad. Pero si somos sinceros con nosotros mismos, puede que ya sepamos lo que nos diría.